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Una religiosidad verdadera

8/29/2015

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Una religiosidad verdadera
Por: P. Ángel Ortiz Vélez

Luego de varias semanas meditando el Evangelio según san Juan esta semana volvemos al Evangelio de Marcos para continuar nutriendo nuestra vida cristiana con sus enseñanzas y ver cómo vivimos nuestras prácticas religiosas.

Jesús quiere que su religión esté fundamentada en el amor, la caridad, el respeto y en el amor al prójimo y a Dios pero no con preceptos superficiales.  Él hace referencia a Isaías: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi.  El culto que me rinden de nada sirve; las doctrinas que enseñan no son más que mandatos de hombres" (Mc 7, 6-7).  Miremos por un momento cómo vivimos nuestra religión: ¿está nuestra vida de fe cimentada en el amor a Dios y al prójimo más allá de las prácticas legalistas de los fariseos que no vivían lo que predicaban?  Los fariseos criticaron a los discípulos de Jesús por comer con manos impuras y otras prácticas que eran meros preceptos humanos; prácticas externas que más que agradar a Dios hacen al judío o al fariseo esclavo de estas.

La carta del apóstol Santiago, escrita entre los años 60 a 70, dirigida a judeocristianos nos da una catequesis o consejos prácticos para vivir la vida cristiana en comunidad.  Su meditación como segunda lectura durante las próximas semanas nos ayudará a entender mejor el Evangelio de Marcos (Mc 7, 1-8 ss.) y así ver cómo se debe vivir nuestra religión más allá de cumplir unos preceptos.  La verdadera religión no es lavarse las manos o hacer ritos que no ayudan al hombre a vivir la misericordia y la compasión por los demás: "La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en visitar a los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse de este mundo corrompido" (Stgo 1, 27).

El mensaje que Jesús nos trae es para purificar el legalismo y las prácticas que no ayudan al hombre a vivir el amor de Dios en la fe y las obras: "Escúchenme todos y entiéndanme.  Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que si lo mancha es lo que sale de dentro" (Mc 7, 14-15).  Nuestra fe y vida cristiana debe ser más pura; más amor compasivo y misericordioso de Dios que nos lleva respetar al prójimo y rechazar todas las actitudes negativas que nos señala el Evangelio: "las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad" (Mc 7, 22).  Estas, entre otras actitudes, son las que nos apartan de una religión auténtica y pura.

"Un corazón habitado por el amor de Dios convierte en oración incluso un pensamiento sin palabras, o una invocación delante de una imagen sagrada o un beso enviado hacia la iglesia".  Papa Francisco
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¡Cuánto nos cuesta creer!

8/21/2015

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¡Cuánto nos cuesta creer!
Por: P. Ángel Ortiz Vélez

Las personas que escucharon en la sinagoga de Cafarnaúm el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida (Capítulo 6 del Evangelio según san Juan) terminaron en una crisis de fe ante las palabras del Maestro.  El círculo de personas que lo escuchó era amplio: sus discípulos o seguidores y los doce apóstoles.  Los seguidores terminaron desertando, abandonando a Jesús porque no lo entendieron aún con lo claro que les habló.  ¡Cuánto nos cuesta creer y aceptar las enseñanzas de Jesús!

Muchos discípulos abandonaron a Jesús en aquel momento y hoy día hay muchos cristianos que no dan crédito a sus palabras.  El discurso del Pan de Vida sigue resultando escandaloso porque quien lo escucha no profundiza en la importancia de que "es el Espíritu quien da vida, la carne no sirve de nada" (Jn 6, 63).  Jesús se nos da en la Eucaristía para que tengamos vida de verdad.

El papa Francisco dijo hace unos días: "La Eucaristía es el cielo en la tierra".  Esto parece exagerado pero es la realidad.  Ya aquí y ahora hay que estar unidos a Jesús; estar con Él y ser testigos de la vida que nos comunica en la Eucaristía.  El Papa nos recordó que: "La Eucaristía no es un premio para los santos sino que es alimento para los débiles que buscan a Jesucristo... para que lo puedan encontrar." Pero, ¡cuánto nos cuesta creer y vivir las enseñanzas de Jesús y del magisterio de la Iglesia a través del Papa!

Pidamos a Jesús, como hijos suyos, crecer en fe personal para saber profundizar en su presencia en el Pan de Vida (la Eucaristía), para que podamos saber saborear ese Pan y experimentar y comunicar con certeza lo que creemos y sabemos.  Así a la pregunta de Jesús "¿acaso ustedes también quieren marcharse?" (Jn 6,67) contestemos como Pedro: "Señor, ¿a quién iremos?  Tu tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68).
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Fiesta del Banquete

8/15/2015

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Fiesta del Banquete
Por: P. Ángel Ortiz Vélez

Hoy recapitulamos en la idea central del capítulo 6 del Evangelio según san Juan.  Jesús desde la sinagoga de Cafarnaúm nos da este discurso eucarístico: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo".  Lo más hermoso e importante es que JESUS SE NOS DA COMO ALIMENTO: "El que come de mi carne y bebe de mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día".

¿Recuerdan la canción que dice: "Fiesta del Banquete, mesa del Señor"?  Jesús nos invita a su fiesta, nos invita a sentarnos a su mesa para tener ese gran banquete que es la Eucaristía.  Esto en la Sagrada Escritura se prefiguraba en la imagen del banquete, del maná y también como lo vemos en Proverbios 9, 1-6: cómo la sabiduría nos invita a un banquete de pan y vino.

Para el pueblo de Israel y para nosotros, una fiesta y banquete es signo de compartir y la mesa es el signo de comunión.  Jesús nos invita a sentarnos con Él, a comer con Él.  Es Jesús mismo que se nos da como alimento. Por eso hoy, miremos cómo nos acercamos a la mesa eucarística de Jesús: ¿cómo me preparo para recibir este alimento celestial que nos da la primicia del cielo aquí en la tierra?  Sí, es por eso que Jesús nos dice "el que come de mi carne y bebe de mi sangre tiene vida eterna...permanece en mí y yo en él".

Si para nosotros al sentarnos a la mesa familiar es importante compartir lo poco o lo mucho que tenemos de alimento, cuánto más importante es acercarnos semanalmente a recibir y compartir la Eucaristía que es Jesús mismo que se nos da como verdadero pan del cielo.  

Termino citando al papa Francisco:

 "La Eucaristía dominical lleva a la fiesta toda la gracia de Jesucristo: su presencia, su amor, su sacrificio, su hacerse comunidad, su estar con nosotros... Y es así como cada realidad recibe su sentido pleno: el trabajo, la familia, las alegrías y los cansancios de cada día, también el sufrimiento y la muerte; todo se transfigura por la gracia de Cristo".  (Catequesis 12 de agosto de 2015)

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Dios provee

8/8/2015

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Dios provee
Autor: P. Ángel Ortiz Vélez

Dios nos acompaña en el caminar y peregrinar por este mundo y nos da o provee lo necesario para vivir y cumplir con la misión que nos encomienda a cada uno.

Veamos un ejemplo:  El profeta Elías es un buen amigo de Dios que ante la realidad que le tocó vivir defendió el Yahvismo y por ende el culto al verdadero Dios.  Se enfrentó a la reina Jezabel (esposa de Ajab) y en el Monte Carmelo a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal (1 Re 18, 20-40).  Esto provocó que Elías tuviera que huir después de dar muerte a estos profetas pero Dios en sueños lo llamó varias veces y al despertar encontró pan cocido y una jarra de agua; comida que le dio la fuerza para caminar por el desierto hasta llegar al cerro de Dios: el Horeb (1 Re 19, 4-8).

Dios nos sigue acompañando por el desierto de esta vida y nos provee un pan que no es material.  Jesús nos dice: " Vuestros antepasados comieron del maná en el desierto y murieron.  Aquí tienen el pan que bajó del cielo para que coman y no mueran.  Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre".  Jesús se nos da, se entrega, nos provee un alimento superior al maná.  Es Él mismo que se nos da como el pan de vida y alimento para la vida eterna.  Jesús se nos da para dar vida a este mundo, nos revela el misterio de su entrega y donación de sí mismo como alimento que perdura.  Dios provee en todo momento lo que necesitamos para vivir hoy y para siempre:  es el pan de la vida que provee la vida verdadera al mundo.

Que este sermón del Pan de Vida que Jesús enseñó en Cafarnaúm nos lleve a descubrir su presencia;  que en cada Eucaristía encontremos a Jesús.  Comuniquemos al mundo la alegría de su presencia y transmitámosle a los demás el amor por el alimento que Dios provee cada  domingo en la Eucaristía.

Meditemos:

" San Juan ha querido unir en su Evangelio la revelación del misterio eucarístico y la evocación de la Encarnación.  Jesús es el pan vivo bajado del cielo para la vida del mundo (cf. Jn 6, 51).  El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.  Esto nos lleva hasta la Anunciación, cuando el ángel del Señor comunicó la gran nueva a María y, por su consentimiento libre y amoroso, ella concibió en su seno al Verbo, por obra del Espíritu Santo.

Existe, pues, un vínculo estrechísimo entre la Eucaristía y la Virgen María, que la piedad medieval acuñó en la expresión caro Christi, caro Mariae: la carne de Cristo en la Eucaristía es, sacramentalmente, la carne asumida de la Virgen María.  Por eso, he querido poner de relieve en la encíclica Redemptoris Mater que ' María guía a los fieles a la Eucaristía' (n.44) ".

San Juan Pablo II 
Meditación Mariana en Sevilla 13-6-1993

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El maná

8/1/2015

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El maná 
Autor: P. Ángel Ortiz Vélez

Entonces dijo el Señor a Moisés: "Voy a hacer que llueva pan del cielo" (Ex 16,2).  Así sucedió; el pueblo peregrino por el desierto no murió de hambre y Moisés lo guió a la tierra prometida.  Nuestros padres comieron el maná pero murieron.  Jesús es el maná que da la vida eterna.  Él se da como maná no para que el mundo perezca sino para que el que coma de este maná tenga la verdadera vida eterna.

Luego de la multiplicación de los panes y peces, Jesús se dio cuenta que la gente lo buscaba porque les llenó la barriga y se los dijo: "Ustedes me buscan no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido hasta saciarse" (Jn 6,26).  Nos recalca también a nosotros: "Trabajen no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna" (Jn 6, 27).

Jesús es el pan de vida y tenemos que pedirle al Señor que nunca nos falte ese alimento que está prefigurado en el maná y en la multiplicación de los panes.  Ese alimento es la Eucaristía, donde Jesús mismo se nos da cada día y cada domingo que nos reunimos en torno a su mesa para recibirlo.  En la Eucaristía es dónde Jesús se hace presente y nos da la antesala en esta vida de la vida eterna junto a Él.  Les recomiendo que durante estas cinco semanas en las que proclamamos el capítulo 6 de Juan saquen un rato para leerlo de forma individual, para meditarlo y saborearlo: "No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4).  Leyéndolo y meditándolo le podemos sacar mayor provecho espiritual y nos ayudará a crecer en el amor a Jesús, verdadero pan de vida.

Jesús nos habla de sí mismo y concluye el discurso con una auto-revelación: "Yo soy el pan de vida" (Jn 6,35). Recordemos que en cada misa que celebramos viene a nosotros Jesús y lo debemos recibir con fe.  Él se nos da como alimento de vida eterna.  Demos gracias a Dios por este hermoso regalo y aceptémoslo con toda gratitud, con todo el amor de nuestro corazón.
Te amo, oh mi Dios.  Mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida.  Te amo, oh infinitamente amoroso Dios y prefiero morir amándote que vivir un solo instante sin Tí.  Te amo. oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor.  Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro.  Ah, dame la gracia de sufrir mientras te amo y de amarte mientras que sufro, y el día que me muera no solo amarte pero sentir que te amo.  Te suplico que mientras más cerca esté de mi hora final aumentes y perfecciones mi amor por Tí.  Amén.     

San Juan María Vianney








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