Autor: P. Harry López Vázquez
En los evangelios vemos que Jesús trata con mucha severidad a los fariseos, ¿cuál es la razón? Muy sencillo: los fariseos son hombres cumplidores de la ley judaica de forma externa, es decir, dan el diezmo, lavan sus vasijas, no comen sin purificarse las manos y un sin número de leyes más. Ciertamente cumplen la ley pero en su aspecto externo; el deseo, la voluntad de Dios en toda su interioridad y profundidad les era ajena.
Hacer la voluntad de Dios implica una aceptación de Dios, un colocar a Dios dentro de nuestro corazón, escuchar su palabra y ponerla por obra. Una queja constante de Dios es: este pueblo me honra con los labios no con el corazón. Esta es una tentación en la que los cristianos podemos caer. Es más fácil hacer o dejar de hacer cosas externas que hacer que mi corazón se una al de Dios y me mueva a seguir por su camino. Es más fácil ser bueno que Santo.
¿Por qué muchos hombres no pueden reconocer su pecado? ¿Por qué no pueden reconocer que van en contra de la voluntad de Dios? Muy fácil, no ven porque viven en la obscuridad, a diferencia del santo que vive en la luz de Dios. Hay que acercarse cada día más y más a la luz de la gracia de Dios, así el fuego del amor de Dios nos consumirá y nos purificará, dándonos un corazón de carne capaz de amar de verdad como el de Dios. En la medida que me uno a Dios, voy conociendo su voluntad y a su vez la voy poniendo en práctica.
El hombre que se encuentra con Dios y conoce de primera mano su amor, se deleita en hacer la voluntad del Padre. El Santo no vive de apariencias, vive amando a Dios y cumpliendo su voluntad. Tenemos que dejarnos iluminar por la gracia de Dios y trabajar para que en nosotros brillen las virtudes en grado heroico y los dones del Espíritu Santo nos guíen.
Hay que escuchar a Dios y poner por obra su voluntad. No es suficiente decir que sí, no es suficiente decir creo; no, hay que ponerse en movimiento, salir de nuestra posición cómoda y tranquila. Hacer como dijo María a los sirvientes en las bodas de Cana: hacer lo que Él nos diga.