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Servir es Reinar

11/24/2019

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Por José María Martín OSA
www.betania.es

1.- "Padre perdónales, porque no saben lo que hacen". No hay cosa que nos haga más daño que el ver que somos objeto de burla o que se ridiculiza lo que nosotros consideramos sagrado. Muchos cristianos tienen hoy día la sensación de ser perseguidos o denostados por el hecho de vivir según unos criterios y unos valores. Jesús sufrió el escarnio y la burla en el momento del tormento de la cruz. Las autoridades hacían muecas, los soldados le ofrecieron vinagre, uno de los crucificados a su lado le insultaba. Incluso habían puesto un letrero para ridiculizarlo: "Jesús Nazareno, rey de los judíos" Utilizamos sus siglas "para más INRI", como una manera de subrayar una situación de ofensa o de humillación. Hubieran preferido que pusiera: "Este ha dicho soy el rey de los judíos". Todo era un espectáculo esperpéntico. Pero, paradójicamente Él era Rey, pero su reino no es de este mundo. ¿Qué querían decir cuando le pidieron por tres veces?: "Sálvate a ti mismo", ¿acaso que hiciera un milagro para bajarse de la cruz, acaso que demostrara su poder o su riqueza, acaso una prueba para demostrar que era el Mesías? Junto a esta humillación lo que más le dolió sin duda a Jesús fue el abandono de los suyos. ¿Cómo debemos responder los cristianos cuando nos sintamos incomprendidos o acusados? Pues con las mismas armas de Jesús: el amor y el perdón. El, simplemente dijo: "Padre perdónales, porque no saben lo que hacen".
2.- "Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu reino". Tuvo que ser precisamente un malhechor el que descubriera el reinado de Jesús, tuvo que ser en la cruz.... Algunos no lo reconocieron cuando hacía milagros y él lo reconoció crucificado en un madero. Como dice San Agustín "en su corazón creyó y con la lengua hizo la profesión de fe". Le dijo "Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu reino". Esperaba su salvación para el futuro y estaba contento con recibirla tras un largo plazo de tiempo. La esperaba para largo, pero el día no se hizo esperar. El Señor le respondió: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
3.- Jesús reina sirviendo a toda la humanidad. Su trono es la cruz, su cetro una caña, su manto es una túnica pequeña de color púrpura, su corona es de espinas. En su reino los últimos son los primeros y los primeros los últimos. Ahora comprendemos por qué hace unas semanas nos decía el evangelio que el reino no vendrá espectacularmente, sino que está dentro de nosotros. Tú puedes ser constructor del reino si trabajas por la paz y la justicia, si eres capaz de servir como Jesús, de perdonar como Él, de luchar en favor de la vida y de la fraternidad. Cristo es la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Nosotros somos sus miembros. Todos los creyentes, no solo los actuales, sino también los que existieron antes de nosotros y los que han de existir después hasta el fin del mundo pertenecen a su cuerpo, del que Él es la Cabeza. En este "Cristo total" todos los bautizados asumimos la misión y el destino de Cristo: hacer posible ya aquí la realidad del reino y esperar con confianza que un día resucitaremos con El. Servir es reinar, por eso Jesús reina desde el trono de la cruz, sirviendo a la humanidad.
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Mensaje de Esperanza

11/16/2019

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Por José María Martín, OSA
www.betania.es

1.-- Personas esperanzadas y esperanzadoras. La palabra de Dios nos habla del final de los tiempos con una literatura apocalíptica, que no hay que entender al pie de la letra. Tanto el evangelio como la primera lectura del profeta Malaquías nos hablan de catástrofe, enfrentamientos, divisiones, guerra y destrucción. Sin embargo, lo importante es el mensaje final en ambas lecturas: "iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas", "ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas". Es un mensaje de esperanza, el juicio será para la salvación, no para la condenación. Ya está demasiado lleno el mundo de agoreros, el cristiano tiene que ser portador de esperanza y perseverar confiando, siempre en el Señor. Y mientras tanto, no quedarse con los brazos cruzados, esperando el fin del mundo como les ocurría a los fieles de la iglesia de Tesalónica. Pablo les insta a trabajar para ganarse el pan de cada día. Es así como Dios nos quiere, como personas esperanzadas y esperanzadoras, consciente de su misión de transformar este mundo hasta convertirlo en el auténtico Reino de Dios.
2.-- "En espíritu y en verdad". Para los judíos del tiempo de Jesús el Templo de Jerusalén representaba la seguridad. Con tal de cumplir las leyes y acudir al Templo se "justificaban" ante Dios. Era para ellos el fundamento de su práctica religiosa. Jesús se atreve a decir que no quedará de él piedra sobre piedra. Cuando Lucas escribe su evangelio ya se ha producido la destrucción del Templo de Jerusalén. Fue el emperador Tito quien ordenó que fuera arrasado en el año 70. Por tanto, lo que se narra como algo apocalíptico, como algo que va a suceder, en realidad ya se ha producido. Pero lo importante es la enseñanza que quiere dar el evangelista. El Templo no es lo importante, tampoco el mero cumplimiento de la ley, pues Jesús predicó que no es Jerusalén ni en Garizín donde debemos dar culto a Dios, sino "en espíritu y en verdad". En nuestra religión cristiana también nos hemos montado "otros templos", otras normas que nos "aseguran la salvación". Es más fácil pedir que te digan qué es lo que tienes que cumplir y asegurar así la salvación, que identificarse con Cristo, dejar que Él te transforme y estar dispuesto a seguirle con todas las consecuencias. Lo primero no cuestiona tu vida, lo segundo transforma tu vida y te convierte en hombre nuevo. La fe es una aventura arriesgada y emocionante, no es un cumplimiento cómodo y seguro de normas sin implicación de tu persona.
3- ¿Cuál es la clave de tu vida cristiana? En clave "religiosa" se llega a la religión por tradición o herencia; en clave de "fe", se llega por decisión personal y libre. La religión puede convertirse en una forma de pensar que acomodo a mi vida, o bien es una forma de vivir que me compromete. En clave religiosa la referencia soy yo y mis necesidades; en clave de fe la referencia es Jesús y estoy dispuesto a hacer su voluntad. Las verdades pueden convertirse en simples doctrinas que hay que saber, sin embargo para el seguidor de Jesús la única verdad es Jesús y la escucha de su Palabra. Puedo ser un cristiano que considera el culto como un conjunto de ritos a los que hay que asistir, o por el contrario para mí el culto es la celebración gozosa de la experiencia de Jesús en mi vida. Puedo considerar la Ley como un conjunto de normas que hay que cumplir, o darme cuenta de que la auténtica Ley del cristiano es vivir en el amor. La Iglesia puede ser para mí una institución jurídica, o más bien una comunidad de hermanos. ¿Es para ti la fe un seguro de vida, o es un regalo, un don gratuito de Dios que celebras con entusiasmo? Pregúntate: ¿en qué clave se sitúa tu vida cristiana, en la "religiosa", o en la de la "fe"?
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LA HISTORIA QUE YA NUNCA ACABARÁ

11/10/2019

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Por Antonio García-Moreno
1.- VALE LA PENA. - Dios, a través de la liturgia, nos trae a la memoria el heroísmo de los siete hermanos que, con su madre al frente, entregaron sus cuerpos jóvenes al tormento y la muerte, antes que dejar de cumplir la ley divina. Ejemplo vivo que se ha repetido después en muchas ocasiones, que se repite hoy también en mil rincones de la tierra.
Hombres que dan su vida por ser fieles a la voluntad de Dios. Fidelidad heroica de los que caminan al martirio con los ojos iluminados y una canción a flor de labios. Estímulo y ejemplo a seguir de los que dijeron que sí a la llamada de Dios; esos que siguen caminando por el mismo itinerario de siempre a pesar de las dificultades, a pesar de los años, a pesar de los pesares, siempre fieles.
Dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres... Ayúdanos, Señor, fortalece nuestra debilidad, haznos resistir a la tentación, hasta llegar a la sangre si fuera preciso. Somos débiles, cobardes, nos desalentamos, rompemos nuestros compromisos. Ayúdanos, Señor, haznos fieles hasta la muerte. Conscientes de que sólo así recibiremos la corona de la vida.
El más pequeño veía cómo sus hermanos, uno a uno, se retorcían de dolor en la cruel tortura, miraba aterrorizado cómo sus ojos se nublaban, cómo sus cabezas quedaban lacias cual flores marchitas. Y era tan fácil evitar todo aquello... Bastaba con una palabra, con un gesto. Y todos hubieran vivido, hubieran disfrutado de la lozanía de los años mozos.
El rey, el tirano cruel, sus esbirros, su corte de aduladores, todos se asombraban de aquel valor supremo, todos estaban desconcertados ante la fidelidad de aquellos muchachos, de aquella mujer que animaba a sus hijos para que fueran serenos y alegres al tormento.
Ellos esperaban la resurrección, ellos estaban íntimamente persuadidos de que detrás de todo aquello estaba la vida eterna. Por eso no temían a nada ni a nadie... Recuérdalo, vale la pena. No tienen comparación los sufrimientos que podamos tener en esta vida con la dicha que nos espera en la otra, y acá abajo también. El ciento por uno en la tierra y la vida eterna en el cielo. Sí, vale la pena.
2.- LA VIDA ETERNA. - En Jesucristo se cumplió plenamente el salmo segundo. No sólo porque él es el Rey mesiánico que se anuncia en dicho salmo, el Hijo engendrado en la eternidad que en él se canta, sino en cuanto que también en Cristo se cumple ese amotinamiento de las gentes, ese ponerse de acuerdo los grandes de la tierra en contra suya. En efecto, hoy vemos cómo los saduceos, que eran enemigos de los fariseos, se ponen de acuerdo con ellos para atacar a Jesús. Así en este pasaje intentan poner en ridículo al Maestro y defender al mismo tiempo su propia postura ante la eternidad, que, en realidad negaban al no admitir la resurrección de la carne.
El ejemplo que aducen es extraño, pero no inverosímil: una mujer que, según la Ley del Levirato, viene a ser viuda y esposa sucesivamente de siete hermanos. ¿Quién se quedará con ella al final, en la otra vida? El Maestro contesta que después de la muerte, los que sean dignos de la vida futura y de la resurrección no se casarán, pues ya no podrán morir y serán como ángeles, participarán como hijos de Dios en la Resurrección.
Es un pasaje muy adecuado para el mes de ánimas en que leemos este pasaje. La liturgia nos recuerda al principio de este mes la existencia de ese otro mundo en el que moran los muertos. Esos que ya se fueron para no volver, aquellos que nosotros volveremos a encontrar después de nuestra propia muerte. Esos que nos fueron tan queridos, y a quienes debemos seguir queriendo y ayudando con nuestras oraciones y sufragios por sus almas.
Esta actitud terrena y temporal de los saduceos podemos decir que todavía sigue vigente en la doctrina de algunos. Otros quizás digan creer en esa vida del más allá, pero en realidad su conducta prescinde por completo de esa realidad. Viven como si todo se terminara aquí abajo; como si sólo importase el dinero o todos esos valores meramente materiales por los que suspiran.
Olvidan que todo lo de aquí abajo es relativo y pasajero, que sólo quedará en pie la vida santamente vivida, sólo nos servirá el bien que hayamos hecho por amor a Dios. No podemos, por tanto, vivir como si todo se redujera a los cuatro días que en esta tierra pasamos. Hay que tener visión sobrenatural, visión de fe que extiende la mirada a los horizontes que hay más allá de la muerte.
Ciertamente, es una verdad de fe que los muertos resucitan. Es, además, la verdad que cierra nuestro Credo. Así el alma, una vez que el cuerpo muere, comparece ante el tribunal de Dios para rendir cuentas de sus actos. Recibe la sentencia y comienza de inmediato a cumplirla en espera de que el cuerpo se le una para sufrir o para gozar, según haya sido la sentencia divina. Cuando llegue el día del Juicio universal, entonces también los cuerpos volverán a la vida, se unirán para siempre con la propia alma. Desde ese momento se iniciará la historia que ya nunca acabará.
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