Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
Jesús empezó a evangelizar en la región de Galilea y allí escogió a sus primeros discípulos, como lo vimos la semana pasada, dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés, Santiago y Juan (que eran pescadores y los convierte en pescadores de hombres).
En el evangelio de hoy (Mc 1, 21-28) vemos a a Jesús en Cafarnaún, una aldea de poca importancia muy cerca del lago de Genesaret (Galilea). En la sinagoga de esta aldea Jesús inaugura su actividad pública y lo hace predicando (la palabra), haciendo milagros y liberando poseídos (la obra): enseñando a la gente sencilla y curando a un hombre que estaba poseído de un espíritu inmundo.
Preparando mi predicación leí una frase que me encantó y que nos pone en sintonía con el evangelio de la semana que viene (Mc 1, 29-39): "las 24 horas en la vida de Jesús". Hoy vemos, en las primeras horas de su día, a Jesús muy activo y ocupado en su trabajo evangelizador. Aprovechó la sinagoga ya que en este lugar se reunía todo el pueblo para escuchar la proclamación de las lecturas bíblicas del Antiguo Testamento y su explicación a cargo de los maestros de la ley (que sería lo equivalente a asistir a Misa, escuchar las lecturas bíblicas y la homilia [sermón] de nuestros sacerdotes).
Marcos nos muestra algo muy especial en la actividad de Jesús: la eficacia del su mensaje y la autoridad con que predica y hace las cosas. A su vez, es interesante ver que el evangelista escoge el día más importante para el judío (el sábado) para mostrarnos cómo se desenvolvía Jesús. Para el judío, el sábado era bien importante y Jesús hizo un signo impresionante y espectacular: la liberación de un hombre poseído por un espíritu maligno.
Para nosotros los cristianos, el día más importante es el domingo. Debemos darle la importancia que los judíos le daban al sábado como descanso y día para el Señor. El domingo es el día de Jesús, debemos ir al templo a escuchar la Palabra y ver que en la Eucaristía Jesús se hace presente para darnos su enseñanza y para liberarnos del mal. Su palabra hoy día, con autoridad, nos ilumina y Jesús mismo en su Cuerpo y Sangre nos fortalece.