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El Fariseo y el Publicano

10/25/2013

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El Fariseo y el Publicano
Autor: P. Ángel Ortiz Vélez

Lectura del santo Evangelio según San Lucas (18, 9-14)

En aquel tiempo, Jesús puso esta comparación por algunos que estaban convencidos de ser justos y que despreciaban a los demás:  "Dos hombres subieron al Templo a orar, uno era fariseo y el otro publicano.  El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: 'Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano que está allí.  Ayuno dos veces por semana, doy la décima parte de todo lo que tengo'.  El publicano, en cambio, se quedaba atrás y no se atrevía ni siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: 'Dios mío, ten piedad de mí que soy un pecador'.  Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no.  Porque todo hombre que se hace grande será humillado, y el que se humille será hecho grande".

Palabra del Señor.

Uno de los temas preferidos del evangelista San Lucas es la oración. En esta parábola que nos presenta             (Lc 18, 9-14), vemos una estructura o modo de orar de dos personas que suben hasta el Templo, un fariseo y un publicano, y podemos palpar el contraste entre los dos personajes. 

El fariseo se tenía por cumplidor de la ley y bueno, el religioso, el que se cree justo y perfecto, el hombre de oración; pero es arrogante, superficial, el que desprecia a los demás porque no son como él, da gracias a Dios porque no es como los demás.  En palabras de hoy, un equivocado de la vida que se cree que es mejor que nadie. ¡Se cree bizcocho de bodas y no llega a bizcocho de azotea!  El publicano: el malo, cobrador de impuestos, el pecador, el prototipo del ladrón abusador y estafador, injusto al cobrar. Pero al llegar al Templo se queda retirado del altar, no se atreve a llegar; con la cabeza mirando al piso, no se atreve levantar los ojos al cielo, y lo único que hace es golpearse el pecho diciendo: "Dios mío, apiádate de mi que soy un pecador"  
(Lc 18,13). 

San Lucas nos da el hecho de una forma muy clara para llevarnos a la enseñanza de Jesús.  Ese hecho: yo soy bueno pero condeno al pecador, desprecio o descalifico al hermano (la actitud del fariseo); el publicano, tenido en la sociedad por pecador público y el que ha traicionado al pueblo (pero él lo sabe), con humildad se reconoce pecador.

El contraste de los personajes de la parabola está en el modo o la estructura de la oración.  El fariseo, siendo pecador, intenta autojustificarse y acusa al prójimo.  El publicano ni siquiera se fija en el fariseo y su oración es una plegaria de misericordia y perdón.  El publicano está en la realidad, en la verdad y es sincero; el fariseo en la mentira y engaño, su oración es falsa.

En conclusión, el evangelista Lucas nos lleva a que no seamos como el fariseo: religiosos enamorados de nosotros mismos y despreciadores de los demás.  Que seamos mas bien como el publicano: sinceros, con una oración agradable a Dios, que sea humilde, sin orgullos y misericordiosa.


Meditemos:
¿Cómo es mi oración? ¿Qué hago en ella?
¿Cómo es mi relación con el prójimo y con Dios en mi oración?



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Persevera en la Oración

10/17/2013

1 Comentario

 
Perservera en la Oración
Autor: P. Ángel Ortiz Vélez

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (18, 1-8)

En aquel tiempo, Jesús le propuso a sus discípulos este ejemplo sobre la necesidad de orar siempre, sin desanimarse jamás: 'En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaba nadie.  En esa misma ciudad había una viuda que venía donde él a decirle: 'Hágame justicia contra mi adversario'.  El juez no le hizo caso durante un buen tiempo.  Pero al final pensó: 'Aunque no temo a Dios y no me importa nadie, esta viuda me molesta tanto que le voy a hacer justicia; así ya no volverá más a romperme la cabeza' ".  Y el Señor dijo: "¿Se han fijado en las palabras del juez malo?  Ahora bien, ¿Dios no les hará justicia a sus elegidos si claman a Él día y noche, mientras Él demora en escucharles?  Todo lo contrario; pues les aseguro que Dios hará justicia en favor de ellos, y lo hará pronto.  Pero, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?".

Palabra del Señor.


La introducción del Evangelio de Lucas (18, 1) resalta que Jesús insiste en la necesidad de orar siempre, sin desanimarse.  Así también nos habla a nosotros, sus discípulos de hoy.  Nos dice que nuestra fe tiene que ser esperanzadora y sostenida por la constante perseverancia en comunicarnos con Dios.  

Como ejemplo de perseverancia, Jesús pone a una viuda que insiste en pedirle  justicia a un juez, el cual no temía a Dios ni le importaba la gente.  Por su insistencia y perseverancia, este juez termina por hacerle justicia a la mujer.  La palabra de Dios nos da la lección importante: orar con fe, perseverar en la oración, ser constantes en la oración aunque parezca que no nos escucha,  ser insistentes.

A Dios le agrada que oremos y que hablemos con Él siempre, en todo momento: en las alegrías y en las penas, en las necesidades o sufrimientos, y en los momentos de gozo.  Cuando pedimos o, simplemente, cuando le alabamos o damos gracias, seamos constantes como la viuda; pobre, sola, indefensa, pero audaz por su fe y perseverancia.  Comparto con ustedes parte de la reflexión escrita por Tomás Ramírez en el Dabar para el domingo XXIX del Tiempo Ordinario Ciclo C (20 de octubre de 2013):

"Esa incistencia sin cansancio, esa repetición sin descanso, ese "escrable" a Dios, como si no supiera de qué tenemos necesidad lo traducía el Papa Francisco en estos días con palabras de Santa Teresa: "Orar es como negociar con el Señor"; tomarse esa confianza sin tenerla, sería grosero desparpajo.  "Es agotador -decía- pero esta es la oración".  El Papa alude a Abrahán a quien no hace tantos domingos escuchamos en su "trato" sobre los justos posibles de Sodoma, pero también se refiere al evangelio de hoy en la pobre viuda que insiste ante el juez displicente.  Podría haber puesto también el ejemplo de Moises que en la escena de hoy pone todo su empeño en "no desistir". Y lo consigue."

Recordemos siempre las palabra de Jesús: "Les aseguro que Dios hará justicia en favor de ellos (de los que le suplican) , y lo hará pronto.  Pero, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?". (Lc 18, 8)









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La Lepra

10/11/2013

2 Comentarios

 
La Lepra
Autor: P. Ángel Ortiz Vélez

La lepra es una enfermedad contagiosa que afecta la piel, que te desfigura, y en tiempos de Jesús representaba una maldición de Dios que dejaba impuro al que la padecía y a la persona que lo tocaba.  Se veía como un castigo por los pecados cometidos.

Los enfermos de lepra vivían separados de la sociedad, en grupos o comunas, y lugares apartados que atendían sus propios familiares sin tocarlos.  Al acercarse a la gente, tenían que tocar como una campana para indicar que pasaba un leproso.  Eran los más marginados de la sociedad y hasta de los grupos religiosos como el judaísmo, sufriendo no solo el dolor de la enfermedad sino la marginación y el dolor moral.  Por esto Jesús, para corregir la falsa idea de que Dios maldecía o castigaba a una persona que tenía lepra, entonces tocaba a los leprosos.  "Extendió la mano y lo tocó" (Mt 8, 3).  Es un detalle de Jesús que muestra la ternura, compasión, misericordia y amor con los que son excluidos de la sociedad. Él se acerca a ellos.  Son los que hoy el Papa Francisco nos manda ir a buscar en las periferias.

En Lucas 17, 11-19 a Jesús pasando entre Samaria y Galilea, a la entrada del pueblo, se le acercan diez leprosos.  Ellos de lejos salen a su encuentro y le gritan: "Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros".  El les responde: "Id a presentarse a los sacerdotes".  Mientras iban, quedaron sanos los diez.  Pero uno solo, el Samaritano, volvió a Jesús y le dió las gracias.  Él preguntó: ¿Dónde están los otros nueve?  ¿No quedaron sanos?" Pues sí, pero por ser judíos se creían que tenían el privilegio de merecer ese favor y no agradecieron el milagro.  No cumplieron con lo prescrito por la Ley: ir a presentarse al sacerdote para porder integrarse nuevamente a la sociedad.  El Samaritano, extranjero, tenido por pagano y pecador, reconoce en Jesús al Sacerdote, a Dios, y viene a dar gracias y se postra en tierra.

La Iglesia, en sus veinte siglos de existencia, siempre ha atendido a los leprosos y se ha ocupado de ellos (por ejemplo: P. Damián, Madre Teresa de Calcuta, entre otros).  Ya la lepra tiene cura hoy, pero existen leprosos en algunas partes del tercer mundo y tal vez cerca de nosotros.  En los países civilizados y cristianos tenemos hoy día otras lepras: la marginación a los enfermos de SIDA, de cancer, tuberculosos, enfermos mentales, usuarios de drogas y alcohol; la violencia callejera, la violencia doméstica, el abuso a mujeres y menores, el aborto, divorcios, las guerras, la falta de valores y de respeto a la dignidad humana.  Y no se diga el abuso a los ancianos y mayores que, con hijos, viven en la soledad y el rechaso social.  

Preguntémonos entonces: 

¿Qué estamos haciendo hoy nosotros? 
¿Cuál es nuestra actitud, como respuesta a la fe que profesamos, ante las lepras de nuestra época?
¿Somos testigos de Jesús, con nuestras actitudes, en estos nuevos tiempos?
¿Somos misericordiosos con los demás como Dios es misericordioso con nuestras lepras?
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Hablemos de la Fe

10/3/2013

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Lectura del santo Evangelio según San Lucas (17, 5-10)
  
En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe".  El Señor les contestó: "Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar' y les obedecería.  ¿Quién de ustedes si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños le dice cuando éste regresa del campo: 'Entra enseguida y ponte a comer?  ¿No le dirá más bien: 'Prepárame de comer y disponte a servirme para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú?  ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo porque éste cumplió con su obligación?  Así también ustedes cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó digan: 'No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer' ".

Palabra del Señor.

Hablemos de la Fe

Autor: P. Ángel Ortiz Vélez

Los apóstoles le piden a Jesús: "Señor, auméntanos la fe".  La fe es una de las virtudes teologales recibidas en el bautismo.  Es una virtud esencial en la vida del creyente pero suele estar un poco ausente en nuestras predicaciones o catequesis.  Creo necesario que hablemos de la fe.

Según la carta a los Hebreos (11, 1) : "La fe es garantía de lo que se espera y la prueba de las realidades que no se ven". ¡Y lo creemos porque Dios no nos engaña!  El Papa Francisco, en carta enviada a Eugenio Scalfari (fundador del períodico La Repubblica), nos dice:  "La fe, para mí, nació del encuentro con Jesús.  Un encuentro personal, que tocó  mi corazón y dió una nueva dirección y un nuevo sentido a mi existencia.  Pero, al mismo tiempo, un encuentro que ha sido posible gracias a la comunidad de fe en la que he vivido y por la cual pude llegar a comprender la Sagrada Escritura, tuve acceso a la vida nueva que brota a borbotones de Jesús a través de los sacramentos, a la fraternidad con todos y al servicio de los pobres, verdadera imagen del Señor"¹.

En esta sociedad en la que vivimos, que valoriza lo material, lo práctico, lo que se puede demostrar, es necesario ver que la fe se mueve en la dirección contraria o sea: nos hace mirar las realidades que no se ven y que, por las palabras de Jesús, las esperamos.  Esa fe hay que cultivarla con la oración y al celebrar la Eucaristía.

Seamos conscientes de que la Eucaristía y la fe son dos realidades inseparables.  Al reunirnos para celebrar la fe en cada Eucaristía, lo hacemos con Cristo que ha muerto y ha resucitado: así nos ha abierto el camino a una vida nueva.  Lo recibimos en su cuerpo y sangre como alimento para sustentar nuestra fe.  Así también compartimos con otros creyentes: para sentirnos acompañados en nuestro caminar por esta vida.

Pidámosle a Jesús en nuestra oración personal y en cada Eucaristía: "Señor, auméntanos la fe".

¹  20 sept 2013  "Hablemos de la fe: carta a quien no cree" L'Osservatore Romano pag. 6 #38 
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