Autor: P. Harry López Vázquez
Muchas veces los hombres le preguntamos a Dios: ¿Señor qué quieres que yo haga? La respuesta es fácil y sencilla: Ama. Para el cristiano, la ley del Amor es un imperativo. No se es cristiano sino se ama, o de otra forma, si amo soy cristiano. Cuando Jesús nos mandó a Amar no puso condiciones al amor. Esto es: hay que amar a todos y siempre. Sí, a todos (incluyendo a los que nos hacen mal) y siempre.
En griego hay tres palabras distintas para referirse al amor. La que se usa para hablar del amor del cristiano es el "ágape", cuya característica principal es la entrega, la donación. Como diría san Pablo a los corintios: es una fuerza que empuja al hombre. En 1 Cor 13, nosotros usamos adjetivos para calificar el amor pero en el texto original en griego Pablo usa cinco verbos, con los que está señalando el amor como una fuerza que realiza en el hombre una serie de acciones positivas.
En definitiva, el amor cristiano es la fuerza de Dios que mueve a obrar igual que Él obra. Por lo tanto, es la acción del Espíritu Santo en nosotros lo que nos lleva a amar. Para amar como Dios quiere, para amar como Dios manda, tengo que tener el Espíritu Santo en mí. Tengo que abrir mi corazón a Dios, dejar que Él venga a mí, me bañe con su sangre; quite mi corazón de piedra (que es egoísta y miserable) y me dé un corazón de carne donde habite Él y el Amor sea el Rey.
No seamos miserables a la hora de amar, dejemos que Dios nos mueva. Dejemos que el Espíritu Santo gobierne en nuestras vidas. Seamos verdaderos hijos de Dios porque nos amamos.