Autor: P. Harry López
Jesús compara el reino de los cielos con un banquete de bodas. El rey es Dios Padre, el novio es Cristo, los invitados, primero los judios y los nuevos invitados: la humanidad entera.
Dios Padre ha querido invitar a todos los hombres, empezando por el pueblo de Israel, a su casa, al reino de los cielos. El motivo es que su hijo, con su obediencia, se ha desposado con la Iglesia: Jesus ha rescatado al genero humano y ha unido su vida a la vida del hombre. Esta es la causa de la alegría del Padre.
Todo hombre es invitado a esta fiesta. Es por esto que los criados salen a cruces de camino: allí es donde se unen los cuatro puntos cardinales -norte, sur, este y oeste - con esto se da a entender que la invitación es universal.
Si bien la invitación es universal hay un requisito: estar vestido de fiesta. No debe extrañarnos que el rey repare a uno que no tiene vestido de fiesta porque en aquella época el anfitrión, entre otras cosas, tenía que proveer la ropa de fiesta a los invitados por lo tanto el que no tiene traje de fiesta es porque lo ha rechazado.
Este hombre sin vestido de fiesta representa a los hombres que quieren entrar en el reino de Dios pero a su manera, sin revestirse de Cristo. Son los que hacen las cosas a su manera, los que en su dureza de razón no obedecen a Dios y quieren vivir una religión a su manera.