Parroquia San Miguel Arcángel
No es coincidencia que este fin de semana tengamos la fiesta de Pentecostés y las Iglesias tengan la oportunidad de abrir sus puertas para la celebración de la Eucaristía. Es el signo de que Dios nos envía por el mundo como Iglesia por el soplo del Espíritu Santo. Pero este tiempo de gracia y altamente significativo debe llevarnos a pensar, ¿qué tipo de Iglesia queremos ser a partir de esta experiencia del Covid-19? No podemos ser la misma Iglesia que entró en sus hogares hace dos meses atrás; no podemos seguir iguales. Por ello, en este día el Espíritu Santo regala a la Iglesia un nuevo aliento de vida: para esto Dios envía su Espíritu y renueva la faz de la tierra.
Después de esta experiencia debemos salir fortalecidos. Sigamos el ejemplo de los discípulos que entraron a la casa por miedo a los judíos, pero salieron fortalecidos por el Espíritu. El aliento del Espíritu renovó y fortaleció el corazón de los apóstoles a anunciar el Evangelio a todas las gentes. Salieron a compartir lo que el Evangelio fue sembrando en sus corazones; sus experiencias con Jesús de Nazaret. De igual forma nosotros como Iglesia debemos salir fortalecidos de este encierro. Compartir nuestra esperanza con aquellos que la necesitan.
Este aliento del Espíritu debe hacernos más conscientes de nuestra pertenencia al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Después de este sufrimiento sin la Eucaristía, sin la confesión, sin la misa, sin las reuniones de grupos, debemos aprender a atesorar a aquellos que están a nuestro lado en la Iglesia. El Espíritu hoy nos regala una nueva vida; una vida para combatir la envidia entre nosotros; el carerrísmo parroquial; la soberbia parroquial, entre tantos más. ¡Todos somos iguales! ¡Todos somos los hijos e hijas de Dios! Ante los ojos de Dios no hay distinción: somos un solo cuerpo y Espíritu en Cristo.
Hoy Dios repuebla la Iglesia con el aliento de su Espíritu y le encomienda la misión de anunciar la paz a sus hermanos. Somos portadores de la esperanza, de la paz y del consuelo. No somos profetas de calamidades que pronostican un futuro sin remedio. Anunciamos que Dios es Amor, que él es el ventilador de nuestro corazón. Anunciamos que el Espíritu Santo transforma la vida de los que buscan a Dios. Anunciamos que él renueva nuestros corazones y que en él tenemos la oportunidad para una vida nueva por la misericordia de Dios. Esta es la paz que nos trae el Espíritu; el nuevo aliento que Dios nos regala como Iglesia.
Podremos tener miedo por lo que puede suceder, por la incertidumbre de la economía, de la salud, de la sociedad y de nuestros estilos de vida. Todo eso es válido, pero como hombres y mujeres de fe debemos asumir estas realidades desde la vida del Espíritu. Es decir, nuestros miedos no pueden ser mayores a nuestra fe, a nuestro amor y esperanza en Dios. Al contrario, debe ser nuestra respuesta y nuestra paz. Somos la Iglesia peregrina que lleva las arras del Espíritu. Hemos sido sellados; consagrados por Dios en el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Santa Trinidad. Por eso ten ánimo, eres parte de la Iglesia que anuncia el amor de Dios. Que María Santísima, la llena de gracia, nos lleve a escuchar las palabras del Espíritu en esta nueva etapa.