Vicario Parroquia San Miguel Arcángel
“Él os mantendrá firmes hasta el final” (1 Cor 1, 8). Este domingo empezamos el tiempo litúrgico del adviento. El mismo consta de cuatro semanas que nos preparan para la gran fiesta de la navidad. Las primeras dos semanas se habla acerca de la venida del Señor y las últimas dos nos narran la encarnación del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de la Virgen María. Contemplaremos la promesa del Mesías, la salvación y liberación de Israel de sus enemigos. Estas promesas se hacen carne en Cristo Jesús, Señor y Dios nuestro. Él es el Salvador prometido que ha venido a salvarnos del Pecado y de la muerte. Por último, el adviento nos introduce en un tiempo de expectativa en el retorno glorioso de nuestro redentor. Pero ¿qué es el adviento para el cristiano de hoy? ¿Qué es el adviento? El adviento es un tiempo de espera y de expectación. Así como los primeros israelitas esperaban la venida del Mesías nosotros como cristianos esperamos la aparición gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. Aquel que vino en la debilidad humana retornará glorioso para juzgar a vivos y muertos. Por medio de esta pedagogía de la fe Dios nos hace una pregunta contundente: ¿en quién esperas?
La sociedad de hoy día es ajena a la esperanza. Vivimos sumidos en un mundo agitado por la rapidez de las horas y de los trabajos. Es un frenesí que no nos permite ni tan siquiera disfrutar de los momentos que nos regala la vida. El ser humano de hoy no le gusta detenerse, sino que está acostumbrado a que se le resuelva en el momento. Sin embargo, esto es un peligro porque no ha pasado por la experiencia de la espera.
Para crecer en la fe es necesario alimentar la esperanza. Vivimos en un mundo que dice tener fe, pero su esperanza realmente deja mucho que desear. La fe se prueba en la espera y crece en el itinerario de la santidad. En efecto, esto nos debe llevar a una pregunta, ¿Qué tanta fe tengo en lo que espero? San Pablo dijo a Timoteo en un momento difícil de su vida “yo sé en quien tengo puesta mi fe” (2 Tim 1, 12). Por tanto, el tiempo de adviento es un momento para renovar nuestra confianza en Dios y colocar nuestra fe en él.
En estos tiempos difíciles que enfrentamos es crucial esperar en el Señor y no dejarnos seducir por el ajetreo del mundo. No podemos vivir como personas sin esperanza. Es necesario pedirle al Espíritu que nos recuerde que Dios es Fiel. San Pablo nos lo enfatiza en la segunda lectura de este domingo. Coloquemos nuestra esperanza en la fidelidad de Dios y todo lo demás vendrá por añadidura.