Parroquia San Miguel Arcangel- Cabo Rojo P.R.
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“El tesoro escondido”

7/26/2020

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Rev. D. José L. Ocasio Miranda
Parroquia San Miguel Arcángel, Cabo Rojo

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo”, dice el Señor. Este tesoro es el encuentro con Cristo: mi relación con el Señor. El precio del Reino de los Cielos es dejar atrás el reino del pecado para introducirnos en una vida nueva. Pero ¿Cómo encontrar ese tesoro? ¿dónde empezaremos a cavar para encontrar ese tesoro?

Debemos empezar a preguntarnos por los tesoros que tenemos en nuestra vida. La primera lectura del libro de los Reyes nos lo hace ver con la subida al trono del Rey Salomón. Éste joven rey lo tenía todo. Tenía ciertamente un gran tesoro en sus manos. Entre sus tesoros tenía dinero, oro, tierras, concubinas, un gran ejercito y prosperidad. Lo interesante es que Salomón ante tanta riqueza reconoció su verdadera riqueza: Yahvé, Dios. Salomón sabía que esa riqueza no le pertenecía, sino que ellas eran un don de Dios. Por eso pidió a Dios un corazón sensato para guiar con sabiduría todo lo que se le había confiado. Yahvé, Dios, se complació en la petición de Salomón. Así, no solo le dio sabiduría sino también riquezas y poder.

Nosotros al igual que Salomón debemos pedir esa sabiduría de administrar nuestros bienes. Ciertamente lo que tenemos es producto de nuestros esfuerzos. Pero debemos recordar las palabras del apóstol San Pablo, “¿qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste ¿de qué te glorías?” (1 Cor. 4, 7) Cuando administramos nuestros bienes como don de Dios; como una responsabilidad que ha sido depositada en nuestras manos, podremos adquirir mayores bienes. Esto nos ayudará a no apegarnos a las cosas materiales sino a servir por medio de ellos a aquellos que queremos. De este modo damos gloria a Dios como lo hizo Salomón con su sabiduría al pueblo de Israel.

Cuando nos apegamos a los bienes materiales de esta vida, perdemos de vista las gracias que Dios nos quiere regalar. Dios nos ha regalado, familiares, amigos, ministerios, en fin, muchas cosas y personas valiosas. Pero cuando nuestro corazón esta apegado a la cuenta de banco, al carro, a la casa o a la chequera podemos perder de vista el valor de los que nos rodean. Incluso podemos utilizar a los que tenemos a nuestro lado para adquirir lo que deseamos. Por eso el Señor nos llama a encontrar el valor de aquello que nos ha dado. Nos pueden servir de ejemplo los primeros cristianos que ante la asechanza de la muerte por las persecuciones en el imperio Romano decían, “morir antes que pecar; morir antes que entregar el sentido de mi vida; morir antes que traicionar al Señor”. De la misma forma nosotros debemos decir: morir antes que entregar el tesoro que Dios me ha dado.
 
Nosotros también estamos llamados a defender el tesoro que Dios nos ha dado. Tendremos dificultades para defender lo que hemos encontrado en el corazón; aquello que Jesús por el Espíritu ha depositado en nuestro interior. No nos dejemos arrebatar la alegría del Evangelio. Nos decía san Pablo en un calabozo de Roma: “¡Os lo repito estén alegres en el Señor!” (Flp. 4, 4). Nuestro combate cristiano esta sostenido por la promesa del Señor. Reconociendo que “para los que aman a Dios todo le sirve para bien” (Rom. 8, 28). Nuestras luchas tienen un sentido profundo de santidad. Peleamos con la fe contra los espíritus malignos, contras las tentaciones y malos pensamientos. Luchamos con la gracia de Cristo para que el tesoro de la alegría no sea arrebatado de nuestras manos. ¡En tus manos cristiano esta la alegría de Cristo Jesús! ¡No te la dejes arrebatar!

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“El trigo y la cizaña en nuestro corazón”

7/19/2020

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Rev. D. José L. Ocasio Miranda
Parroquia San Miguel Arcángel, Cabo Rojo

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“Si quieres conocer a alguien, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama, pues por su amor conocerás lo que hay en su corazón”, dice san Agustín. Como una continuación del domingo anterior, el Señor nos sigue proponiendo las parábolas del Reino. En este domingo decimosexto el Señor nos presenta como crecen en nuestro corazón las cosas buenas y las cosas malas. Por medio de la parábola del trigo y la cizaña Dios nos muestra su paciencia para con nosotros. El Señor no se da por vencido, no corta todo lo que sembró, sino que deja que tanto el trigo como la cizaña crezcan juntos. Dios no quiere el mal, pero lo tolera porque sabe que de allí puede sacar algo mejor. Pero pide de nosotros un discernimiento atento para identificar las cosas malas de las buenas. En fin de cuentas, la pregunta del Señor en este domingo es contundente, ¿Qué esta creciendo en mi corazón?

Nuestro corazón es como el campo de la parábola. El Señor ha sembrado en nuestro interior la buena semilla del Reino. Pero, nuestro enemigo el diablo, no quiere que la buena semilla del Reino crezca. Por eso introduce la cizaña para que aquello que el Señor sembró se eche a perder. Sin embargo, distinguir el trigo y la cizaña es un trabajo arduo, ya que ambos parecen buenos. ¿Cómo identificar el uno del otro? Por medio de un proceso de discernimiento. Muy bien dijo el Señor, “por sus frutos los conocerán” (Lc 6, 43).


Para hacer un proceso de discernimiento debemos conocer la semilla que Dios nos ha colocado en el corazón. Conocemos esa semilla por la sensatez de la fe, la relación con Dios en los sacramentos, la oración, la caridad y los frutos del Espíritu. San Pablo nos habla de estos frutos: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Gal 5, 22-23). Este es el trigo que el Señor ha sembrado en nuestro corazón y son los frutos que debemos esperar de esa buena semilla. Cuando nuestra vida se nutre por esos frutos estamos llevando una vida auténticamente cristiana. Ciertamente en ocasiones tendremos dificultad en vivirlas, ya que somos débiles, pero eso no debe ser motivo desanimo. Si hay desanimo o no vemos unos frutos a pesar de los medios y esfuerzos, hay una cizaña que debemos arrancar.

¿Cómo identificamos la cizaña? Aunque el trigo y la cizaña se parecen se pueden distinguir por sus frutos. El trigo da un fruto real mientras que la cizaña da un fruto aparente. En nuestra vida espiritual debemos tener la astucia de identificar las cosas vanas que traen más dolor de cabeza que paz. Incluso, debemos identificar aquellas personas, hoy diríamos tóxicas, que entran a nuestro corazón e identificar aquellas cosas que siembran. Si una persona induce en nuestro corazón el odio, la guerra, la murmuración, la desidia y los malos pensamientos ciertamente el maligno lo esta utilizando para destruir nuestro interior.

Jesús nos ha dado este tiempo para discernir aquellas cosas que son buenas en nuestra vida cristiana y desechemos aquella cizaña que no permite que progrese nuestra vida espiritual. Hoy san Pablo nos dice que el Espíritu nos da la gracia para pedir lo que nos conviene. Pidamos al Espíritu que arranque toda cizaña que haya sido sembrada en nuestro corazón.

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“La Palabra de Dios florece en todo corazón”

7/12/2020

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Rev. D. José L. Ocasio Miranda
Parroquia San Miguel Arcángel, Cabo Rojo

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Dice un antiguo refrán “cosecha vientos y tendrás tempestades”. El significado de esta frase popular nos remite a las consecuencias de nuestras acciones. Ciertamente la frase esta en negativo, pero si la contemplamos desde un punto de vista divino nos tiene mucho que decir: “cosecha la Palabra de Dios y tendrás la salvación”. Cuando Dios nos habla a través de su Palabra se nos siembra en el corazón la buena nueva de la esperanza.

Una de las enseñanzas que podemos sacar del evangelio de este domingo es que la Palabra de Dios siempre rendirá su fruto. Dice el Evangelio que el sembrador salió a sembrar. Sin embargo, los que conocen un poco de agricultura, notarán que nuestro sembrador no siembra propiamente, sino que lanza la semilla. Esto es un poco ilógico ya que la semilla necesita un proceso saludable para que de su fruto. Lo interesante del caso es que creció en todo tipo de tierra, aunque al final no diera frutos por las razones que ya menciona el evangelio. ¿En qué debemos fijarnos? Que al igual que la semilla fue lanzada y creció; el evangelio es proclamado y siempre crece en el corazón.  Nosotros estamos llamados a anunciar la Palabra de Dios. Cada cristiano es como el sembrador. Lanza con su vida el mensaje de Jesucristo por medio de palabras u obras. Constantemente estamos en la misión de anunciar el Evangelio.

El Señor espera unos frutos de la Palabra que ha colocado en nuestros corazones. Cada uno al final del día deberá presentar ante el Señor los frutos que cosechó. Ya lo decía Yahvé, Dios, por los labios del profeta Isaías, “no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo” (Is 55, 11). Los frutos son nuestras obras, buenas o malas.

Los buenos frutos de la Palabra de Dios germinan por la vida en el Espíritu Santo. San Pablo nos habla acerca de estos frutos: “el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, dominio de sí” (Gal 5, 22-23). Pero también el apóstol nos habla acerca de esos frutos malos que no permiten a la Palabra de Dios germinar en nuestro corazón como lo son la “fornicación, la impureza, el libertinaje, la idolatría, la hechicería, los odios, la discordia, los celos, las iras, las rencillas, las divisiones, las disensiones, las envidias, las embriagueces, las orgías y cosas semejantes” (Gal 5, 19-21). Debemos pedir al Espíritu que arranque todo abrojo, mala hierba y cizaña que no permita el crecimiento de la Palabra de Dios en nuestra vida. El Espíritu siembra y cultiva nuestra relación con Dios. Prepara el corazón y lo dispone para recibir con agrado la Palabra del Señor.

Por último, esto nos debe llevar a reflexionar como cristianos. ¿Qué espíritu estoy cultivando en mi vida y en la vida de los que me rodean? ¿Estoy sembrando vientos o estoy sembrando la Palabra de Dios? ¿Siembro el amor o el odio? ¿Qué estoy sembrando con mis comentarios y mis actitudes? ¿Cómo estoy llevando la Palabra de Dios a mi vida y a la de los demás? En nuestro corazón se ha colocado la semilla de la Palabra de Dios. No la desperdiciemos con cosas que en el fondo no valen la pena ni nos dejan ser felices. Si hay alguien que quiere sacar lo mejor de ti: ese es Dios.  
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“El descanso de nuestro corazón”

7/5/2020

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Rev. D. José L. Ocasio Miranda
Parroquia San Miguel Arcángel, Cabo Rojo


“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré”, dice el Señor. Jesús nos invita a colocar nuestras fatigas en su Sagrado Corazón. Nos llama a cada uno de nosotros a presentarle nuestras luchas, nuestros agobios y nuestras tristezas. El Señor cambiará, en la medida que se lo permitamos, nuestras tristezas en alegría. El domingo es el día que el Señor separa para nosotros para poder depositar nuestros cansancios y agobios del día a día. Es increíble cómo esta única hora de la semana sirve para dar sentido a los seis días de la semana. Para aprovechar el domingo al máximo el Señor en el evangelio nos propone tres cosas: orar, alabar y descansar.


El Señor nos invita a orar. Es la primera acción que Jesús hace en el evangelio. Da gracias al Padre por los sencillos y los humildes. Cuando oramos hablamos con Dios. En ella presentamos nuestra acción de gracias al Señor. Nosotros como discípulos, como hijos e hijas de Dios estamos llamados a orar como el Señor lo hacía. Muchas veces escuchamos quejas y agobios de los demás e incluso de nosotros mismos. La pregunta no es cómo solucionarlo o cómo responderle. La pregunta es ¿se lo hemos presentado al Señor? ¿le hemos dicho cómo nos sentimos? Esa es la actitud de la fe. La fe nos debe mover siempre a hablar con el Señor y confiar en él en los momentos de la prueba.


Esa fe nos debe llevar a alabar al Señor. Por la fe entramos en un diálogo sereno con el Padre que está en los Cielos. Reconocemos su grandeza y las maravillas que quiere hacer en nuestras vidas. No somos huérfanos Dios vigila nuestros pasos. “Dios conoce nuestras entradas y salidas” (Ps. 128, 1). La plegaria de Jesús en el Evangelio nos recuerda que en el Cielo esta el Padre, que nos cuida y nos protege. Esto nos da confianza ya que nuestra vida no esta en las manos de cualquiera sino en las manos de Dios. El salmista nos lo recuerda también: “El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas” (Ps. 144, 8-9). Por eso mira al Cielo y encontrarás a Dios que se preocupa por tus necesidades y ansiedades. Mira al Cielo y encontrarás a Dios que quiere ser parte de nuestras vidas.


Una vez oramos y alabamos podemos descansar porque hemos depositado nuestras angustias en las manos del Señor. Pero también es una oportunidad para realizar una reflexión y preguntarnos, ¿dónde estoy descansando? Muchas veces creemos que descansar es hacer nada, ir a la playa, al centro comercial, ver televisión entre tantas actividades más que son necesarias. Pero el descanso que el Señor nos propone es otro que no se limita a un descanso físico, sino un descanso del espíritu. Nuestros espíritus andan inquietos con muchas situaciones, cosas que nos quitan la paz y la tranquilidad. Ejemplo claro de ello son los temblores, la pandemia, las crisis económicas y mundiales. Estamos en un tiempo de turbulencia que un tiempo de vacaciones no resuelve porque el cansancio no es físico sino interior.


El Señor nos ofrece un descanso interior, un descanso que nada ni nadie nos puede dar fuera de él. Si la gente conociera la paz del Señor dejarían sus competencias, sus envidias, soberbias y agobios en las manos de Dios. De nada nos sirve un tiempo de paz si el corazón esta en guerra. No sirve de dada no una vida sin problemas si el corazón lo llevamos atormentado por los problemas del diario, por las personas que nos hacen daño y el trabajo que día a día nos quita las fuerzas del corazón y del cuerpo. Por eso, hoy el Señor te pregunta, ¿dónde descansa tu corazón? ¿dónde desahogas tus penas? ¿dónde llevas tus problemas? Hoy el Señor te propone descansar en él: “venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
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Pidamos al Señor ese descanso del espíritu que tanto necesitamos. Coloca en las manos del Señor las inquietudes del corazón. No hay lugar más alto, más grande que el corazón misericordioso de Dios. No existe lugar más seguro para nuestros corazones que el corazón de Jesús. Por eso ten ánimo, cuando nuestras preocupaciones están en las manos de Dios no hay temblor, ni enfermedad que nos pueda quitar la paz y el sosiego. 
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