Parroquia San Miguel Arcángel, Cabo Rojo
“Si quieres conocer a alguien, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama, pues por su amor conocerás lo que hay en su corazón”, dice san Agustín. Como una continuación del domingo anterior, el Señor nos sigue proponiendo las parábolas del Reino. En este domingo decimosexto el Señor nos presenta como crecen en nuestro corazón las cosas buenas y las cosas malas. Por medio de la parábola del trigo y la cizaña Dios nos muestra su paciencia para con nosotros. El Señor no se da por vencido, no corta todo lo que sembró, sino que deja que tanto el trigo como la cizaña crezcan juntos. Dios no quiere el mal, pero lo tolera porque sabe que de allí puede sacar algo mejor. Pero pide de nosotros un discernimiento atento para identificar las cosas malas de las buenas. En fin de cuentas, la pregunta del Señor en este domingo es contundente, ¿Qué esta creciendo en mi corazón?
Nuestro corazón es como el campo de la parábola. El Señor ha sembrado en nuestro interior la buena semilla del Reino. Pero, nuestro enemigo el diablo, no quiere que la buena semilla del Reino crezca. Por eso introduce la cizaña para que aquello que el Señor sembró se eche a perder. Sin embargo, distinguir el trigo y la cizaña es un trabajo arduo, ya que ambos parecen buenos. ¿Cómo identificar el uno del otro? Por medio de un proceso de discernimiento. Muy bien dijo el Señor, “por sus frutos los conocerán” (Lc 6, 43).
Para hacer un proceso de discernimiento debemos conocer la semilla que Dios nos ha colocado en el corazón. Conocemos esa semilla por la sensatez de la fe, la relación con Dios en los sacramentos, la oración, la caridad y los frutos del Espíritu. San Pablo nos habla de estos frutos: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Gal 5, 22-23). Este es el trigo que el Señor ha sembrado en nuestro corazón y son los frutos que debemos esperar de esa buena semilla. Cuando nuestra vida se nutre por esos frutos estamos llevando una vida auténticamente cristiana. Ciertamente en ocasiones tendremos dificultad en vivirlas, ya que somos débiles, pero eso no debe ser motivo desanimo. Si hay desanimo o no vemos unos frutos a pesar de los medios y esfuerzos, hay una cizaña que debemos arrancar.
¿Cómo identificamos la cizaña? Aunque el trigo y la cizaña se parecen se pueden distinguir por sus frutos. El trigo da un fruto real mientras que la cizaña da un fruto aparente. En nuestra vida espiritual debemos tener la astucia de identificar las cosas vanas que traen más dolor de cabeza que paz. Incluso, debemos identificar aquellas personas, hoy diríamos tóxicas, que entran a nuestro corazón e identificar aquellas cosas que siembran. Si una persona induce en nuestro corazón el odio, la guerra, la murmuración, la desidia y los malos pensamientos ciertamente el maligno lo esta utilizando para destruir nuestro interior.
Jesús nos ha dado este tiempo para discernir aquellas cosas que son buenas en nuestra vida cristiana y desechemos aquella cizaña que no permite que progrese nuestra vida espiritual. Hoy san Pablo nos dice que el Espíritu nos da la gracia para pedir lo que nos conviene. Pidamos al Espíritu que arranque toda cizaña que haya sido sembrada en nuestro corazón.