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Vivamos como la Sagrada Familia de Nazaret

12/30/2018

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Por Francisco Javier Colominas Campos
www.betania.es
En estos días de Navidad, días que hemos procurado todos vivir en familia, nos acercamos al portal de Belén, vemos a Dios que ha nacido hecho niño y está acostado en un pesebre, y vemos junto a Él a María y a José. Por eso, en este domingo dentro de la octava de Navidad la Iglesia celebra la solemnidad de la Sagrada Familia. En este mundo nuestro en el que el tema de la familia es tan delicado y sobre el que se habla tanto, la liturgia nos muestra el modelo de todas las familias cristianas: Jesús, José y María, la familia de Nazaret.


1. Dios nace y se educa en una familia. En Navidad celebramos que Dios se hace hombre, y asume todo lo que es propio del ser humano. Si hay algo que forma parte indispensable del ser humano es la familia. Todos hemos nacido y nos hemos educado en una familia, para después formar muchos su propia familia. La familia ha sido y sigue siendo fundamental para cada uno de nosotros, pues de la familia hemos recibido la educación primera y más importante, en ella hemos forjado nuestra propia personalidad, en nuestra familia nos apoyamos cuando tenemos alguna necesidad, y en familia celebramos los acontecimientos más importantes de nuestra vida. Pues del mismo modo que para cualquier persona humana la familia es importante, Dios, al tomar la condición humana, nace también en una familia. Escuchamos en el Evangelio de hoy la responsabilidad de María y de José como padres de Jesús, en su vida diaria y oculta en Nazaret. Es hermoso imaginar cómo Jesús, desde su nacimiento, iría educándose y creciendo de la mano de María, su madre, y de san José. De ellos aprendería tantas cosas, como cualquier niño, y sus padres irían formando poco a poco la naturaleza humana de Jesús. Dios nace y se educa en una familia, como cualquier persona, pues Dios se hizo hombre con todas sus consecuencias.
2. La familia hoy. La familia de Nazaret se convierte para nosotros en modelo de nuestra propia familia. Ellos nos enseñan cómo vivir en familia, nos descubren la importancia que nuestros padres y familiares tienen para nosotros. Pero cuando miramos cómo están las familias hoy en día descubrimos que ciertamente pasan por dificultades y crisis serias. No hay conciencia hoy de la importancia que tiene la familia, y tampoco se favorece que crezca esta importancia en la conciencia de las nuevas generaciones. Hoy no se valora a los ancianos, ni se buscan medidas que protejan a los más pequeños, incluso a los no nacidos. No hay medidas de ayuda a la maternidad, ni a las familias numerosas. No se favorece la conciliación entre el trabajo y la familia. Y así es hoy muy frecuente encontrar familias que sufren, que pasan por crisis a veces muy duras. Es fácil hoy conocer a muchos padres que sufren a causa de sus hijos, a matrimonios que rompen con facilidad la convivencia conyugal, a mujeres que sufren agresiones por parte de sus maridos, hijos que son maltratados por sus padres… Y ante todo esto, la Iglesia nos muestra a la Sagrada Familia de Nazaret como modelo y ayuda para las familias de hoy. Es necesario, hoy especialmente pero también todos los días del año, rezar mucho por las familias, por la nuestra propia y también por las familias que sufren por motivos tan diversos. Que María y José, junto con Jesús, ayuden a todos aquellos que tienen serias dificultades familiares.
3. La Iglesia, la gran familia de los hijos de Dios. Pero no sólo tenemos la familia carnal. Hay otra familia mucho más grande y también muy importante para nosotros: es la familia de la Iglesia. Porque todos somos hijos de Dios por medio de Jesucristo, todos somos también hermanos. Y por tanto, todos los cristianos distribuidos por todo el mundo somos miembros de una misma familia que es la Iglesia. Esta familia se concreta para cada uno de nosotros en nuestra parroquia. Aquí hemos de vivir los mismos valores que vivimos en la familia, como son la solidaridad, la ayuda mutua, la formación… Y como cualquier familia, la Iglesia también se reúne alrededor de una mesa para celebrar los acontecimientos más importantes y para compartir el día a día de la vida de familia. La mesa alrededor de la cual se reúne la familia de la Iglesia es el altar de la Eucaristía. Cada domingo nos reunimos los cristianos para celebrar lo mejor que tenemos en nuestra familia: el amor de Dios Padre que se nos manifiesta en el Hijo.
En este domingo, solemnidad de la Sagrada Familia, no nos olvidemos de dar gracias y de rezar por nuestra familia, pero también por tantas familias que sufren por causas tan diversas. Que todos nosotros, hijos de Dios por Jesucristo, nos sintamos miembros de la familia de la Iglesia, que en ella aprendamos a vivir el amor, a compartir y a ayudarnos mutuamente, viviendo entre nosotros lo que hoy nos enseña la Sagrada Familia de Nazaret.
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María, destello de la Navidad

12/23/2018

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Por Javier Leoz
www.betania.es

1.- Poco margen tenemos, en el presente año, entre el IV Domingo de Adviento y la Natividad del Señor. Pero, incluso en ese corto espacio, María emerge como la gran figura de esta liturgia que nos llevará, mañana ya, a la Solemne Misa del Gallo. No podía faltar, María Madre de Dios, como aquella que nos trae al Salvador en este tiempo de adviento que es periodo de espera y especialmente en este Año de la Fe…entrañas que nos trae al que es el centro de nuestro credo: CRISTO!
2.- Con María, llegó la expectación. ¡Todo está a punto de cumplirse! El “sí” de aquella mañana en Nazaret, nos traerá en las próximas horas al Dios con nosotros. Creyó, esperó y se brindó a todo lo que Dios le pidió. ¿Se puede aguardar más de una mujer que fue un cheque en blanco para el Señor?
María, la mujer que se vació totalmente para Dios, está llena a rebosar del Espíritu. Colmada de las promesas que nuestros antiguos confiaban en ver. Seremos nosotros los que en el día de Navidad, contemplemos cara a cara lo que ha germinado en el interior de una Virgen.
3.- A Ella, y no lo olvidemos, le debemos la primera Navidad. ¿Cómo celebrar cristianamente estos próximos días? ¿En dónde poner el acento? ¿Cómo conseguir que Dios siga naciendo en nosotros? En María, tenemos la respuesta. Sus actitudes, su forma de ser, su personalidad y su figura, nos dan el tono para desarrollar la melodía que a Dios más le gusta. No lo dudemos, en María, se dan una serie de virtudes y de gracias que, al imitarlas, damos con el secreto y en el clavo para complacer a Dios y para hacer el Evangelio realidad.
¡Sí! Con María llegó la esperanza. No podemos dejar de lado a ninguna de las dos: ni a María, porque es fuente de esperanza, ni a la esperanza, porque es la mejor radiografía de una mujer que amó en su corazón y con locura a Dios, mucho antes que recibirlo en sus propias entrañas.
4. ¡Qué gran pórtico el de la Navidad! ¡María Virgen! Celebremos con gozo santo estos próximos días. Dejémonos guiar por esta estrella que ilumina los senderos que conducen a Belén. Miremos a esta mujer que, siendo pequeña, es grande y confidente en cuanto que nos enseña a renovar nuestras personas para que Dios pueda también en nosotros nacer.
Miremos hacia el cielo ¿No la veis? ¿Quién ha dicho que solo aparecerá una estrella en el amplio universo? Hoy, en este cuarto domingo de adviento, María es también un destello que marca los compases del caminante que quiere marchar sin detenerse hacia Belén.
6.- Que apuremos estas últimas horas. Preparemos, por supuesto, el encuentro familiar: la mesa, los dulces, el calor, el belén o el árbol. Pero, que entre todo ello, no olvidemos lo más importante. Dios para nacer necesita de un corazón bien dispuesto. Que cuando llegue en las próximas horas encuentre también una oración en nuestras casas. Que los villancicos sean un distintivo musical de estas jornadas, que además de familiares, son días de fe. En definitiva, ya que Dios sale a nuestro encuentro en un Niño que se mueve en los fondos de Santa María, que salgamos también nosotros alegres, llenos de fe, preparados, convertidos y dispuestos a que sean unas navidades santas y cristianas.
3.- ¡DÁNOS TU FE, MARIA!
Para que Dios nazca en nosotros sin pedir nada a cambio
y, sea nuestro corazón,
una cálida cuna donde Jesús encuentre cobijo y consuelo.

¡DÁNOS TU FE, MARIA!

Para que, en estas horas de santa tensión,
donde el cielo y la tierra juegan a juntarse
podamos también nosotros hambrear
el manjar de Amor que se sirve en Belén.

¡DÁNOS TU FE, MARIA!

Queremos que, Tú, seas una puerta
por la que podamos entrar
y disfrutar del Misterio de Dios humanado.
Una puerta que, cuando se abra desde fuera
entendamos y comprendamos
que es Dios quien lo hace desde dentro
que es Dios quien tira desde el cielo.


¡DÁNOS TU FE, MARIA!
Para que no vacilemos ni en el amor ni en la fe
Para que nos pongamos en camino hacia Aquel que viene
Para que seamos heraldos de la Buena Noticia
Para que, el Niño que quiere salir de tus entrañas,
encuentre aquí y ahora
hermanos que le amen, le ayuden y le sigan.


¡DÁNOS TU FE, MARIA!
Para que Dios esté pronto con nosotros
Para que nosotros, pronto estemos con El
Para que creamos, aun sin ver
Para que aún sin ver, creamos por encima de todo.


¡DÁNOS TU FE, MARÍA!
Sólo así, podremos vivir, celebrar
cantar y festejar el encanto de la Navidad.
Sólo así, en este Año Santo de la Fe,
podremos conocer, sentir, vivir,
amar, testimoniar y celebrar
al DIOS que viene pequeño por Navidad.

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Un poco de alegría, por favor.

12/16/2018

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Por: Javier Leoz
www.betania.es

No es noticia, ya no lo es, que en algunas ciudades sus regidores (dígase gobernantes) se han empeñado tanto en simplificar o descristianizar tanto las luces de estas fechas que, en vez de luz, dan pues… eso: pena. Parece como si, con la cantidad de problemas que tenemos, con los momentos de oscuridad que estamos viviendo, algunos –los que mandan- se empeñaran además en quitarnos lo que la iluminación navideña ha de ser y significar: alegría.

1.- Un poco de alegría, por favor. ¡Es el Domingo de Gaudete! Y, la Navidad, porque el Señor viene nos despierta y nos levanta. No es un júbilo simplón ni superficial. Sabemos que, el Nacimiento de Cristo, marcó un antes y un después en la historia de la humanidad y para aquellos que, lo estamos preparando en este Adviento, es también una inyección de optimismo, esperanza, de agrado o de ilusión: estamos contentos porque, el Señor, sigue naciendo en el pesebre de la humanidad; aunque, algunos, se empeñen en vivir de espaldas a Él o, tal vez, ser más felices e ir de “guay” con el solsticio de invierno, que con Aquel que es mucho más que ese cambio, primavera, otoño y hasta el mismo verano: Jesucristo.
2. Un poco de alegría, por favor. ¡Que viene el Señor! Y este mundo nuestro es un campo minado por todos los lados. En la sociedad (donde brota la desconfianza), en la clase política (cuando se creen redentores de todo lo humano), de la familia (que ha dejado mayormente transmisora de la fe) o en la misma Iglesia (cuando no es fuerte frente a las pruebas, la crítica o la incomprensión). ¡Cómo no va a venir el Señor! Necesitamos de su presencia como aquel hogar en el que, después de muchos años, volvieron a escucharse las sonrisas a millares porque había nacido un primogénito. El mundo, por si lo hemos olvidado, es ese hogar en el que –desde hace algún tiempo- el laicismo beligerante y retorcido se empeña en apagar el llanto o el gorjeo de un Niño que ha sido fuente de inspiración de poetas, músicos, artistas y del mismo villancico. No podemos exigir a los que se empeñan en vivir la Navidad con cara semi-acontecida que la vivan cristianamente. Ni tan siquiera podemos pretender que, otros que hablan de “espíritu navideño”, den un paso adelante y tengan la experiencia de unos días con Jesús el del pesebre. Pero ¿y nosotros? ¿Cómo la vivimos? ¿Ya pregonamos el secreto de la Navidad? El hecho de que algunas ciudades sean adornadas con aderezos que no dicen nada y que afean más que embellecen, no significa el que nosotros no podamos manifestar hacia fuera lo que, en nuestras casas, se vive por dentro: el Nacimiento de Cristo. Recuerdo siempre cuando, en una Navidad en Belén de Palestina, no había casa donde en la ventana o en el balcón, no destellara una estrella de cinco puntas encendidas. SI los cristianos no encendemos la luz de Navidad, no esperemos que sean los ayuntamientos (muchas veces sin luz interior alguna) los que nos recuerden lo qué celebramos en estos días: ¡La alegría de un Dios que sale a nuestro encuentro!
3. Los padres de la Iglesia escribieron “Cristo ha venido a animar una fiesta en el corazón de la humanidad”. Aquí está “la prueba del nueve” ¿Qué es Jesús para nosotros? ¿Qué sentimientos y sensaciones produce? ¿Cómo estamos preparando la fiesta de la Navidad? Hemos comenzado, con toda solemnidad el Año de la Misericordia (hoy en la mayoría de las Diócesis del mundo se abrirá la Puerta Santa). ¿No es un motivo de INMENSA ALEGRÍA que, el gran acto, la gran apuesta de DIOS por nosotros, el mayor exponente de su misericordia haya sido precisamente que se nos ha dado, totalmente, en Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre? ¿Cómo vamos a responderle a semejante apuesta? ¿Tal vez un poco de alegría? Comencemos pues…a sonreír. Dios se le merece.

4.- MI ALEGRÍA ERES TÚ, SEÑOR
Vienes en silencio y tus pasos, Señor,
producen en mí, calma, seguridad y paz.
Necesito, Señor, un poco de tu mundo:
De tu gozo, para mi corazón triste
De tu alegría, para mi alma esquiva
De tu mano, en mis caminos inciertos
¡VEN, SEÑOR!
Y hazme recuperar la alegría perdida
El gusto por vivir, despertando cada mañana
La esperanza en tanta hora triste
Porque Tú, Señor, eres alegría
haz que mis dos ojos brillen
con el resplandor de la felicidad
con el encanto de la fe
con la virtud de la caridad
MI ALEGRÍA ERES TÚ, SEÑOR
Porque vienes y te sientas a mi lado
Porque compartes mi condición humana
sabiendo lo frío, que tantas veces,
se encuentra mi corazón y mi pensamiento.
Porque, siendo Dios, apuestas fuerte por mí
Porque, estando en el cielo,
plantas tu tienda
en medio de tanta incertidumbre y viento
que sacude a nuestro viejo mundo
MI ALEGRÍA ERES TÚ, SEÑOR
Por eso te doy gracias y bendigo tu nombre
Espero tu llegada y preparo mi interior
Anhelo la Noche Santa de la Navidad
y afino las cuerdas de mi alma,
 con la verdad, la espera, el silencio,
la humildad o la vigilancia.
Sólo sé, mi Señor, que mi alegría
con tu llegada y por tu Nacimiento
eres Tú, Señor.
Amén

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Santa María del Adviento

12/8/2018

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Por José María Martín OSA
www.betania.es

1.- Madre de la esperanza. María es la figura principal del Adviento. Preparó su morada para la llegada del Salvador. Y esto fue así gracias a su disponibilidad para hacer la voluntad de Dios. En este segundo de Adviento celebramos a María porque ella nos ayuda a preparar también nuestro camino interior para recibir a Jesucristo en nuestro corazón. Cuando el Señor Dios llamó Adán, empezó la historia de la salvación. El relato del Génesis es dramático, pero nos abre a la esperanza. Si el Señor nos habla, es garantía de salvación. El pecado está en el hombre. El pecado no fue un simple “error gastronómico”, sino una ambición desmesurada, un deseo de igualarse a Dios y vivir con total autonomía. Y el pecado no fue solamente de un tal Adán y una tal Eva, que no eran nadie, sino del “hombre” y “la madre de los vivientes”, que son contemporáneos de todos los tiempos. Cuando Dios interviene, el hombre toma conciencia de sus heridas, pero también por primera vez se abre a la esperanza. En la lucha contra el mal una nueva mujer con su hijo saldrán victoriosos y repartirán entre todos los frutos de la victoria. María es la mujer que esperó siempre en Dios, que volcó en El su corazón, que dio testimonio de su fe y que entregó su vida a la causa de Dios. Ella lo llevó en su seno, también nosotros en cierto modo debemos acogerlo en nuestro interior. ¿Quién mejor que ella puede enseñarnos a esperar con confianza y alegría?
2.- Llena de gracia y Madre acogedora. María, aquella muchacha de Nazaret, confió en el Señor Por eso está “llena de gracia", que significa "llena del favor de Dios". La Inmaculada, la que nunca estuvo sujeta a la esclavitud del pecado, fue objeto de todas las complacencias divinas. Pero también fue la mujer más libre y responsable, sin condicionamientos de un mal pasado, capaz de asumir una función especialísima en la historia de nuestra salvación. Su maternidad fue efectivamente responsable, fue madre porque quiso serlo. María acogió al Mesías deseado por todo el pueblo y soñado por todas las mujeres de Israel. En ella llega a su culminación la esperanza de todos los hombres y mujeres del mundo.
3. –María nos lleva a Jesús. María es la "nueva Eva". Eva es seducida y engañada por el orgullo y el ansia de dominio. Se dejó seducir por el pecado y fue sometida al yugo de la violencia, del temor, de la tristeza, de la culpabilidad, de la ignorancia y de la tiranía. María también es seducida, pero es por el Amor de Dios. Por eso recibe del ángel este mensaje lleno de confianza: "no temas". María". María, humilde y confiada, libre y obediente es el prototipo de la mujer nueva, el principio de la nueva humanidad basada en el amor y en la confianza en la voluntad de Dios. María quiere alimentarse de la Palabra de Dios, no de otras cosas pasajeras o engañosas. María se contrapone a Eva, salva a Eva, la rehabilita. Eva transmite dolor y esclavitud, María ofrece liberación y gracia. La "llena de gracia" vence al mal y nos invita a nosotros a asociarnos con ella en la lucha. Sabemos que el Señor "está con nosotros". La fiesta de la Inmaculada, al comienzo de este tiempo es un estímulo para nuestra "espera confiada". María tiene una misión importante en la Iglesia porque es Madre y modelo de la Iglesia. Nuestra devoción a María debe llevarnos a su Hijo Jesucristo: "Haced lo que Él os diga". Todo lo que tiene, todo lo que es María le viene de Cristo. María es la primera cristiana. Es un estímulo para nosotros, cristianos del siglo XXI.

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Vivamos con esperanza: Jesús viene a liberarnos

12/1/2018

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Por José María Martín OSA
www.betania.es

1.- Tiempos de crisis. Comenzamos un nuevo año litúrgico. Nuestro mundo actual está hecho de violentos contrastes. Los maravillosos progresos de la tecnología no van acordes con lo que parece ser un estancamiento o retroceso de la cultura y la moral. Este mundo podría ser mejor, pero sólo Dios le dará la perfección total al fin de los tiempos, porque ni la vida personal ni la manera de ver el mundo tiene sentido si no damos cabida a Dios entre nosotros. En Judá, en tiempo de Jeremías los jefes políticos y religiosos vivían de espaldas a Dios. Confiaban más en las alianzas con los grandes imperios que en Dios. Se olvidaron de la ley y de las tradiciones del pueblo. Los reyes históricos decepcionaron las esperanzas que en ellos había puesto el pueblo. Jeremías avisa de que sólo volviendo a Dios vendría la salvación. Por eso anuncia una Alianza nueva. A partir de ahora la ley del Señor no permanecerá externa a su pueblo –grabada en piedras o escrita en un libro--, sino que será una fuerza interior infundida en el corazón humano. Dios está dispuesto a perdonar al pueblo. Promete que no faltará a David un sucesor. Este es el “vástago legítimo”, que hará justicia y derecho en la tierra. Anuncia la llegada de los “tiempos mesiánicos”. Dios multiplicará la descendencia de David. Jeremías no dice cuándo sucederá esto. Nosotros sabemos quién va a realizar la instauración de estos nuevos tiempos. Es Jesús quien hará realidad la “Nueva Alianza” sellada con su sangre.
2.- Firmes en la esperanza. Pablo pide a los Tesalonicenses que sean fieles a La alianza para agradar a Dios. Les exhorta a que aspiren a la santidad. Es a la vez un ruego y un llamamiento apremiante a progresar poco a poco y crecer día a día hasta la meta final, que es la llegada del Señor, acompañado de todos sus santos. Deben mantenerse firmes y sin mancha. Desea que el Señor los fortalezca para cuando vuelva Jesús. Más adelante les dirá que debe velar y ser sobrios. Pero no se trata de meterles miedo, porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. La esperanza cristiana se abraza con el amor en su dimensión universal, llegando más allá de toda frontera, de toda discriminación y de todo condicionamiento. Hay muchos cristianos desanimados porque no ven a los jóvenes participando en la Eucaristía, otros se sienten desconcertados ante la falta de valores y la desintegración de muchas familias, hay quien está decepcionado porque ve una Iglesia demasiado instalada y alejada del Evangelio. Ante esto optan por la pasividad o resignación y niegan cualquier posibilidad de cambio. Hoy la Palabra de Dios nos alerta para que nos demos cuenta de que Jesús, el Hijo del Hombre, viene a liberarnos de todas nuestras dudas e incertidumbres. Él es nuestra justicia y nuestra salvación.
3.- Se acerca nuestra liberación. El tren de la esperanza va a pasar por delante de nosotros, no lo perdamos, subamos a él y valoremos todo lo bueno que vamos encontrando en nuestro camino. Siendo nosotros también liberadores, justos, alegres y solidarios podremos hacer que todos los que en él viajamos podamos construir la nueva humanidad que tanto anhelamos.
Los cristianos debemos aprender a interpretar los momentos más difíciles de nuestra historia como pasos que nos llevan a la liberación. “Orad incesantemente”, nos dice Jesús mismo. Sin un diálogo permanente con Dios en cada instante de nuestra vida es imposible captar las Sorpresas de Dios hoy y las de mañana. El creyente sólo se mantiene disponible a la sorpresa de Dios si habla con Dios siempre: durmiendo, levantándose, en la soledad y en la compañía, en el trabajo y en el descanso, en las alegrías y en las desolaciones, en el encuentro y en la crisis. Sólo en la oración podremos encontrar una respuesta adecuada a la sorpresa de Jesús, que nos trae la liberación de todo aquello que nos ata o nos oprime.

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