Parroquia San Miguel Arcangel- Cabo Rojo P.R.
Búscanos en Facebook
  • Inicio
  • Nuestra Parroquia
  • Horarios
  • Avisos
  • Vida Parroquial- Fotos y Videos
  • Blog - Fe Viva
  • Contáctenos

March 31st, 2024

3/31/2024

0 Comentarios

 
Alejandro Carbajo, CMF
https://www.ciudadredonda.org

Queridos hermanos, paz y bien.
¡Ha resucitado el Señor! Es para lo que nos hemos estado preparando durante toda la Cuaresma.  Para esto hemos acompañado a Jesús en la Última Cena, en la Cruz y en el sepulcro. Es el final de un camino, y el comienzo de otro, nuevo, lleno de esperanza.

A lo largo de este tiempo, seguramente ha habido momentos buenos y malos. Como siempre en la vida. Incluso ahora, sabiendo el final, nos puede ocurrir lo que le sucedió a María Magdalena y a las mujeres. Cuando estábamos más a gusto con Jesús, se nos muere. Parece el final del camino. Pero sólo lo parece. No lo es. Perdemos la esperanza, la ilusión, porque únicamente vemos la tumba vacía. Y en las tumbas, generalmente, huele mal.

El peso de la losa también abate la certeza de que somos buenos, de que merecemos la pena. La piedra nos aplasta la autoestima. Nos dan ganas de llorar, porque hemos sido cobardes, porque nos hemos dejado quitar al Señor, por no haber vivido cada momento, por haber perdido el tiempo y no haber disfrutado más de la amistad con el Señor. Nos preguntamos, como las mujeres, “¿quién nos quitará la losa del sepulcro?”, ¿quién nos resolverá los problemas?

Pues la celebración de hoy nos recuerda que no tenemos nada que hacer en el sepulcro, que no hay que llorar más, porque todo es nuevo. Los hechos que recuerda Pedro en la primera lectura no fueron meras imaginaciones. Ocurrieron de verdad. Y la resurrección confirmó esas palabras y esos hechos de Jesús. Ya no queda espacio para la pena, porque Dios nos sonríe, por medio de Cristo, el Resucitado. Al final, todo se coloca en su lugar. La tristeza del Viernes Santo se torna en alegría. Lo que parecía imposible, lo que se vivía como un fracaso, se convierte en una victoria impensable para el hombre, pero posible para Dios.

Y hoy también se nos recuerda que renace la esperanza, porque Cristo nos la ha devuelto. Todo puede volver a empezar. Y mejorar. Puedes creerlo, porque todos los signos se han cumplido, ya nunca más estarás solo, porque el Señor va contigo, te acompaña y te sostiene, te recuerda que tienes otra oportunidad, y que nada te puede detener. Ni siquiera la muerte.

Es el momento de dar gracias a Dios, porque el pecado es lo único que ha quedado muerto y bien enterrado. Cristo tomó todos los pecados del mundo sobre sus hombros, y con ellos murió. Al volver a la vida, los dejó allí abajo, en el sepulcro. El Padre nos ha perdonado, perdónate tú también. Y perdona a los que te han ofendido. Sé un instrumento de la paz y el perdón de Dios.

Vivimos tiempos difíciles. Es fácil sentir miedo, sobre todo cuando vemos cómo el terrorismo golpea donde menos nos lo esperamos, o las guerras no acaban. Y la enfermedad nos ronda, a nosotros o a nuestros conocidos. Pero en el corazón del creyente no hay lugar para el temor. Porque Dios está con los hombres. Todo lo que nos puede dar miedo, causar temor, lo podemos superar. Ríete de tus miedos, incluso de la muerte, porque te podrán hacer daño, podrás sufrir, pero no podrán contigo. Porque ni la muerte pudo con Cristo. Ya se preocupó Dios de ello. Ya se preocupa Dios por cada uno de nosotros. El amor es lo que tiene. Se te quiere, aunque no lo sientas siempre, aunque creas que no te lo mereces, aunque no lo sepas. Vete y haz tú lo mismo.

Ama, porque el amor te hace inmortal. El amor de Jesús lo hizo eterno. Ama, y los que reciban tu amor serán capaces de resucitar contigo. Vamos a dar testimonio. Alégrate hoy y todos los días. Porque Dios está contigo, y siempre lo estará. No dejes que las malas hierbas arraiguen en tu corazón y en el mundo. Más bien, siembra semillas de amor, semillas de Dios. La misión de Cristo no ha terminado. Comprométete con la causa del Reino. Sé testigo, y deja que el ángel abra el sepulcro de tu corazón para que salga con toda la fuerza el amor.
​

Los Apóstoles pudieron ser testigos porque compartieron con Él la vida, el camino, el pan y el vino, todo. No se convirtieron en testigos por ser del todo perfectos, sino por esa experiencia de haberse sentido amados por el Señor. Por eso pudieron comunicarla a todos los que andan buscando la Verdad. Nosotros somos de los suyos, por eso estamos aquí. Que sepamos ser también testigos fieles. A pesar de no ser perfectos. Como los Apóstoles. ¡Ha resucitado el Señor!

0 Comentarios

Realmente, este hombre era Hijo de Dios

3/24/2024

0 Comentarios

 
Alejandro Carbajo, CMF
https://www.ciudadredonda.org


Queridos hermanos, paz y bien.

Después del camino cuaresmal, por fin nos llega el Domingo de Ramos. Dejando de lado el dicho popular (Domingo de Ramos, el que no estrena nada, no tiene manos), para los creyentes es el comienzo del momento más importante del año litúrgico. Cada uno nos hemos preparado mejor o peor, según nuestras posibilidades. Con la celebración de hoy damos comienzo a la Semana Santa. Es el pórtico de esta semana. Una semana especial, en la que escucharemos distintas invitaciones.

Porque la celebración de este día es un auténtico pregón de la Semana Santa. La Iglesia nos invita a centrar nuestra mirada en Jesús para contemplar lo que Él significa para cada uno de nosotros. Es una llamada a la contemplación de los misterios centrales de nuestra fe: por la pasión, muerte y resurrección de Jesús la humanidad ha sido salvada y nosotros, los creyentes, hemos resucitado con Él y en Él por el bautismo.

No es un día, quizá, para predicar mucho. Ya de por sí, la celebración es larga, y habla por sí misma. Pero, por otra parte, algo hay que decir. Se empieza a concretar todo lo que hemos vivido durante las cinco semanas de Cuaresma. La Liturgia nos ha ido llevando y hoy, a las puertas de Jerusalén, contemplamos al Salvador que llega en un modesto borrico.

No lo hace en un poderoso caballo, rápido y elegante, tirando de un carro de guerra, con todo tipo de armas. No llega para acabar con todo los que se le oponen por la fuerza. Más bien, para comenzar un nuevo reino de servicio, de amor y de paz. Es lo que podemos leer en la profecía de Zacarias (¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, Salvador y humilde. Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna. Zac 9,9). El asno, símbolo del servicio, es la señal de que empieza algo nuevo. Servir, llevar la carga de los demás, como hace el asno.

La lectura de Isaías nos reafirma en la imagen de un Mesías distinto, que no responde a la violencia con violencia. Con la ayuda del Señor, todo lo soporta. Escucha la Palabra, y puede decir algunas palabras de aliento. A pesar de todo. Se puede caer en el pesimismo – Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? – pero siempre hay salida.

A veces, esa salida exige mucho esfuerzo. Lo sabe bien el mismo Jesús, como nos recuerda la segunda lectura: actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Es la consecuencia de la Encarnación. Hombre hasta el final, con todas las consecuencias. En el mundo como uno más, pasando frío y calor, hambre y sed, alegrándose y llorando con y por sus amigos. Muriendo por todos y cada uno, nos abrió las puertas de la salvación.

Para que pensemos en ello, quizá, la Liturgia nos presenta en este domingo la Pasión de Nuestro Señor. El Viernes Santo no celebramos la Eucaristía, y, de esta manera, en la Misa, recuerdo del sacrificio de Cristo, escuchamos este relato que, de otro modo, quedaría fuera.
No por conocido, el relato de la Pasión deja de impresionar. Si lo leemos despacio, cada vez podemos captar algún detalle que nos toque especialmente. Porque se pasa de aclamar a Jesús a pedir su muerte. Casi sin solución de continuidad.

Podemos tratar de leer el relato de la Pasión, colocándonos en el lugar de los distintos protagonistas. Sentirnos Pilatos, por las ocasiones en que, ante los problemas ajenos, nos lavamos las manos, pensando que “no es mi problema”. Revisar nuestro “pasotismo” ante lo que nos rodea, por ejemplo.

O podemos colocarnos entre la multitud que, por la presión de los sacerdotes y fariseos, piden la libertad de un bandido, Barrabás, en vez de pedir la libertad de Jesús. En cuántas ocasiones nos dejamos llevar por la presión social, por el “qué dirán”, por quedar bien ante nuestros amigos, familiares, conocidos…

Ver las cosas desde el punto de vista del centurión no estaría mal. Reconoce, aunque tarde, que Jesús era el Hijo de Dios. En demasiadas ocasiones tardamos en ver las cosas como son. Nos fiamos mucho de lo que “ya sabemos”, de lo que “ya hemos hecho”, nos cuesta aceptar las novedades.

Pero, sobre todo, tenemos que intentar ver las cosas desde el punto de vista de Jesús. A pesar de todo, siempre dispuesto a aceptar la voluntad de Dios. Hasta la muerte. Perdonando a lo que le condenaban, a los que le traicionaron – todos – y siendo el puente entre Dios y nuestra salvación. Ver a todos con la mirada de Dios.

La misión del Señor no ha terminado. Está en marcha. Continúa caminando hacia nosotros, porque quiere estar cerca de todos. Cerca de los jóvenes, de los obreros, de los enfermos, de los ancianos y, claro, más cerca de todos los pobres, que son sus preferidos. El Señor camina también hacia ti. Quiere encontrarse contigo. Quiere que sepas reconocerle y acogerle, porque quiere que cenes con Él. Le gusta siempre la cercanía y la intimidad. Debo salir a su encuentro. No le puedo decepcionar.

¿Acaso no podemos nosotros también aportar nuestra contribución al triunfo de Jesús? No es algo imposible. Nosotros, que vivimos hoy en día, podemos prestar nuestra ayuda, no para facilitar la entrada de Jesús a Jerusalén hace unos dos mil años, sino para su retorno glorioso al fin de los tiempos. No se trata de hacer grandes cosas. Es suficiente que creamos en Jesús, Señor de Universo, nuestro redentor y nuestro Juez que viene a recompensar los justos y castigar a los malos.
​

¡Que la Virgen María, que estuvo también en la entrada de Jesús en Jerusalén, nos ayude mediante su intercesión y sus consejos, para que, siempre, podamos compartir el camino con Cristo!

0 Comentarios

Ha llegado la hora

3/17/2024

0 Comentarios

 
Alejandro Carbajo, CMF
https://www.ciudadredonda.org

Queridos hermanos, paz y bien.
Entramos en la quinta semana de la Cuaresma. A siete días del domingo de Ramos, y a catorce de la Pascua. Cada vez más cerca. No ha llegado la hora, pero está llegando. Seguimos en camino, acompañados por la Liturgia.

Esta semana, otra vez, podemos meditar sobre las relaciones de Israel con su Dios, o mejor, de cómo Dios no abandona a su pueblo. En esta ocasión, versión Jeremías. Como todos los profetas, recuerda la alianza que existía desde antiguo, a la que Israel prometía ser fiel, pero siempre acababa traicionándola. Como cada vez, las consecuencias fueron terribles para ellos. Y cada vez, en vez de mostrarse como un Dios resentido o vengativo, procede a dar otra oportunidad, porque Él no actúa como los hombres. Promete una Nueva Alianza, que no será frágil y temporal, sino fuerte y definitiva.

La historia del pueblo de Israel puede ser nuestra propia historia. Prometer mucho y no conseguir hacer nada, confesarse una y otra vez de los mismos pecados, puede llevar al pesimismo. Pero, a pesar de todo, lo prometido por Dios ha comenzado a realizarse. Y en lo profundo de nuestro corazón está escrita la Ley del Señor y, desde allí, va creciendo lentamente, sin que sepamos muy bien cómo. Esa semilla es débil, necesita muchos cuidados y ayuda, pero puede dar mucho fruto.
Vivir, para nosotros, los creyentes, no es fácil. Lo sabe bien Jesús, que pasó por esta vida como uno más. No se quedó allá arriba, a contemplar nuestros problemas. No nos salva desde las alturas, a distancia, sino que se encarnó, para recorrer el camino de la vida junto a nosotros, sus hermanos. A pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Compartió el pan, se hizo “compañero” de camino. Por eso sabe lo que nos cuesta ser fieles, por eso podemos confiar en Él, porque nos ayuda en ese camino, su carga es llevadera y su yugo es suave (cfr. Mt 11, 28-30). No pide cosas imposibles, cuando invita a seguirlo. Él mismo se sintió tentado de seguir a Jesús o, por lo menos conocerlo, querían los griegos de los que habla el Evangelio. No era una curiosidad «teórica». Después de haber oído mucho sobre Él, seguramente querían saber cómo pensaba y, quizá, de qué manera podían seguirlo. Nosotros, ¿pensamos que ya lo sabemos todo, o seguimos interesándonos por Jesús? ¿Le buscamos, o estamos sentados, sin más?

Esos griegos no se acercan directamente a Cristo. Comprenden que no es fácil acercarse al Maestro, sin pasar por la comunidad. Por eso, entran en contacto con los apóstoles, para que éstos los lleven a Jesús. La comunidad cristiana como medio para llegar a Él. ¿Cómo es mi comunidad? ¿Abierta, expansiva, misionera? ¿O cerrada, sin ganas de acoger a nadie? ¿Testigos de la Luz o “guardianes del calabozo”?

¿Qué descubrieron los griegos, estando cerca de Jesús? Probablemente vieran a un hombre entregado a una causa, la causa del Reino de Dios. Una causa por la que estaba dispuesto a morir. Porque muriendo se vive plenamente, conforme a los planes de Dios. Es lo que debe hacer la semilla, para dar fruto. Por eso, toda la vida la vida de Jesús fue un ir muriendo poco a poco, entregándose a la voluntad del Padre, para acabar ofreciendo su existencia en la cruz. Eso fue lo que vieron y aprendieron los griegos, viviendo con Jesús.

Todo proceso de siembra, todo crecimiento implica trabajo, sufrimiento, sudor, dolor. A veces, lágrimas. Nuestra propia formación, como personas, como profesionales, como cristianos, incluso. Pero siempre con esperanza: porque queremos ser mejores, porque deseamos ser cada vez más parecido a lo que deberíamos ser. El ejemplo de Dios Hijo y su Palabra son la fuente de esa esperanza.

El Hijo de Dios muere para dar vida. No sé si lo podemos entender del todo. Sólo podemos contemplar ese misterio y asistir sobrecogidos a ese sacrificio de amor. Es el momento de preguntarnos si queremos seguir y servir a Jesús. Responder con amor a ese amor. Estar cerca de Él, como los griegos, y que vaya creciendo la atracción hacia Él cada día más. Sobre todo, para saber a qué debemos morir.  El mundo en que vivimos no favorece mucho la entrega a los demás. Parece que cada uno mira por lo suyo. Y, sin embargo, cuando hay una catástrofe – tsunamis, terremotos, incendios, accidentes… – la solidaridad se dispara. Contra la “ley de la selva” está la “ley del amor”. A pesar de todo, otro mundo es posible.
​

Conocer de verdad a Jesús significa renunciar a nosotros mismos, a nuestros prejuicios, Dejar que sea Dios el que marque el camino, según su voluntad. Pedirle a menudo, para que nos dé lo que estamos necesitando. Después de querer conocerlo y de aprender a renunciar a uno mismo, seguir avanzando, reconociendo el gran amor que el Padre nos ha tenido, para hacer una sociedad mejor. Muriendo un poquito cada día.

0 Comentarios

Tanto amó Dios al mundo.

3/10/2024

0 Comentarios

 
Alejandro Carbajo, CMF
https://www.ciudadredonda.org


Queridos amigos, paz y bien.

Llegamos al cuarto domingo de Cuaresma. Parece que fue ayer Miércoles de Ceniza, y ya estamos en la cuarta semana. Es el domingo “Laetare”, en el que las antífonas del Misal Romano nos invitan a la alegría. “Alégrate, Jerusalén, reuníos todos los que la amáis, regocijaos los que estuvisteis tristes para que exultéis; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos.” La oración colecta y la oración sobre las ofrendas también hacen referencia a la alegría. (“Haz que el pueblo cristiano se apresure, con fe gozosa y entrega diligente, a celebrar las próximas fiestas pascuales.” “Señor, al ofrecerte alegres los dones de la eterna salvación, te rogamos nos ayudes a celebrarlos con fe verdadera y a saber ofrecértelos de modo adecuado por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.”) Que no se nos olvide la alegría.

Vayamos con las lecturas. El Libro de las Crónicas intenta explicar por qué Israel, el pueblo elegido fue desterrado, el templo de Jerusalén destruido y la esperanza, perdida. A pesar de los avisos, de las advertencias lanzadas a lo largo de muuuuchos años, por medio de distintos profetas, el pueblo no fue fiel. Se burló de los profetas, los maltrató y se apartó de los caminos de Dios. Con plena conciencia. Ese pueblo se dejó llevar por las costumbres de los gentiles. Qué curioso, se podría decir que como hoy, en nuestros días. Es más fácil hacer caso a lo que dicen en las redes sociales que a lo que dicen en las iglesias. Y hacer lo que hacen todos, vivir como viven todos, es más cómodo que destacar en la masa. Se ve que la tentación viene de antiguo. Los Mandamientos, que meditábamos la semana pasada, nos dan la pauta. No es fácil, pero es posible cumplirlos.

Al alejarse de Dios, al querer vivir a su manera, los israelitas se convirtieron en esclavos de sus propios ídolos. El deseo de ser libres sin Dios los llevó a ser cautivos de sus impulsos. Esa es la mala noticia. La buena, que Dios nunca los abandonó. A pesar de su dura cerviz, de la sequedad de su corazón. Se aproxima el regreso a la Tierra Prometida. El rey Ciro encarga a los supervivientes la reconstrucción del templo, para que el pueblo tenga de nuevo su lugar de culto. No hay situación, por complicada que sea que el Señor no pueda resolver. Todo lo puede. Incluso acabar con odios antiguos y romper con las cadenas del pecado que atan a sus hijos. Basta con confiar y seguir sus mandatos. Responder al amor de Dios con fe.

De lo que supone vivir lejos de Dios y lo que Él ha hecho por nosotros habla la Carta a los Efesios. El pasaje que hemos oído hoy nos recuerda cómo estamos salvados, por pura gracia y no por nuestros méritos. Sin la fe y sin la ayuda de Dios, estaríamos muertos. Aunque viviéramos muy bien. Pero resulta que ya no hay que hacer nada para conseguir la vida eterna. Cristo, muriendo en la cruz, lo hizo todo ya. Parece que la pregunta que hizo el joven rico, en su momento: “¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?”, está ya contestada. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que Él nos asignó para que las practicásemos (Ef 2, 10). Démonos prisa en hacer el bien. Responder al amor recibido con amor.

El Evangelio nos trae un fragmento del diálogo entre Jesús y Nicodemo. Los temas centrales son la fe y las obras para conseguir la salvación. Cuando Moisés levantaba la serpiente de bronce en el desierto, era necesario mirarla para ser curado. Ahora, cuando miramos a Cristo en la cruz, es preciso creer en Él, para tener vida y tenerla en abundancia (Jn 10,10). Desde lo alto de la cruz, Jesús nos dice que la persona que ha logrado vivir en plenitud es la que se ha hecho esclava por amor. Amor hasta dar la vida por los hermanos. En el caso de Jesús, literalmente.
Se nos habla del juicio, que tendrá lugar no sólo al final de los tiempos, sino que tiene lugar ya hoy. La luz ya ha venido al mundo, y de cada uno de nosotros depende aceptarla o no. Porque Dios nos ha amado mucho. Hay decisiones que nos acercan a lo que Dios quiere, y otras que llevan a la muerte eterna.

En todo caso, Jesús se ha hecho presente para ser fuente de salvación, reflejo del amor de Dios. Nos extiende su mano, para ser la luz que nos rescata de las tinieblas. Hay libertad para aceptar o no esa luz. Pero si se acepta, hay que actuar conforme a la verdad y a lo que Dios nos inspira. ¿De qué manera? Creyendo. Creyendo en la Luz. En este mundo predominan las sombras. Pero, a pesar de todas las injusticias, a pesar de que los que parecen triunfar son los “malos”, creer que vivimos en un mundo amigo. Aunque muchas veces nos parezca que Dios está muy lejos, que estamos “dejados de la mano de Dios”, aunque estemos pasando un purgatorio, reconocer que Dios, por medio de Cristo, ha preparado todo para que podamos salvarnos. Creer que, a pesar de todo, podemos dormir tranquilos.

Si resulta que vivo en un mundo amigo, si Dios está de mi lado, debo plantearme mi papel en este mundo. En lo que queda de Cuaresma, por ejemplo, me puedo plantear si contribuyo a aumentar la luz del mundo, o hago que las tinieblas se espesen. Puedo también revisar cuánta luz y cuántas sombras hay en mi vida, en mi familia, en mi comunidad, en las organizaciones en las que participo… Como seguidor de Cristo, tengo que ser una luz que ilumine a los que están en tinieblas, sin conocer a la Luz.

No siempre será fácil. En muchos lugares, ser luz implica la posibilidad de perder el prestigio social (defender la vida frente al aborto o la eutanasia, o la fidelidad en el matrimonio entre hombre y mujer, v.gr.), perder el trabajo o, incluso, la vida. Nos lo recuerdan los mártires que cada año mueren, sin ir más lejos, al participar en las celebraciones de Pascua o Navidad en algunos países de Asia o de África. Pero para ellos es mejor morir por Cristo que alejarse de su luz. Que sepamos siempre estar cerca de la Luz. Que no la apartemos de nuestra vida. Que seamos reflejo de esa luz para muchos otros. Aunque nos cueste. Está en juego nuestra vida eterna.

0 Comentarios

Comentario al Evangelio del domingo, 3 de marzo de 2024

3/3/2024

0 Comentarios

 
Alejandro Carbajo, CMF
https://www.ciudadredonda.org

​Muchos creyeron en su nombre
Queridos hermanos, paz y bien.

Hemos dejado atrás el desierto (las tentaciones, primera semana de Cuaresma) y la montaña (la Transfiguración, segunda semana de Cuaresma). La Liturgia nos pone en suerte hoy los Mandamientos, que, seguramente, conocemos desde pequeñitos. Acostumbrados a estudiarlos de corrido, quizá nos hayamos acostumbrado a tenerlos de fondo, como algo que está bien, pero que no nos afecta demasiado. Total, ni robo, ni mato, ni “nada de nada”, como dicen algunos al confesarse.

Se nos olvida que los Mandamientos hay que entenderlos desde su origen: el recuerdo de la esclavitud en Egipto, la liberación y el deseo de vivir según unas normas que permitan constituir una sociedad distinta a la egipcia. Sin faraón, y con Dios. Sin esclavitud, y con libertad. Sin desigualdades, y con igualdad. Sin muerte, y con vida. La sociedad, el mundo que Dios quiere para todos. No es ya un catálogo de pecados graves a evitar, como piensan muchos.

En realidad, los Mandamientos, aunque algunos opinen de otra manera, siguen estando vigentes. Todos. Jesús, lejos de derogarlos, viene a darles sentido y plenitud. Son una muy buena forma de contrastar nuestro estilo de vida con lo que Dios quiere de nosotros. Los diez. Aquí no hay posibilidad de ir eligiendo, como si del menú de un restaurante se tratara. Éste me gusta, éste no tanto… Todos afectan a todos. Desde el Papa hasta la última de las abuelitas en una parroquia perdida en el fin del mundo.

Esta primera lectura nos recuerda que para Israel sólo debía haber un Dios. Esas palabras del Señor a su pueblo nos las dice hoy también a cada uno de nosotros. Los “diosecillos” que el mundo nos puede ofrecer no pueden ser los que dirijan nuestra vida. Es verdad que parecen muy atractivos, pero ni el dinero ni el placer ni el poder traen la verdadera felicidad. El Dios único, que se manifestó en la persona de Jesucristo, es el que debe dirigir nuestro existir, configurar nuestros valores, dar sentido a nuestra vida. Ésta es la verdadera y eterna alianza que Dios ha hecho con nosotros, sellada con la sangre de su Hijo, para que seamos fieles hasta el final.

Sabemos que Jesús resumió los Diez Mandamientos en dos, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (Mt 22, 33-34.) Quizá por eso sería bueno, antes de aprender – o enseñar – de memoria el Decálogo, aprender a sentir el amor de Dios, hablar de ello y predicarlo más a menudo. Amar, parece, es el resumen de los Mandamientos. Y ese amor nos obliga a abrir nuestra mente, para poder, incluso, amar a los enemigos. Y a perdonar sin límites. Y a compartir nuestro tiempo y nuestros bienes con los hermanos. Incluso, a morir por ellos. De esto no se dice nada expresamente en los Diez Mandamientos, pero es la consecuencia de la ley del Amor, con mayúscula. Si debemos tener un corazón lleno de amor, como el Padre, y si debemos darnos en todo momento, ¿quién va a querer robar, engañar, matar, convertirse en adúltero…? Todo eso va en contra de la Ley del Amor.

Hace muchos años, en un retiro en el monasterio de Santa María, en Buenafuente del Sistal, (Guadalajara, España) el padre Ángel Moreno, capellán del monasterio, me regaló una estampita con el Cristo que preside el presbiterio y una dedicatoria que decía: “El Crucificado es el icono del amor de Dios”. Es lo que nos recuerda hoy san Pablo en la segunda lectura. La cruz no es ya un únicamente un símbolo de muerte, sino el signo del amor que va más allá de la muerte. Mirando la cruz, se ve el amor que Dios nos tiene.

Este misterio de amor no era ni es evidente para todos. Algunos judíos no veían más allá del escándalo de la muerte en cruz, reservada a los bandidos y maleantes. Los griegos, más racionales, no podían entender la muerte del Hijo de Dios para salvar a todos los hombres. E incluso para algunos cristianos existe todavía la tentación de querer explicar con argumentos lo que sólo se puede explicar desde la fe y el amor. A nadie le gusta la cruz, pero fue necesaria para llegar a la luz de la resurrección. Hay mucho que meditar en este misterio de amor.
En el Evangelio, se reflexiona sobre el templo de Jerusalén, durante la Pascua. Seguramente, era la época del año donde todo el mundo “hacía el agosto”, con la gran cantidad de sacrificios, cambios de monedas y visitantes necesitados de alojamiento que llenaban la ciudad. Ante el volumen de negocio, parece que no había nada sagrado. Ni en el interior ni el exterior del templo.

Mientras que para los judíos no pasaba nada, Jesús reacciona de forma poco pacífica. Los discípulos vieron que el celo por la casa de Dios devoraba a Cristo. Él hizo una limpieza en profundidad (los cuatro evangelistas lo recogen, debió de ser algo notable), corrigió todos los excesos, expulsando a los mercaderes a golpes, incluso a los animales y aprovechó para hablar del nuevo templo de su cuerpo. El espacio físico del templo, que era considerado como la garantía de la cercanía de Dios con su pueblo, ya no será más necesario. Se acaba con la necesidad de peregrinar a la ciudad santa para ser un buen judío. El encuentro de Dios con cada uno de nosotros ya no sucederá en un lugar determinado, sino en el nuevo templo del cuerpo de Cristo Resucitado. Ese Jesús que, tras su muerte, resucitará y al que debemos adorar en espíritu y verdad. Que está siempre con nosotros, donde dos o más se reúnen en su nombre (Mt 18, 20).

Si nos podemos encontrar con Cristo en cualquier parte, ¿para qué necesitamos las iglesias, entonces? Pues, por ejemplo, para encontrarnos con la comunidad, cada domingo, cada vez que nos juntamos para la Misa. Para tener un sitio tranquilo donde rezar, celebrar los sacramentos y recordar lo que Dios ha hecho por nosotros. Un lugar especial de referencia para todos.

Muchos creyeron en Él. Nosotros, también. Pero no todos creyeron por los motivos correctos. Algunos, al ver los milagros que hacía, no prestaron atención a nada más. Les bastaba el poder comer de esos panes y de esos peces “milagrosos”. Cuando llegó el momento de la verdad, el de subir a Jerusalén, lo abandonaron. Nosotros también nos llamamos cristianos, seguidores de Cristo. ¿Prestamos atención a su mensaje, o nos quedamos en lo externo? ¿Le seguimos porque nos relaja, o es simplemente una costumbre, o tenemos miedo de que nos pase algo, si no “vamos a misa”? La fe adulta no precisa de signos, amenazas o supersticiones. Al adulto en la fe le vale la Palabra de Jesús, y eso debe llevarle a vivirla con intensidad en el mundo y a anunciarla en medio de los hermanos.

Jesús nos conoce mejor que nosotros mismos. Es un gran privilegio, porque además nos quiere como somos, y espera que seamos mejores. Nuestro corazón es su casa. Podríamos hoy pedir al Señor que purifique nuestras motivaciones para seguir a Jesús. Que no llenemos nuestra casa con imágenes que no representan a Cristo. Que seamos capaces de dar menos importancia a todo aquello que no permite el crecimiento del Reino. Que nos podamos liberar de los ídolos que nos frenan, sean personas, cosas o afectos desordenados, de forma que podamos vivir más como Dios quiere, con más tiempo para el encuentro con Cristo, y menos excusas para no hacer lo que Él nos pide.


0 Comentarios

    Para Donaciones u Ofrendas
    Búscanos en
    ATH Móvil -
    ​Pay a Business:
    /sanmiguelcaborojo 

    Imagen

    Dale click a la Foto

    Picture

    Visita la versión digital de el semanario
    El Visitante. 
    ​Lee y auspicia el semanario católico, es una de las maneras de educarte en la fe católica.

    ​

    Dale click a la foto luego de la flecha, para migrar al semanario.
    Imagen

    Imagen

    Canal RSS


    Archivos

    Julio 2025
    Junio 2025
    Mayo 2025
    Abril 2025
    Marzo 2025
    Febrero 2025
    Diciembre 2024
    Noviembre 2024
    Septiembre 2024
    Agosto 2024
    Junio 2024
    Mayo 2024
    Abril 2024
    Marzo 2024
    Febrero 2024
    Enero 2024
    Diciembre 2023
    Noviembre 2023
    Octubre 2023
    Junio 2022
    Febrero 2022
    Enero 2022
    Octubre 2021
    Septiembre 2021
    Agosto 2021
    Julio 2021
    Junio 2021
    Mayo 2021
    Abril 2021
    Marzo 2021
    Febrero 2021
    Enero 2021
    Diciembre 2020
    Noviembre 2020
    Octubre 2020
    Septiembre 2020
    Agosto 2020
    Julio 2020
    Junio 2020
    Mayo 2020
    Abril 2020
    Marzo 2020
    Febrero 2020
    Enero 2020
    Diciembre 2019
    Noviembre 2019
    Octubre 2019
    Septiembre 2019
    Agosto 2019
    Julio 2019
    Junio 2019
    Mayo 2019
    Abril 2019
    Marzo 2019
    Febrero 2019
    Enero 2019
    Diciembre 2018
    Noviembre 2018
    Octubre 2018
    Septiembre 2018
    Agosto 2018
    Julio 2018
    Junio 2018
    Mayo 2018
    Octubre 2015
    Septiembre 2015
    Agosto 2015
    Julio 2015
    Junio 2015
    Mayo 2015
    Abril 2015
    Marzo 2015
    Febrero 2015
    Enero 2015
    Diciembre 2014
    Noviembre 2014
    Octubre 2014
    Septiembre 2014
    Agosto 2014
    Julio 2014
    Junio 2014
    Mayo 2014
    Abril 2014
    Marzo 2014
    Febrero 2014
    Enero 2014
    Diciembre 2013
    Noviembre 2013
    Octubre 2013
    Septiembre 2013
    Agosto 2013
    Julio 2013
    Junio 2013
    Mayo 2013
    Abril 2013

Con tecnología de Crea tu propio sitio web con las plantillas personalizables.