Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
En el segundo domingo de cuaresma contemplamos el Evangelio de la Transfiguración. Al leer y meditar la Palabra de Dios siempre uno aprende cosas nuevas ya que nunca pierde vigencia ni envejece. Esta vez vino a mi mente mi hermana enferma, en cama: cómo Dios la ha llevado al monte del calvario de la enfermedad.
En estos días ella me contaba que subió con su mamá a un monte para recoger piedras, bajó y volvió a subir. Me decía que se encontraba muy cansada y que no entendía por qué su mamá la había invitado a subir a ese monte. En su mente lo soñó, lo pensó y lo llevó a su realidad como si fuese verdad. Lo cierto es que Dios la ha llevado al monte en la enfermedad y su madre es la que le ayuda a subir y bajar en sus limitaciones y su dolor para estar mejor y tener un poco de calidad de vida. Dios la sostiene en ese monte.
Pensemos en el monte como lugar de prueba, de promesa, de encuentro. En la primera lectura vemos a Abraham: "Dios quiso probar a Abraham y lo llamó: 'Abraham'. Este respondió: 'Aquí estoy', y Dios le dijo: 'Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y anda a la región de Moriah. Allí me lo sacrificarás en un cerro que yo te indicaré" (Gn 22, 1-2). El Ángel de Dios lo llamó nuevamente y le dijo: "No toques al niño, ni le hagas nada" (Gn 22, 12). Abraham vio un carnero, lo sacrificó y volvió a escuchar que el Ángel de Dios lo llamó: "Porque obedeciste a mi voz, yo bendeciré, por medio de tus descendientes, a todos los pueblos de la tierra" (Gn 22, 18).
Moisés tuvo su encuentro con Dios en el Horeb (el Cerro de Dios): "Yavé vio que Moisés se acercaba para mirar; Dios lo llamó de en medio de la zarza: '¡Moisés, Moisés!' y él respondió: 'Aquí estoy' (Ex 3, 4). En el Horeb también a Elías le fue dirigida la palabra de Dios: "Sal fuera y quédate en el monte delante de Yavé" (1 Re 19, 11). Elías reconoció a Yavé en el "murmullo de una suave brisa" (1 Re 19, 12).
Ahora miremos al Monte Tabor. Jesús invitó a Pedro, Santiago y a Juan al Monte Tabor. Allí Jesús manifestó el esplendor de su gloria y le dio importancia a la Antigua Ley en las figuras de Moisés y Elías. Pedro, Santiago y Juan experimentaron un gozo tremendo. El Tabor preparó a Jesús y a los discípulos para el Monte Calvario. Allí Jesús, cumpliendo la voluntad del Padre, nos manifestó su amor al dar la vida por nosotros.
En esta cuaresma reflexiona, mira tu vida y piensa a qué monte Jesús te ha llevado y a cuantos montes tú haz subido. Ve al Monte Tabor y encuentrate con Jesús.
"Bendice, Señor, a tus fieles, con una bendición perpetua y haz que de tal manera acojan el Evangelio de tu Hijo, que puedan debida y felizmente desear y alcanzar la gloria que él manifestó a los apóstoles. Por Jesucristo nuestro Señor".