Meditemos el mensaje del Papa Francisco
Por: P. Ángel Ortiz Vélez
Hemos comenzado el tiempo de cuaresma 2015. La imposición de ceniza en nuestras cabezas marca el inicio de este tiempo penitencial de 40 días en los cuales caminamos hacia la Pascua. Se nos llama a la conversión: "Conviértanse y crean en el Evangelio" (Mc 1, 15). En su mensaje para esta cuaresma, el papa Francisco nos dice: "La cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un tiempo de gracia". Nos propone como lema: "Fortalezcan sus corazones".
Hay que pedirle a Jesús que, en medio de su desierto cuaresmal, fortalezca nuestros corazones para crecer en su amor, en su gracia y en nuestra renovación interior. Como parte de una comunidad parroquial debemos preguntarnos: ¿queremos renovarnos? ¿Queremos aprovechar este tiempo de gracia para preocuparnos más por nuestra relación con Dios y el trato a los demás? ¿Nos preocupamos por ayudar al prójimo o a nuestros hermanos más necesitados?
A la luz del mensaje del Santo Padre meditemos:
- "La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso necesitamos oír en cada cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan." Nosotros, con nuestras actitudes, podemos ser indiferentes. El tiempo de gracia cuaresmal nos hace tomar consciencia de que no debemos caer en esta tentación.
- "Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación del mundo. Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas que la historia se plantea continuamente". Reconozcamos cuán grande es el amor de Dios y respondamos a su llamado.
Hay una canción que dice: "Renuévame Señor Jesús, ya no quiero ser igual; renuévame Señor Jesús, pon en mi tu corazón. Porque todo lo que hay dentro de mi necesita ser cambiado Señor; porque todo lo que hay dentro de mi corazón necesita más de ti". Hagámosla nuestra, pidámosle al Señor que esta cuaresma sea tiempo de gracia y de renovación. La conversión no es un momento, es un proceso que dura toda la vida. Pidámosle a Jesús que nos haga de corazón fuerte y semejante al suyo.