En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". El Señor les contestó: "Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar' y les obedecería. ¿Quién de ustedes si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños le dice cuando éste regresa del campo: 'Entra enseguida y ponte a comer? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame de comer y disponte a servirme para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo porque éste cumplió con su obligación? Así también ustedes cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó digan: 'No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer' ".
Palabra del Señor.
Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
Los apóstoles le piden a Jesús: "Señor, auméntanos la fe". La fe es una de las virtudes teologales recibidas en el bautismo. Es una virtud esencial en la vida del creyente pero suele estar un poco ausente en nuestras predicaciones o catequesis. Creo necesario que hablemos de la fe.
Según la carta a los Hebreos (11, 1) : "La fe es garantía de lo que se espera y la prueba de las realidades que no se ven". ¡Y lo creemos porque Dios no nos engaña! El Papa Francisco, en carta enviada a Eugenio Scalfari (fundador del períodico La Repubblica), nos dice: "La fe, para mí, nació del encuentro con Jesús. Un encuentro personal, que tocó mi corazón y dió una nueva dirección y un nuevo sentido a mi existencia. Pero, al mismo tiempo, un encuentro que ha sido posible gracias a la comunidad de fe en la que he vivido y por la cual pude llegar a comprender la Sagrada Escritura, tuve acceso a la vida nueva que brota a borbotones de Jesús a través de los sacramentos, a la fraternidad con todos y al servicio de los pobres, verdadera imagen del Señor"¹.
En esta sociedad en la que vivimos, que valoriza lo material, lo práctico, lo que se puede demostrar, es necesario ver que la fe se mueve en la dirección contraria o sea: nos hace mirar las realidades que no se ven y que, por las palabras de Jesús, las esperamos. Esa fe hay que cultivarla con la oración y al celebrar la Eucaristía.
Seamos conscientes de que la Eucaristía y la fe son dos realidades inseparables. Al reunirnos para celebrar la fe en cada Eucaristía, lo hacemos con Cristo que ha muerto y ha resucitado: así nos ha abierto el camino a una vida nueva. Lo recibimos en su cuerpo y sangre como alimento para sustentar nuestra fe. Así también compartimos con otros creyentes: para sentirnos acompañados en nuestro caminar por esta vida.
Pidámosle a Jesús en nuestra oración personal y en cada Eucaristía: "Señor, auméntanos la fe".