Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
Dios nos acompaña en el caminar y peregrinar por este mundo y nos da o provee lo necesario para vivir y cumplir con la misión que nos encomienda a cada uno.
Veamos un ejemplo: El profeta Elías es un buen amigo de Dios que ante la realidad que le tocó vivir defendió el Yahvismo y por ende el culto al verdadero Dios. Se enfrentó a la reina Jezabel (esposa de Ajab) y en el Monte Carmelo a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal (1 Re 18, 20-40). Esto provocó que Elías tuviera que huir después de dar muerte a estos profetas pero Dios en sueños lo llamó varias veces y al despertar encontró pan cocido y una jarra de agua; comida que le dio la fuerza para caminar por el desierto hasta llegar al cerro de Dios: el Horeb (1 Re 19, 4-8).
Dios nos sigue acompañando por el desierto de esta vida y nos provee un pan que no es material. Jesús nos dice: " Vuestros antepasados comieron del maná en el desierto y murieron. Aquí tienen el pan que bajó del cielo para que coman y no mueran. Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre". Jesús se nos da, se entrega, nos provee un alimento superior al maná. Es Él mismo que se nos da como el pan de vida y alimento para la vida eterna. Jesús se nos da para dar vida a este mundo, nos revela el misterio de su entrega y donación de sí mismo como alimento que perdura. Dios provee en todo momento lo que necesitamos para vivir hoy y para siempre: es el pan de la vida que provee la vida verdadera al mundo.
Que este sermón del Pan de Vida que Jesús enseñó en Cafarnaúm nos lleve a descubrir su presencia; que en cada Eucaristía encontremos a Jesús. Comuniquemos al mundo la alegría de su presencia y transmitámosle a los demás el amor por el alimento que Dios provee cada domingo en la Eucaristía.
Meditemos:
" San Juan ha querido unir en su Evangelio la revelación del misterio eucarístico y la evocación de la Encarnación. Jesús es el pan vivo bajado del cielo para la vida del mundo (cf. Jn 6, 51). El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Esto nos lleva hasta la Anunciación, cuando el ángel del Señor comunicó la gran nueva a María y, por su consentimiento libre y amoroso, ella concibió en su seno al Verbo, por obra del Espíritu Santo.
Existe, pues, un vínculo estrechísimo entre la Eucaristía y la Virgen María, que la piedad medieval acuñó en la expresión caro Christi, caro Mariae: la carne de Cristo en la Eucaristía es, sacramentalmente, la carne asumida de la Virgen María. Por eso, he querido poner de relieve en la encíclica Redemptoris Mater que ' María guía a los fieles a la Eucaristía' (n.44) ".
San Juan Pablo II
Meditación Mariana en Sevilla 13-6-1993