Parroquia San Miguel Arcangel- Cabo Rojo P.R.
Búscanos en Facebook
  • Inicio
  • Nuestra Parroquia
  • Horarios
  • Avisos
  • Vida Parroquial- Fotos y Videos
  • Blog - Fe Viva
  • Contáctenos

“Jesús es el Pan de vida”

8/8/2021

0 Comentarios

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

Las lecturas de este domingo continúan profundizando las palabras del Señor. Jesús se presenta como el Pan de vida. Es el verdadero Maná, el inestimable Pan bajado del cielo. La vida de la Iglesia se nutre y encuentra su culmen en la celebración de este Sagrado Misterio. Aunque es cierto que la Iglesia nace del misterio pascual de Cristo y del envió misionero; la misma se alimenta de la presencia real de Jesucristo, el Pan vivo bajado del cielo. Dice el Catecismo de la Iglesia que “la Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana. Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua” (CEC. 1324).

La prefiguración de este Pan de vida lo contemplamos en los escritos del Antiguo Testamento. Yahvé, Dios envía el pan del cielo para fortalecer la vida de sus enviados. Es el caso de Elías cuando saturado por la persecución de la reina Jezabel y el desprecio de pueblo de Israel llega al borde de la desesperación pidiéndole a Yahvé, Dios, su muerte: “basta ya, Señor, quítame la vida pues yo no valgo más que mis padres” (1 Reyes 19, 4). El Señor le invita por medio de su ángel a comer el pan para recobrar las fuerzas y seguir su peregrinar.

La peregrinación en este mundo no es fácil. Es un camino que supera nuestras fuerzas humanas. Por eso pasamos por la experiencia de las desesperaciones, los agobios, las frustraciones, depresiones, entre otras. Al final del camino lo que encontramos es una fatiga inútil. El Señor al contemplar esta lucha se hace nuestro aliado. Se hace nuestro alimento para ayudarnos a seguir peregrinando hacia la patria celestial. El Señor haciéndose Pan de vida se hace el alimento indispensable de la santidad.

“Yo soy el pan de vida…éste es el que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera” (Jn 6, 50). Los justos viven eternamente. Nuestra santidad depende de este alimento que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Los católicos no comemos un signo o un símbolo. Comemos el cuerpo y la sangre de Cristo revestidos de pan y de vino. Este misterio de nuestra fe debe producir en nosotros un “asombro eucarístico” (EE. 6). Dios siendo todo, por el cual todo fue hecho, ha querido hacerse alimento de vida eterna bajo las apariencias de pan y de vino. ¡Qué gran tesoro tenemos en nuestras manos!

La celebración de este hermoso misterio une el cielo y la tierra. Decía el papa san Juan Pablo II en la exhortación “Iglesia de Eucaristía” “porque cuando se celebra sobre el altar de una Iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra en cierto sentido sobre el altar del mundo” (EE. 8). Es un misterio que brota de la Iglesia para el mundo. Solo la Iglesia por medio del ministerio sacerdotal puede hacer presente la presencia del único Dios vivo y verdadero.

Acoger la Eucaristía es acoger al mismo Cristo. Si el mundo de hoy conociese o mejor aún, reconociese la presencia de Cristo en la Sagrada Eucaristía, la cosa sería muy distinta. Pero muchas veces se repite la historia de los fariseos que al escuchar aquellas palabras “duras” se marcharon (cfr. Jn 6, 60). Solo podemos acoger este misterio por medio de la fe. Sin este don teologal es imposible acoger a Jesús sacramentado en nuestras vidas.

0 Comentarios

“Jesús el Pan de vida que ha bajado del Cielo”

7/31/2021

0 Comentarios

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí nunca pasará sed” (Jn 6, 35). En la filosofía moderna y contemporánea que estudiamos en nuestras universidades circula un pensamiento pesimista y existencialista. Pensadores como Martin Heidegger, Frederick Nietzsche entre otros han estipulado que el ser humano es un ser para la muerte y han proclamado la “muerte de Dios” (Nietzsche). El mundo moderno ha bebido de estas filosofías y ha llevado al ser humano a dejarse de preguntar por la vida eterna. Como decía un antiguo adagio romano, “comamos y bebamos que mañana moriremos”. Pero ¿este es el fin de la vida? ¿vivir para morir? No tiene mucho sentido. Por eso la Revelación de Dios viene en nuestro auxilio y nos dice que el ser humano fue creado por Dios para la vida eterna. Para vivir esa vida el Señor nos ofrece su cuerpo y su sangre bajo las apariencias de pan y vino. La Eucaristía es el alimento que nos da la vida eterna.

El pueblo de Israel en el Antiguo Testamento peregrina por el desierto tras la promesa de la tierra prometida. Pero el pueblo empezó a murmurar contra el Señor. Creyó que Yahvé, Dios, le había abandonado. El Señor manifiesta su poder al decirle a Moisés que los “hartaría de carne y pan” (cfr. Ex. 16, 12). Aquí surge el milagro del maná. La expresión “maná” es una dicción hebrea que significa “¿qué es esto?” El maná no es simplemente pan sino también las aves que pasaron por un momento irregular por el desierto. Realmente era un milagro: la comida les viene desde el cielo. El Señor no deja desprovisto al ser humano de lo que necesita, sino que le da lo necesario para vivir.
​
El Señor no solo da lo necesario para esta vida sino también para la vida eterna. El hombre no fue creado simplemente para comer, disfrutar y gozar la vida. Es un error decir que “la vida se hizo para vivirla”. Su existencia no se limita a bienes efímeros. La vida del hombre esta llamada a perseguir las alturas del cielo. San Agustín expresa este misterio antropológico en sus Confesiones: “porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones, 1, 1, 1). El hombre moderno anda inquieto buscando en dónde descansar. Pone su descanso en los bienes efímeros y deja su alma saturada de preocupaciones inútiles. El mismo Israel lo entendió ya que “no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (cfr. Dt. 8, 3b).

El maná es la figura del gran milagro que viene del cielo. Este alimento es solo el anticipo del gran alimento celestial. “Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envío a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley” (Gal. 4, 4). Jesús es el verdadero pan de Vida. El Señor en el momento de la última cena da el verdadero alimento: su cuerpo y su sangre bajo las apariencias del pan y de vino. El Hijo de Dios por medio del misterio de la encarnación habita en medio de nosotros y por el milagro eucarístico viene a habitar en nuestros corazones. Jesús es el verdadero Maná que nos viene del Cielo. La Palabra de Dios se hace comida para que podamos vivir para siempre. El mismo Jesús lo dice: “yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo” (Jn 6, 51).

El tesoro más grande que tiene la Iglesia es la Eucaristía. El papa san Juan Pablo II nos lo recordaba en su encíclica Ecclesia de Eucharistia, “Iglesia de la Eucaristía”:


“La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20); en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza” (EE. 1).

Ciertamente el cristiano no puede vivir sin Jesús sacramentado. Él es el verdadero maná bajado del cielo. No podemos caminar el camino de la vida eterna sin este Misterio de fe. Por medio de la Eucaristía Jesús se hace comida y compañero de camino. Nos vuelve a nosotros Sagrarios en medio del mundo. 
 


​
0 Comentarios

“Comerán y quedarán saciados”

7/24/2021

0 Comentarios

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

​
Dios hace mucho con poco. Es el testimonio del Evangelio de este Domingo. Jesús multiplica los panes y los peces para saciar una multitud de hombres, mujeres y niños. Una gran gesta hermosa que nos manifiesta el misterio profundo de la Eucaristía. El gran milagro de amor por el cual vivimos, nos movemos y existimos. Como diría san Agustín “los milagros que realizó nuestro Señor Jesucristo son, en verdad, obras divinas que invitan a la mente humana a elevarse a la inteligencia de Dios por el espectáculo de las cosas visibles”. Ciertamente fue un gran espectáculo la multiplicación de los panes, el haber dado a 5, 000 hombres sin contar a mujeres y a niños. Pero como ya expresamos es manifestación de un misterio más profundo.

El misterio que nos manifiesta el milagro de la multiplicación de los panes va unido a la Eucaristía. La Eucaristía es un milagro de amor infinito que ha venido a saciar el hambre y la sed de Dios. Dios se hace comida y se da aquellos que necesitan de su gracia para atravesar el camino de la vida. La Eucaristía es vida para el alma; es Jesús que se entrega en cuerpo, sangre, alma y divinidad a nosotros. Los gestos litúrgicos de Jesús nos manifiestan la obra de santidad quiere realizar en cada uno de nosotros. San Pablo exhortaba a los Efesios a reconocer su vocación divina. Vocación que solo puede ser alimentada y fortalecida por la Eucaristía; por el pan vivo bajado del Cielo. No hay sensación más hermosa y gratificante que ser participes de la mesa celestial en la tierra.

Jesús a través de la Iglesia y del ministerio sacerdotal quiere llegar a todas las gentes. El santo cura de Ars lo decía a sus fieles: “quiere Él, para el bien de todas sus criaturas, que su cuerpo, su alma y su divinidad se hallen en todos los rincones del mundo, a fin de que podamos hallarle cuantas veces lo deseemos y así en Él hallemos toda suerte de dicha y felicidad” (Santo Cura de Ars, Sermón del Jueves Santo). Sobre el altar nunca faltará su presencia ni careceremos del alimento indispensable de su cuerpo y de su sangre. La multiplicación de los panes es el deseo de Jesús de estar en cada rincón del mundo y del alma.
0 Comentarios

“A quien mucho se le dio mucho se le exigirá”

7/18/2021

0 Comentarios

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

“En aquel tiempo los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado” (Mc. 6, 30). Los discípulos vuelven al Señor después de su envío. En ese momento ellos rinden cuentas de los frutos adquiridos, de los contratiempos, de la aceptación y del rechazo que tuvieron en la misión encomendada. Jesús, viendo su mezcla de emoción y fatiga les invita a ir a un lugar apartado para estar con él. Allí podrían descansar tranquilamente. Pero la necesidad era tanta que la gente los seguía constantemente. Tanto así que bordearon la orilla hasta dar con Jesús y sus apóstoles. El Señor no pudo dejarlos solos, sino que los atendió porque la gente andaba como ovejas sin pastor (cfr. Mc 6, 34). Aquí se cumplen las palabras del salmista: “el Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas” (Ps. 23, 1-2).

Jesús quería enseñar a sus discípulos que nuestra vocación cristiana no es un empleo de tiempo parcial sino una respuesta constante a entregarnos a los demás y a Dios sin reserva. Toda vocación cristiana implica una entrega radical. Un padre y una madre de familia; un sacerdote; un laico; un religioso o religiosa esta llamado a dar la vida. Porque dando su vida a la vocación a la cual ha sido llamado la está entregando a Dios y aquellos que fueron confiados a su cuidado. Así cuando un esposo se entrega a su esposa, se está entregando a Dios; cuando un sacerdote se entrega a su parroquia se está entregando a Dios; cuando un religioso se entrega a su carisma y a su comunidad, se esta entregando a Dios. Al final de nuestra vida el Señor nos pedirá cuentas de esa entrega. Muy bien decía san Juan de la Cruz: “al final del día me juzgaran en el amor”. En efecto, Dios nos pedirá cuentas en lo que hemos empleado nuestro amor y nuestras fuerzas.

El Señor Jesús repetía a sus discípulos: “no podéis servir a Dios y al dinero” (Mt. 6, 24). No podemos ser fieles a lo que Dios nos pide si no escuchamos su voz. Fue el caso de Sedecías en la profecía de Jeremías y lo que les sucedió a varios reyes de Israel. Ellos escucharon la voz del pecado y no la del Señor que se manifestaba por medio de los profetas. Tanto así que la consecuencia de las acciones de Sedecías fue el destierro de Israel a Babilonia. También nosotros podemos echar por borda lo que Dios nos ha confiado. Por querer agradar a los demás podemos acabar desagradando al Señor. En fin, de cuentas son las consecuencias de amar al pecado antes que a Dios. Ya lo decía san Agustín en su libro “Ciudad de Dios”, “te amas a ti mismo hasta el desprecio de Dios o amas a Dios hasta el desprecio de ti mismo” (Civitate Dei, XIV, XXVIII). Que el amor propio no nos aparte del Amor verdadero.
​   
Los discípulos dieron testimonio del amor de Dios, de su misericordia y de su perdón. También denunciaron el pecado y expulsaron espíritus malignos. Por eso la gente seguía buscando a Jesús porque lo conocieron a través de los discípulos. Hoy conocemos a Jesús de un modo distinto: por la presencia real en la Eucaristía. Hoy debemos como discípulos y misioneros llevar a las gentes a los pies de Jesús sacramentado. Esa es nuestra misión en el mundo de hoy. Nosotros no somos los protagonistas sino el Señor. Que Santa María Virgen nos ayude a ir a los pies de Jesús sacramentado y hacer lo que él nos diga.  


0 Comentarios

“La necesidad de anunciar el Evangelio hoy día”

7/10/2021

0 Comentarios

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

El papa Pablo VI en la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi se realiza una pregunta fundamental que debe interpelar a cada uno de los bautizados: ¿Qué es evangelizar? El Sumo Pontífice responde que “evangelizar es, ante todo, dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu…este testimonio resulta plenamente evangelizador cuando pone de manifiesto que el Creador no es un poder anónimo y lejano: es Padre” (EN, 30). Este es el gran anuncio del Evangelio. Hay un Padre en el cielo que quiere engendrarnos por el bautismo a una vida nueva y enviarnos al mundo para que demos testimonio de su amor. Cuando acogemos este mensaje de salvación somos liberados de los malos espíritus y nuestras enfermedades son sanadas por el poder de Dios.

Cuando escuchamos y acogemos la Palabra de Jesús somos liberados del mal y somos invitados a dar testimonio de dicha liberación. De esta forma nos hacemos discípulos y misioneros del Señor. El papa Francisco en su exhortación apostólica nos recuerda a los cristianos el poder del Evangelio en el mundo de hoy: “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG, 1).  El Evangelio nos libera de la tristeza y del vacío porque nos da la alegría de la presencia de Dios.
El mundo de hoy tiene necesidad de escuchar la buena nueva de salvación. Muchos les cuesta oír las noticias de nuestro país. Entre problemas políticos, económicos, injusticias y publicidades irracionales nos queda por preguntarnos a dónde nos dirigimos. Ante todo, el Señor nos envía al mundo para proclamar la Buena Nueva de salvación. Llevar el anuncio del Evangelio a nuestros lugares comunes es un servicio liberador de todos los bautizados. Es liberador cuando iluminamos los retos de hoy con la Palabra de Dios.

La fuerza del Evangelio no procede de nosotros mismos, ni de nuestras técnicas ni de ser “influencers” en las redes. Nuestra fuerza proviene de nuestro encuentro con Jesús en la oración y en la santa Misa. Sin ese encuentro personal con el Señor nuestros esfuerzos evangelizadores van directo a la ruina. Por tal razón estamos llamados a orar antes que evangelizar. Lo fundamental de nuestra evangelización es vivir unidos a Jesús. Ya lo dice el salmista, “si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles; si el Señor no vigila la ciudad en vano vigilan los centinelas” (Ps. 127, 1). El mismo Señor nos lo recuerda: “sin mí nada pueden hacer” (Jn 15, 5). Antes de anunciar el Evangelio, antes de vivirlo coloca tus anhelos en las manos de Dios.
0 Comentarios

“La misión profética de Cristo”

7/3/2021

0 Comentarios

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

“El pueblo santo de Dios participa también del don profético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio” (LG. 12), nos dice la constitución Luz de las Gentes del Concilio Vaticano II. La Iglesia goza del don profético desde el día de su institución. Ella es la que lleva al mundo la Palabra de Cristo para anunciarla a las gentes. El mismo Jesús se lo decía a sus discípulos: “a quienes ustedes escuchan a mí me escucha” (Lc. 10, 16). Pero esta misión profética de la Iglesia no siempre es acogida ni creída en el mundo moderno. En efecto, experimentamos una apatía a la fe.  No debemos temer ya que al Señor tampoco le aceptaron su testimonio que procede del Padre. Más aun el evangelio de hoy nos lo recuerda ya que “no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando” (Mc 6, 6). Sin embargo, fijémonos que la falta de fe no detuvo al Señor, sino que prosiguió con la fuerza del Espíritu anunciando la Buena Nueva.

Los profetas del Antiguo Testamento les ayudo siempre el hacerse consientes de su misión. El profeta Ezequiel nos narra su experiencia con la voz del Señor. Yahvé, por medio del Espíritu, le comunica la misión a Ezequiel y le hace consiente de las dificultades que enfrentara ante el pueblo de Israel. Sin embargo, el Señor le dice “yo te envío a los israelitas” (Ez 2, 3). Pero ese envío no significa que ira solo a pronunciar la Palabra a un pueblo duro y obstinado. Ezequiel no ira solo, sino que contara con la fuerza del Señor. Esto le ayudo para enfrentar las dificultades y anunciar a tiempo y a destiempo la palabra a él confiada (cfr. 2 Tim. 4, 2).

Muy bien decía Santo Tomás de Aquino, “Dios no llama a los capacitados, sino que capacita a los que llama”. Cada uno de los profetas fueron capacitados por Dios para llevar a cabo la misión que les fue conferida. El Señor fortalece también aun en los momentos de desaliento. San Pablo se lo decía a los Corintios en los momentos de prueba que estaban atravesando: “es Dios quien nos reconforta en Cristo, a nosotros y a ustedes” (2 Cor. 1, 21). El mismo apóstol de los Gentiles se lo recordaba al joven obispo Timoteo ante la misión que estaba por emprender, “proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar” (2 Tim 4, 2). Esa misma paciencia incansable se la debemos pedir nosotros al Señor. Una paciencia incansable para vivir nuestra fe en el Señor cada día con un ánimo tenaz y perseverante.  

Uno de los lugares que puede causarnos dificultad para vivir nuestra fe y anunciarla es en nuestro entorno familiar. El mismo Jesús lo expresó con un poco de ironía y angustia ante la falta de fe de los de su casa: “no desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa” (Mc. 6, 4). Los de la casa de Jesús no vieron más allá. Simplemente contemplaron al hijo de José. Los de su casa no ponían su atención en las obras que realizaba, en las palabras que venían de Dios, sino que se quedaban en las apariencias ordinarias de Jesús. De él no esperaban nada más. En nuestras casas podemos experimentar lo mismo. Cuando intentamos dar algún consejo, alguna advertencia y buscamos ayudar nos ponen un sello que no nos permite entrar en el mundo de aquellos que viven a nuestro lado. Sin embargo, a pesar de su indiferencia y rechazo estamos llamados a vivir con intensidad la fe y los misterios que el Señor nos ha revelado.

Esta Palabra del Evangelio aun hoy se cumple. La Iglesia cuando alza su voz profética para animar y denunciar el mundo de hoy se hace de oídos sordos. Confunde constantemente la voz profética de la Iglesia con la palabra “condena” o “excomulgación” cuando en realidad es todo lo contrario. Al igual que Cristo cuando la Iglesia eleva su voz es para anunciar, denunciar e invitar a la conversión. ¿Por qué el mundo de hoy no la acepta? ¿Por qué nos cuesta escuchar la voz de Dios a través de la Iglesia cuando se pronuncia en contra de la ideología de género, del aborto, de la eutanasia y temas similares? Porque el mundo de hoy esta aferrado al pecado y confundido por las artimañas que el enemigo ha sembrado en los corazones heridos. Por tal razón estamos llamados ante todo a tener una actitud de escucha y apertura a la Palabra que Dios nos quiere entregar. Vivimos rodeados del ruido del mundo que nos grita insistentemente a los oídos que la Iglesia esta mal, que habla de cosas pasadas sin conexión al presente. Por eso es necesario entrar en el silencio de Dios y escuchar su voz. Es allí donde el Señor obra: en el silencio de la razón y del corazón y no en la irracionalidad ni el aislamiento egoísta en el que vivimos. 



​
0 Comentarios

“Basta que tengas fe”

6/26/2021

0 Comentarios

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

Tener fe es una cuestión de vida o muerte. En estas pocas palabras podemos categorizar el Evangelio de este fin de semana. Una mujer acomodada que por doce años había gastado toda su fortuna en detener sus hemorragias y un padre con una hija al borde de la muerte. Solo le quedaba a ambos tener fe en la obra de Jesús. Muchos atravesamos por esta experiencia ante la enfermedad y la muerte. En ocasiones solo nos queda confiar en el Señor y aferrarnos a su manto como la hemorroísa.

La muerte ha entrado al mundo por instigación del enemigo, la desobediencia del hombre y el pecado. Así lo expresa el libro de la Sabiduría: “Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen” (Sab. 2, 25). La consecuencia de vivir en pecado es morir separados de Dios. Este abismo fue remediado por la encarnación del Hijo de Dios que ha venido a rescatar lo que estaba perdido (cfr. Lc. 19, 10). Sin embargo, el Señor nos pregunta al igual que a Marta ante la muerte de su hermano Lázaro, “¿crees esto?” (Jn 11, 26). La invitación a creer no la encontramos solo en la resurrección de Lázaro sino también en la situación de la hemorroísa y de la niña. Ante estos tres acontecimientos la fe se torna una cuestión de vida o muerte; se trata de la salvación eterna o de la condenación.

El hombre mientras camina en la tierra tiene necesidad de la fe. Porque la fe en el Hijo de Dios, predicada y anunciada por la Iglesia, es quien lo conduce a la vida. En el bautismo, en su rito de introducción, se le pregunta a los padres y padrinos lo que piden a la Iglesia. El rito provee una respuesta contundente: la fe. La fe es un misterio profundo; una virtud teologal; un conocimiento y una confianza plena en Dios que no abandona a sus hijos. Algunos piensan que pueden vivir sin fe, ya que lo ven como algo pasado de moda e incluso ridículo y sin fundamento. Pero la fe en Jesucristo nos regala siempre la vida y un horizonte nuevo. Fue precisamente la experiencia de la hemorroísa, la cual puso su fe en muchos médicos y soluciones exotéricas para sus males por doce años hasta perder su fortuna. No fue hasta el momento que puso su confianza en el Señor y se metió en medio de la multitud para colocar su confianza en Jesús. La mujer quedo sanada por la fe en el Señor.

El mundo de hoy vive una crisis de fe. Como la hemorroísa ponemos nuestra confianza en las cosas materiales; en aquello que podemos controlar. Peor aun la crisis de la fe se relaciona también con la falta de confianza en el amor de Dios y en su salvación. Es fundamental volver nuestra mirada al Señor y tocar su manto por medio de la fe. Debemos hacer nuestras las palabras del apóstol San Pablo: “yo sé en quién he puesto mi fe” (2 Tim 2, 12). Una vez tenemos nuestra fe en Cristo podemos tener la plena confianza que nos levantará en cualquier situación que tengamos que enfrentar.
​
0 Comentarios

“Tu nave es tu corazón”

6/20/2021

1 Comentario

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

“Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano”, dice el Salmista (Ps. 106, 23). En este domingo XII del tiempo ordinario, la fe de los discípulos es puesta a prueba. Una tempestad se levanta en el mar. Las barcas están en aprietos y con ellas sus tripulantes. La desesperación llega a tal punto que la confianza flaquea y el reclamo no se hace esperar: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Mc 4, 38). El impacto de los que iban a bordo era que Jesús, ante la tormenta duerme. Escucha su reclamo, despierta y manda a callar a los vientos. Desde ese instante se produjo una gran calma y el Señor reclama a los discípulos su incredulidad. Aun hoy el Señor nos reclama. Muchas veces perdemos la fe con cualquier viento que zarandea nuestro corazón.

Nuestro corazón es como la nave del Evangelio. En él llevamos rostros, experiencias, deseos y sobre todo al Señor. Muchas veces nuestro corazón es invitado a “cruzar a la otra orilla” (Mc 4, 35). El Señor como a los discípulos nos invita a cruzar el corazón; a cambiarlo de lugar; a ponerlo en marcha del encuentro con los demás y con Dios. La fe en el Señor nos mueve a “remar mar adentro” (Lc. 5, 4). Nos invita a meternos en la profundidad del amor de Dios. Sin embargo, esa barca que es nuestro corazón será agitada por las tempestades revestidas del pecado, el mundo, la carne y el Maligno. Ya lo decía el autor del libro del Eclesiástico: “hijo si te decides seguir al Señor, prepárate para la prueba” (Sirácide. 2, 1). El Señor nos invita a confiar en su poder a pesar de la fuerza de las olas, de la tempestad y la despiadada lluvia.

El Señor nos da prueba de su fidelidad. Bastaría con ver la vida de Job en la primera lectura. Job enfrentaba una tormenta real en su vida. Había perdido a sus hijos, sus pertenencias, y todo aquello por lo que trabajó toda su vida. Lo más chocante de su vida es que Job no hizo nada malo, fue un hombre justo. Sus amigos y su esposa lo invitaban a maldecir al Señor o aceptar el mal que había realizado. Pero Job tenía su corazón en las manos de Yahvé, Dios. El mismo Señor le consuela y le muestra que su omnipotencia no puede ser superado por la tempestad: “hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí se romperá la arrogancia de tus olas” (Job 38, 11).

Quien navega con Cristo no esta a la deriva del naufragio de la vida. Es la promesa que el mismo Jesús hizo a la Iglesia. La Iglesia es la barca de Pedro que ha sido navegada por 21 siglos. Ha tenido que pasar por varias tempestades y dificultades, pero no ha perecido porque Cristo va en ella y la protege. El papa emérito Benedicto XVI en su última Audiencia General celebrada en San Pedro se lo recordaba a los fieles de la diócesis de Roma: “me he sentido como San Pedro con los apóstoles en la barca en el lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa suave, días en los que la pesca ha sido abundante; ha habido también momentos en los que las aguas se agitaban y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en esa barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda; es Él quien la conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, pues así lo ha querido” (Benedicto XVI, Audiencia General, 27 de febrero de 2013).

Es tiempo de poner el timón de nuestra vida, de nuestro corazón y de nuestro futuro en Jesucristo. Para llegar a la orilla de la santidad debemos entrar en la barca de la Iglesia junto al mejor marinero. Dejar atrás la orilla que estamos acostumbrados para empezar la aventura de la fe. Cuando decidimos salir de la orilla el Señor nos dice como a los discípulos: duc in altum; navega a lo profundo. Ve tras la barca de la Iglesia, allí encontrarás a Cristo, con Pedro a su cargo. Lancémonos a la aventura de la fe y seremos testigos de la fuerza de Dios. Que María estrella del Mar nos ilumine para navegar al encuentro de Cristo.

​
1 Comentario

“¿Qué estamos sembrando en nuestro corazón?”

6/13/2021

0 Comentarios

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

En este domingo XI el Señor nos empieza a explicar los misterios del Reino de los Cielos por medio de las parábolas. Las parábolas son amplias comparaciones que encierran un mensaje profético que se relacionan con imágenes que lo recubren. De este modo encontramos el inició del Reino de los Cielos como una semilla que es sembrada por un cultivador y la semilla de mostaza que a pesar de su pequeñez encierra en sí misma un gran potencial. Ambas parábolas nos muestran cómo crece en nosotros el anuncio del Evangelio en nuestras vidas.

La Iglesia por mandato del su Señor ha transmitido el Evangelio de manera íntegra. Como el sembrador ha sembrado la buena semilla del Evangelio en los corazones de los hombres. Esa semilla de Salvación ante los ojos del mundo puede verse insignificante y el trabajo del labrador inútil. En ese momento caemos en cuenta que el crecimiento de la fe no depende de nosotros sino del Señor. Con mucha razón el Señor Jesús dice a las turbas: “el sembrador duerme de noche, y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega”.

La misión del sembrador es preparar la tierra para que la semilla de un fruto abundante. Nosotros como cristianos, evangelizadores y testigos de Cristo nos toca preparar el terreno al Señor por medio del ejemplo de nuestra vida. Ya decía San Ignacio de Antioquia que “la grandeza del cristianismo no esta en las palabras persuasivas sino en la grandeza de espíritu”. Esa grandeza de alma se manifiesta en nuestra fidelidad a Dios, en el esmero por cumplir sus mandamientos, en el compromiso con la santidad personal, en una palabra, en el esmero por ser santos cada día.

El P. Ribadeneira cuando escribió la biografía de san Ignacio de Loyola recogió unas palabras profundas de sus escritos. Las mismas motivaban al santo en su misión como cristiano: “actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios” (Pedro de Ribadeneira, Vida de San Ignacio de Loyola). Nuestra entrega fiel es la carta de presentación; el testimonio de nuestra fe cristiana. Nuestra palabra y nuestro obrar deben estar en armonía para que se manifieste la de vida de Cristo en nosotros. Muy bien decía Jesús: “por sus frutos los conocerán” (Mt 7, 15).

Los frutos de nuestra vida cristiana son como el grano de mostaza. Cuando llegamos delante de Jesús no conocemos mucho. Pero cuando esa pequeña semilla empieza a crecer por la fe y la gracia llega a ser un gran árbol de salvación; es allí donde nace nuestra fe en Cristo. Como decía el himno de la JMJ en Cracovia: “hay que soltar el miedo y ser fiel”. Hay que soltar el miedo y los temores, el Señor hace crecer donde quiere. Aun en los corazones más áridos el fuego del Espíritu es capaz de fortalecer los cimientos débiles.
El Reino de los cielos es una cosecha muy particular. Crece y se desarrolla en nuestro interior al tiempo de Dios. Para que el Reino de los Cielos de su fruto debe encontrar de parte de nosotros un corazón dispuesto. Pidamos a María, Madre de la Iglesia, que nos de un corazón como el de ella. El inmaculado corazón de María siempre estuvo dispuesto a realizar la voluntad de Dios.


0 Comentarios

“Esta es mi sangre que se derrama por todos”

6/5/2021

0 Comentarios

 
P. José L. Ocasio Miranda
Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo

En algunas de nuestras Iglesias hemos contemplado un pelicano con sus crías. Dicha imagen la podemos encontrar en las puertas de nuestros sagrarios o al pie del altar. ¿Qué significa? El pelicano es un animal que vive en las costas del mar negro de Egipto, Grecia e India. Los antiguos contemplaban que el ave capturaba los peces y los depositaba en su garganta hasta llegar al nido donde se encontraban sus crías. Cuando llega golpea fuertemente su pico contra el pecho para que sus aves puedan comer. Lo interesante de ello es que a simple vista parecería que el Pelicano esta rompiendo su pecho y desangrándose para darle de comer a sus crías. Los primeros cristianos contemplaron en este signo el sacrificio de Cristo, el cual ha derramado su sangre para que todos tengamos vida en abundancia.

Esta entrega del Hijo de Dios lo contemplamos en la prefiguración del antiguo rito. El libro del Éxodo nos muestra el sacrificio de comunión que realizó Moisés en el Sinaí. Luego de escuchar el designio divino por boca de Moisés el pueblo responde: “haremos todo lo que dice el Señor” (Ex 19, 8). Desde ese momento el pueblo por medio de Moisés establece una alianza con Yahvé Dios. El pueblo se compromete a seguir los mandamientos, la vida en libertad que el Señor le ofrece luego de liberarlos de Egipto. Sin embargo, este sacrificio era solo la prefiguración de un sacrificio mayor y perpetuo.

“Llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley para redimirnos a los que estábamos bajo la Ley y hacernos hijos adoptivos” (Gal 4, 4-5). El verdadero sacrificio Yahvé, Dios, lo ha pactado por medio de su Hijo Jesucristo, Mediador entre Dios y los hombres, para hacernos santos e irreprochables por el amor. Por eso en el momento de la última cena, “amando a los suyos hasta el extremo” (Jn 13, 1), entrega su cuerpo y su sangre bajo las apariencias de pan y de vino, adelantándose a su entrega en el Calvario nos ha dejado una nueva alianza. Cristo ha derramado su sangre para redimirnos y darnos vida en abundancia. El altar en el que ofreció su cuerpo y su sangre fue la mesa en la que celebro la Pascua junto con sus discípulos los cuales los constituyo en sacerdotes de la nueva alianza. Por las manos del sacerdote llega la presencia real y verdadera de Cristo. Por medio del altar perpetua su promesa a la humanidad: “yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

Jesús es el pan vivo bajado del cielo. Es el convite sagrado por medio el cual nos unimos a Dios. El mismo Señor lo repetía a sus discípulos: “yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo” (Jn 6, 51). En cada misa nos comemos realmente el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. No es un símbolo, no es simplemente pan; es el cuerpo y la sangre de nuestro Señor y Salvador. Es el mismo cuerpo que colgó de la cruz; es la misma persona que enseñó en los lagos de Galilea; es el mismo cuerpo resucitado; es el mismo Dios quien nos comemos en cada Eucaristía y anhelamos con gozo su venida: “¡Oh Sagrado convite, donde Cristo se da, él se da en comida, memorial de su muerte, manantial de verdad, manantial de vida! ¡Ven señor, ven Señor Jesús, primera espiga! Ven Señor, Ven Señor Jesús, ¡eterna viña!”

La Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo nos debe llevar siempre a reflexionar en el sacrificio de Cristo, en su presencia real en las apariencias de pan y de vino. No es un premio que se le otorga a los que se “portan bien”. Es la fuerza que viene de lo alto para bendecirnos y santificarnos. Hoy es un día para reparar por los sacrilegios cometidos contra el sagrado cuerpo y sangre de nuestro Señor. Es un día para pedir perdón por las comuniones recibidas en pecado, profanadas y por los sacerdotes que celebran la Eucaristía en pecado. Es un día para reafirmar nuestra fe al igual que el pueblo de Israel con Moisés: “haremos todo lo que mande el Señor y le obedeceremos”. Por último, es un día para adorar y alabar a Dios presente en las apariencias de pan y de vino. ¡Viva Jesús Sacramentado! “Veneremos, pues, inclinados
tan grande Sacramento; y la antigua figura ceda el puesto al nuevo rito; la fe supla la incapacidad de los sentidos” (Santo Tomás de Aquino, Himno del Tantum ergo).


​
0 Comentarios
<<Anterior
Siguiente>>

    Para Donaciones u Ofrendas
    Búscanos en
    ATH Móvil -
    ​Pay a Business:
    /sanmiguelcaborojo 

    Imagen

    Dale click a la Foto

    Picture

    Visita la versión digital de el semanario
    El Visitante. 
    ​Lee y auspicia el semanario católico, es una de las maneras de educarte en la fe católica.

    ​

    Dale click a la foto luego de la flecha, para migrar al semanario.
    Imagen

    Imagen

    Canal RSS


    Archivos

    Junio 2022
    Febrero 2022
    Enero 2022
    Octubre 2021
    Septiembre 2021
    Agosto 2021
    Julio 2021
    Junio 2021
    Mayo 2021
    Abril 2021
    Marzo 2021
    Febrero 2021
    Enero 2021
    Diciembre 2020
    Noviembre 2020
    Octubre 2020
    Septiembre 2020
    Agosto 2020
    Julio 2020
    Junio 2020
    Mayo 2020
    Abril 2020
    Marzo 2020
    Febrero 2020
    Enero 2020
    Diciembre 2019
    Noviembre 2019
    Octubre 2019
    Septiembre 2019
    Agosto 2019
    Julio 2019
    Junio 2019
    Mayo 2019
    Abril 2019
    Marzo 2019
    Febrero 2019
    Enero 2019
    Diciembre 2018
    Noviembre 2018
    Octubre 2018
    Septiembre 2018
    Agosto 2018
    Julio 2018
    Junio 2018
    Mayo 2018
    Octubre 2015
    Septiembre 2015
    Agosto 2015
    Julio 2015
    Junio 2015
    Mayo 2015
    Abril 2015
    Marzo 2015
    Febrero 2015
    Enero 2015
    Diciembre 2014
    Noviembre 2014
    Octubre 2014
    Septiembre 2014
    Agosto 2014
    Julio 2014
    Junio 2014
    Mayo 2014
    Abril 2014
    Marzo 2014
    Febrero 2014
    Enero 2014
    Diciembre 2013
    Noviembre 2013
    Octubre 2013
    Septiembre 2013
    Agosto 2013
    Julio 2013
    Junio 2013
    Mayo 2013
    Abril 2013

Con tecnología de Crea tu propio sitio web con las plantillas personalizables.