Autor: P. Harry López
Este domingo aparece una de las figuras características del adviento: Juan el Bautista. Él es el precursor, el que viene delante de Jesús exhortando al pueblo a prepararse adecuadamente para la venida del salvador. Es " la voz que clama en el desierto"; o sea, es el que nos llama, nos alerta, nos exhorta, para que no nos durmamos sino que trabajemos para que cuando venga el Señor estemos realmente bien dispuestos.
Pero la exhortación más clara la hace el apóstol Pedro en su carta (2 Pe 3, 8-14) donde nos indica claramente que el Señor vendrá. Que tarda, es cierto, pero la razón de la tardanza del Señor es porque Dios, en su misericordia, nos da la oportunidad para que cambiemos. Por lo tanto, somos nosotros (con nuestra obstinación en vivir en el pecado y no poner en práctica los consejos del evangelio en nuestra vida) los que retrasamos la llegada de Jesús en su gloria. Es por esto que el apóstol nos invita a esforzarnos en vivir en paz con Dios, esto es: cumpliendo sus mandamientos (amar a Dios y al prójimo).
La vida del cristiano ha de ser de tal forma que no se nos pueda reprochar nada: irreprochable. Todo lo que hagamos hemos de hacerlo bien. Nuestro actuar ha de ser SIEMPRE correcto; además, sin pecado: inmaculado. Nuestra alma no puede estar manchada (mácula) por las acciones que sean contrarias a la voluntad salvífica de Dios. Recordar hoy que Dios va a venir es recordar que tenemos que estar siempre listos, que tenemos que vivir en paz y obrando en el amor.
"Dios omnipotente y misericordioso, haz que ninguna ocupación terrena sirva de obstáculo a quienes van presurosos al encuentro de tu Hijo, antes bien, que el aprendizaje de la sabiduría celestial, nos lleve a gozar de su presencia". Oración colecta, segundo domingo de adviento (Ciclo B)