Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo
“Sin mi nada pueden hacer” (Jn 15, 5), dice el Señor. El Evangelio de este domingo nos manifiesta la importancia de vivir unidos a Cristo. Cuando permanecemos en su amor y en sus mandatos nuestra vida se hace fructífera. Por eso el Señor le hace ver a los discípulos que solo darán fruto si están unidos a Él. De lo contrario hemos corrido esta carrera en vano. Por eso nuestra relación con Dios no depende de nuestra fuerza sino de nuestra fidelidad al Señor.
La relación con Cristo es la clave para dar frutos de santidad. El mismo Jesús dice a los discípulos: “yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía” (Jn 15, 1). La vida de la gracia depende en su totalidad de nuestra unidad con Cristo. La gracia es la vida de Dios en nosotros. Por ella podemos hacer obras que son agradables al Padre. Este fruto de la gracia es el testimonio de nuestra comunión con Jesucristo. De Él brota la gracia y la fuerza de nuestra vida. Muy bien decía el apóstol san Pablo a los Filipenses: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp. 4, 13). Esta fortaleza nace de la vida de la gracia y de nuestra apertura a la acción de Dios en nuestra existencia.
La vida de la gracia se hace visible con el testimonio de nuestra palabra y de nuestras obras. No basta con decir “creo en Cristo” y no dar un testimonio de vida cristiana. El apóstol Santiago dice “muéstrame, si puedes, tu fe sin obras; que yo por mis obras te mostrare mi fe” (Sant. 2, 18). El testimonio de nuestra fe son las obras. Estas obras se hacen visibles con nuestra oración, con nuestras actitudes, forma de hablar, apostolado y vida sacramental. Ellas manifiestan nuestra comunión con Cristo. El testimonio de vida es la carta de presentación de un cristiano. Este testimonio se vuelve más real cuando luchamos con nuestros pecados, cuando ponemos resistencia a las asechanzas del Maligno y nos encomendamos a la protección del Espíritu. El testimonio es un fruto preciado de la Vid verdadera. Por eso Jesús les dice insistentemente a los discípulos “permaneced en mi” (Jn 15, 4).
Para el apóstol san Juan el cristiano solo dará fruto en su vida espiritual si permanece en Cristo. En su evangelio la palabra permanencia esta muy presente. El que permanece en Cristo puede tener la seguridad que está en el camino correcto y estará dando frutos de vida eterna. La permanencia se prueba en la fidelidad a Jesús. Ese es el crisol de nuestra fe que puede ser puesta a prueba con las situaciones que podemos enfrentar, las enfermedades que debemos asumir y la incomprensión que debemos sobrellevar. Lo importante de nuestra vida cristiana es permanecer en Cristo.