Parroquia San Miguel Arcángel, Cabo Rojo
Dios en esta cuaresma busca al pecador con amor. Quiere que el corazón herido por el pecado sea renovado por su gracia. Dios no cesa de buscar el corazón del ser humano; por más sumergido que este en el pecado, es su anhelo rescatarlo. Por eso “si escuchan hoy la voz del Señor, no endurezcan el corazón”. En este domingo de cuaresma el Señor nos pregunta: ¿a quién pertenece tu corazón? ¿Dónde sacias la sed de tu alma?
La sed del ser humano es Dios; la sed de Dios es el ser humano. En nuestro corazón nos dice el catecismo existe un deseo de Dios. Este deseo puede traducirse en la sed del corazón por la verdad, por una espiritualidad que le haga estar en paz con él mismo y con su Creador. Esta sed solo puede ser colmada por el Señor, “si supieras quien te pide de beber…si conocieras el don de Dios”. La Samaritana tuvo la oportunidad de conocer al Dios verdadero en Jesucristo. La samaritana mostró su sed más profunda: ¿Quiénes adoran a Dios verdaderamente? ¿Dónde esta Dios? Jesús le contesta, “Dios quiere que lo adoren en Espíritu y en Verdad”.
Solo la verdad de Dios y el Espíritu Santo pueden colmar el deseo que existe en el corazón del ser humano. Nadie, ni nada puede ocupar su lugar. Dicen que los espacios vacíos tienden a llenarse. El ser humano cuando no tiene a Dios empieza a llenar su vacío de muchas cosas menos del Señor. El resultado al final es peor: un vacío tan grande que en ocasiones parece irremediable. Sin embargo, no hay que perder la fe. Dios es capaz de darnos un corazón y un espíritu nuevos. Por eso “ojalá escuchen hoy su voz, no endurezcan el corazón”. La voz del Señor nos dice, “el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed” y la Samaritana le contesta “Señor, dame de es agua, para que no sufra más sed, ni tenga que volver aquí a sacarla”.
Por último, el apóstol san Pablo muestra que Dios por medio de su Hijo derrama en nuestros corazones el Espíritu Santo. El Espíritu Santo sana el corazón del hombre sediento; le ilumina y le guía hasta el encuentro con Jesucristo. Por eso como hijos amados de Dios debemos pedir la sanación de nuestro corazón; identificar aquello que nuestro corazón necesita. No tengamos miedo a lo que vayamos a encontrar, solo preséntaselo al Señor y él lo saciara.