Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
En el Evangelio de Juan (Jn 2, 13-25) vemos cómo el celo por la casa de Dios devora a Jesús: limpió el Templo con celo y coraje. Era normal que en el atrio del Templo se vendieran los objetos y animales para el culto y los sacrificios, pero el atrio y las ventas no era lo más importante. El Templo era el lugar sagrado donde estaba la presencia de Dios (por eso su belleza y esplendor). Jesús se manifiesta fuerte para que vean en Él el nuevo templo de Dios: "Destruyan este templo y yo lo reedificaré en tres días". Los jefes judíos pensaron que se refería al Templo de Salomón: "Cuarenta y seis años demoraron en la construcción de este templo. Y tú, ¿piensas reconstruirlo en tres días". El Templo de Salomón fue destruido por los romanos en el año 70 D.C., no dejaron piedra sobre piedra.
Jesús nos habla de que es Él el templo vivo de Dios. En la cuaresma, nosotros debemos cuidar del templo de Dios. De hecho, hay que cuidar los edificios pero hay un templo más importante que es la Iglesia, ese templo espiritual de Dios. Nosotros somos templos vivos de Dios. Tenemos que limpiar, cuidar y purificar, en estos cuarenta días de conversión y penitencia. ese templo espiritual.
San Juan María Vianney (el Santo Cura de Ars), patrón de los sacerdotes párrocos y especialmente del clero diocesano, trabajó por construir el templo espiritual de los fieles de su parroquia los cuales estaban alejados de Jesús. Además se ocupó de construir (ampliar) su templo parroquial y suplir las imágenes de los santos, los ornamentos y vasos sagrados dignos para el culto. Contaba un vendedor de Lyon (Francia) que aquel sacerdote flaquito, con su pobre sotana, compraba con dinero en mano las mejores imágenes y objetos sagrados para su parroquia porque para Dios tenemos que dar lo mejor.
Para Dios tenemos que dar lo mejor tanto en el culto y la liturgia como en nuestra vida personal. Tenemos que trabajar por mejorar y cultivar nuestra vida interior porque somos templos vivos de Dios. Dejémonos contagiar por el celo que devora el corazón de Jesús y del Santo Cura de Ars; por el celo que devora el corazón de los sacerdotes y los fieles de hoy. La cuaresma es el camino hacia la Pascua, vivámosla con fe, esperanza y caridad.