Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos contestaron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista, otros que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". Él les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Respondió Pedro: "El Mesías de Dios". El les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día". Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: "Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga. En efecto, el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierde su vida por causa mía, la asegurará".
Palabra del Señor.
A lo largo de los evangelios, sobre todo en sus comienzos, hay una constante: el secreto mesiánico. El mejor exponente de ésto es San Marcos. En su evangelio se prohíbe, en un comienzo hasta a los espíritus que son expulsados por Jesús, llamarlo Mesías. La razón es clara: Jesús desea que los hombres descubran por sus palabras y obras que Él es el Hijo de Dios. No tan solo eso, sino que Él desea que sus discípulos conozcan la realidad verdadera del mesianismo. Es por esta razón que le pregunta a los discípulos: "¿Quién soy yo?" La respuesta denota lo que se cree de Él y lo que se espera de Él.
No es lo mismo reconocer en Jesús a un profeta- hombre que habla en nombre de Dios- o a un justo - hombre que cumple la voluntad de Dios- que reconocer en Él al Hijo de Dios. Jesús es Dios mismo, la segunda persona de la Trinidad que ha bajado al mundo para rescatar al hombre que se había extraviado de Dios. Al ser Dios, sus acciones toman un valor distinto. Las obras de los hombres son finitas, son limitadas. Las obras de Dios son infinitas, no tienen límite. Es por eso que, cuando los discípulos contestan adecuadamente la pregunta sobre su persona, Él pasa a hablar sobre su obra redentora. Quien muere en la cruz es el Hijo de Dios; quien salva a los hombres es Dios. Por eso la redención tiene un valor universal.
Saber quién es Jesús no solo da valor a su obra sino que marca la forma como los hombres debemos relacionarnos con Él y cómo hemos de recibirle en nuestra vida. Jesús es el Hijo de Dios: ábrele tu corazón y deja que viva en tí.