Parroquia San Miguel Arcángel, Cabo Rojo
En este domingo el Señor nos enseña cómo debe actuar la comunidad que él ha elegido. Uno de los primeros cimientos que coloca es velar por la vida de los hermanos. Somos responsables unos de otros y el Señor nos pedirá cuenta por la vida de aquellos que nos rodean. Por ello en la vida del cristiano no debe existir indiferencia ante el pecado. Estamos llamados a corregir con amor al que hace mal. Esto es fundamental porque es una de las obras de misericordia espirituales que debemos vivir como hermanos. Jesús quiere que se corrijan unos a otros porque es la muestra de que alguien se interesa por ti y no te quiere ver mal: es la mayor prueba de amor de un cristiano.
El cristiano, al igual que el profeta Ezequiel, esta llamado a anunciar las palabras de Dios. El profeta anuncia y denuncia, es en esa dinámica que se encuentra el plan de salvación. Por eso Yahvé, Dios, nos coloca como atalayas; vigilantes que van al auxilio de sus hermanos. Si somos indiferentes la vida de nuestros hermanos se perderán, pero el Señor nos pedirá cuentas porque pudimos hacer algo y no lo hicimos.
La indiferencia puede costarnos mucho. Hay una frase muy peligrosa: “es su problema”. Muchas veces se dicen estas palabras para zafarse del compromiso. Ayudar a alguien que salga de su actitud y de su pecado es comprometerse ante Dios. Nos comprometemos en la oración en el consejo y en el acompañamiento. Por eso cuesta mucho porque amerita acompañar al otro en su camino de conversión.
Existen dos extremos peligrosos. Si somos indiferentes es malo, pero andar por las esquinas hablando del pecado del prójimo es peor. El chisme destruye la fama, la vida y las esperanzas de cambiar. Lo peor de la murmuración y de la calumnia es que la última persona que se entera es de quién se esta hablando. Para evitar esta conducta inmoral y qué tanto daño hace a la Iglesia, debemos seguir el consejo del Señor. Primero tú a solas, luego, si no entiende con otro, más tarde con la comunidad y si persiste en su conducta déjalo en las manos de Dios. Muchas veces hacemos lo contrario. Hablamos de los pecados del prójimo, no para ayudarlo sino para hundirlo en su miseria.
San Felipe Neri nos puede ayudar a entender la gravedad de la murmuración. Nos dice que en una ocasión una mujer se le acercó y le confesó que había murmurado. El santo antes de darle la absolución le dijo a la mujer que viniera al otro día con una gallina y mientras fuese de camino le quitara las plumas. La mujer lo hizo. Cuando llego a donde el santo le trajo la gallina sin plumas y le dijo que estaba lista para recibir la absolución. Pero Felipe le dijo “antes de dártela debes hacer otra cosa. Ve por el camino que fuiste desplumando la gallina y devuélvele todas las plumas”. La señora le dijo que eso era imposible. Felipe le dio una lección y le dijo, “señora, murmurar es así, ensucia al otro”. Con los comentarios dañamos a las personas y le quitamos las esperanzas de cambiar de vida. Jesús no quiere chismosos; quiere hombres y mujeres sinceros que digan la verdad a sus hermanos por su bien.