Autor: P. Harry López
La celebración de la conmemoración de los fieles difuntos nos lleva a pensar en el por qué los católicos rezamos por los difuntos. Lo primero que hay que decir es que rezamos POR los difuntos y NO a los difuntos. No es un culto a los muertos sino una acción piadosa y caritativa que brota de la fe en la resurrección y en la conciencia de un juicio personal al que seremos sometidos al morir.
Al morir el hombre, el alma espiritual se desprende del cuerpo material. El cuerpo vuelve a la tierra pero el alma sube a Dios y ante Él somos juzgados. Según nuestro obrar sera nuestro destino. Es decir, si obramos el bien amamos a Dios y al prójimo, y cumplimos la voluntad de Dios, avanzando por el camino recto, nuestro destino sera de los bienaventurados: veremos a Dios cara a cara. Por el contrario, si hemos obrado mal, despreciado a Dios y nos hemos apartado de su voluntad, iremos al lugar de los que no amaron a Dios: el infierno.
Pero hay un lugar intermedio donde van los hombres que aunque amaron a Dios en su vida, por debilidad humana pecaron hacienda lo que a Dios desagrada. Estos hombres que se arrepintieron de su mal obrar pero que sus acciones pecaminosas produjeron un daño tanto a los hombres como a la Iglesia, pasan por el purgatorio. En este lugar, el alma está hasta que haya satisfecho con buenas obras el daño que causó con su mal obrar. Es aquí donde entra la Iglesia caminante en ayuda de estas almas. Nosotros ofrecemos nuestras oraciones y nuestras buenas obras como sufragio -especie de pago- por los malas obras realizadas por los fieles difuntos. Esto lo podemos hacer por todas las almas o por una o unas en particular.
Es por esto que para nosotros los católicos rezar por los fieles difuntos es una obra de caridad: es ayudar a un alma a entrar a la presencia de Dios. Tu y yo con nuestras oraciones podemos hacer que un hermano difunto vea a Dios. ¡Ofrece tus oraciones y tus buenas obras de caridad por un fiel difunto!