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1.- Pastores con olor a oveja y sonrisa de padre. Todos recordamos las palabras que dijo el Papa Francisco en la homilía de la misa Crismal del Jueves Santo del año pasado. Dijo el Papa que él quería para su Iglesia curas con olor a oveja y sonrisa de padre, no pastores con cara de vinagre, ni pastores aburridos, ni pastores que huelen a perfume caro y te miran desde lejos y desde arriba. Es decir, que el Papa quiere que los curas seamos cercanos, sencillos y humildes, comprometidos con los problemas de la gente; no quiere curas que esperen, atrincherados en la sacristía o en el despacho, sino que salgan fuera y se impliquen y se compliquen directamente con los problemas del pueblo sencillo. El Papa Francisco no quiere esto por capricho, o por snob, sino porque sabe que así lo hizo Jesús, el Buen Pastor. Jesús no se refugió en el templo, o en la sinagoga, sino que recorrió los caminos de Galilea, predicando el reino de Dios, curando enfermos, acercándose con amor a las personas más marginadas y desprotegidas. Así lo indican sus parábolas sobre la oveja perdida, el hijo pródigo, su actitud ante la mujer pecadora, o, sin ir más lejos, las palabras que leemos hoy en este bello relato evangélico de san Juan, referido a Jesús como el Buen pastor.
2.- Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Que Jesús quiere ser el Buen Pastor no sólo de los curas, sino de todos los fieles cristianos, lo dudamos ninguno de nosotros, los cristianos; ahora bien, que nosotros, los cristianos, queramos ser de verdad ovejas de su rebaño y escuchemos su voz no es tan seguro. Porque es evidente que para que Jesús pueda ser realmente nuestro buen pastor, nosotros tenemos que desear ser ovejas suyas, es decir, escuchar su voz y seguirle. Porque Jesús quiere que le sigamos y escuchemos su voz como personas libres y conscientes, no como animales aborregados. Pidamos, pues, al Buen Pastor que todos los cristianos sigamos caminando en pos de sus pasos y que él siga siendo nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida.
3.- Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones: teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Pablo y Bernabé, como todos los demás discípulos y apóstoles del Maestro, quisieron cumplir el mandato de Jesús, de predicar el evangelio hasta el extremo de la tierra. Sufrieron muchas persecuciones y fatigas a causa de su predicación, pero nunca desistieron y fueron capaces de sufrir y hasta de dar su vida antes que renunciar al cumplimiento del mandato del Señor. Cuando nosotros tengamos algún problema o contradicción por causa de nuestro comportamiento y de nuestro proceder cristiano, acordémonos de los apóstoles y primeros discípulos de Jesús, porque sabemos que ser ovejas del Buen Pastor, Jesús, supone, por nuestra parte, decisión, entrega y sacrificio.
4.- Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del cordero…Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos. Estas palabras del Apocalipsis van dirigidas a una comunidad que estaba sufriendo persecución y muerte a causa de su fe. Habla de los mártires que ya estaban en el cielo, después de haber lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del cordero. Estamos en tiempo de Pascua de Resurrección y debemos creer firmemente que también nosotros resucitaremos en los brazos de Dios si somos fieles a nuestro Maestro y Buen Pastor. Actuar en tiempos difíciles movidos por la esperanza en la Resurrección no es fácil, porque las potencias de este mundo tiran de nuestro cuerpo y nos incitan a vivir cómodamente aquí en la tierra. Pero si queremos ser buenas ovejas del Buen Pastor debemos saber que nuestra patria definitiva es el cielo, porque allí está él y hasta allí queremos seguirle. Ante el sufrimiento y el dolor sepamos que Dios siempre enjugará las lágrimas de nuestros ojos, si seguimos al Maestro, a nuestro Buen Pastor, hasta el final. Allí, en el cielo, ya no pasaremos hambre ni sed, sufrimiento, ni dolor, porque el primer mundo ya habrá pasado. Este es el principal mensaje que nos da el libro del Apocalipsis.