Vicario Parroquia San Miguel Arcángel
En el siglo pasado en la construcción de una de las catedrales más famosas de Inglaterra había tres hombres preparando una mezcla de agua, arena, cal y otros materiales. Mientras unían los ingredientes una persona iba de camino y les preguntó: “¿qué hacen?” El primero contestó que estaba haciendo una “argamasa”. El segundo dijo que “estaba colocando ladrillos”. Pero el tercero dijo “estoy haciendo una catedral”. Los tres hacían lo mismo, pero con una visión diferente. Y ¡que diferencia hace esa visión!
Algo parecido nos puede suceder en nuestra relación con Dios y con los hermanos. Algunos verán problemas; otros oportunidades. Por eso es necesario que se nos recuerde que como cristianos estamos edificando el Cuerpo de Cristo. Las pruebas y tareas del día es importante asumirlas como un don de Dios que nos ayuda a madurar en la fe. Es hacer en el fondo el Evangelio parte de mi vida. Ya lo decía san Pablo a los Corintios “me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, algunos”. En efecto, es posible cambiarlo todo cuando hacemos a Cristo parte de nuestra vida.
Hay que tomar la vida desde la mirada de Dios. Job nos muestra en la primera lectura que es fundamental. Nuestra relación con Dios debe ayudarnos a asumir las realidades desde la óptica de la fe. La fe nos ayuda a no vivir nuestra vida como una rutina pesada sino como un encuentro vivo y verdadero con el Señor. El libro del Apocalipsis nos da la clave para renovar el amor a lo que hacemos en nuestra vida de fe: “lo haz hecho todo muy bien, pero has olvidado el primer amor” (Ap. 2, 4). Para no ver la vida como una rutina es necesario mirar siempre renovar el amor a Dios, al prójimo y a nuestra vocación. Si el amor no se renueva se muere y se torna después una relación de derechos y deberes. Corremos el peligro de rezar por rezar, ir a misa por ir a misa, la vida familiar se torna una vida diplomática, entre tantos más.
Jesús asume la vida humana en su totalidad menos en el pecado. El Evangelio de hoy es un día normal de Jesús. Literalmente “pasó haciendo el bien” (Act. 10, 38). Curaba los enfermos, los trataba con ternura, expulsaba los demonios, predicaba el evangelio y al final del día oraba con el Padre del Cielo. Jesús vivía su día en la presencia del Señor. La llamada de este domingo es vivir en la presencia del Señor; a hacer parte de vida a Cristo Jesús. Cuéntale en la oración todo lo que has hecho en tu día y él te escuchará con ternura. Si el día fue pesado o un desastre como el de Job recuerda las palabras de nuestro Señor: “vengan a mi todos los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré” (Mt. 11, 28). Por eso para vencer la rutina haz a Jesús parte de tu vida.