Parroquia San Miguel Arcángel, Cabo Rojo
La vida cristiana está llena de sangre, sudor y lágrimas. Ejemplo claro de ello lo fue santa Teresa de Jesús. Cuenta que un día Teresa en oración empezó a quejarse de las fatigas, dolores, enfermedades y arideces que estaba enfrentando. Ante la queja de la santa Jesús le dice: “Teresa, así trato a mis amigos”. A lo que Teresa le contesta, “por eso tienes tan pocos”. Teresa entendió que el discípulo no es más que su maestro. Si Cristo sufrió, también ella debía de sufrir el mismo suplicio que su maestro. En efecto, nuestra vida cristiana no se entendería sin la cruz de cada día.
El enemigo conoce la fuerza de la cruz. Por eso utiliza a Pedro para tentar a Jesús de desistir y de no morir en la cruz. El maligno sabía que, si Cristo ofrecía su vida al Padre en el sacrificio de la cruz, muchas almas se salvarían; muchas vidas cambiarían y él sería derrotado por la preciosa sangre del cordero. Por eso intenta tentarle porque conoce la fuerza que lleva consigo la cruz. Al igual que Jesús también el demonio nos tienta a nosotros para que dejemos al lado la carga de la cruz. Nos hace pensar que “es una fatiga inútil”, “que todo este perdido”, “esa persona no tiene remedio”, “nos invita a dejarlo todo y a vivir a nuestra manera”, etc…Todas esas son tentaciones diabólicas que nos hacen pensar en un paraíso terreno, hecho a nuestra medida.
La vida con Dios es posible si nos dejamos acompañar por él. Nadie puede llevar la cruz por sí mismo. Necesitamos de la gracia de Dios para ofrecer nuestros pesares. Nos lo dice san Pablo en la segunda lectura de hoy “os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto”. Para hacer vida esta invitación de san Pablo debemos sumergir el corazón en la mente de Dios con la siguiente pregunta, “Señor, ¿qué quiere con esta prueba que estoy pasando?”
Cuando Dios permite algo en nuestra vida es para sacar algo mejor de ello. Muchas veces ha pasado por nuestra cabeza si esta pandemia, los terremotos y los temporales son necesarias. Algunos han pensado que es un año “maldito”, pero no hemos pensado que todas estas pruebas, especialmente para los cristianos, son oportunidades para tomar la cruz y seguir al Señor. Ciertamente la cruz es un trago amargo. Jesús mismo lo experimentó, pero esta en el plan de Dios para purificarnos y salvarnos. La consigna está en asumir todo lo que pase en nuestra vida con la lógica de la cruz. Podemos decir igual que san Pablo a los Filipenses: “sé que esto servirá para mi salvación”.