En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: "Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes". Jesús le respondió: "Está escrito: No solo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios".
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: "Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna". Jesús le contestó: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".
Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos de mundo y le dijo: "Te daré todo esto si te postras y me adoras". Pero Jesús le replicó: "Retírate Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo servirás".
Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle
Palabra del Señor
Autor: P. Harry López
El pecado original de Adán y Eva consistió en obrar contrario a la voluntad de Dios, movidos por la soberbia - el deseo de ser iguales a Dios - y por el engaño de Satanás. Este primer pecado trajo consecuencias para el ser humano. Nuestra naturaleza quedó disminuida, herida por el pecado con una tendencia al mal: concupiscencia. También trajo la ruptura de la relación del hombre con Dios o pérdida de la amistad paradisiaca y produjo una división -guerra- del hombre contra sus semejantes.
Ante el mal que el hombre introduce en la creación de Dios, el hombre está indefenso. No podemos luchar contra él eficazmente. El mal vence al hombre porque, en nuestra naturaleza pecadora, tendemos hacia él. Es por eso que Dios nos envió a su Hijo, que asumió la naturaleza humana y desde ella se enfrenta al mal para vencerlo. Jesucristo es el hombre nuevo -sin pecado- que enfrenta al mal con su muerte y vence al enemigo del hombre: el pecado. Se convierte en el hombre fuerte que se coloca al lado nuestro para luchar y defendernos del mal.
Los hombres hemos de ser conscientes de nuestro pecado. Por ser hombres tendemos al error. Necesitamos de Jesús -el hombre fuerte- para vencer. En esta cuaresma invitemos a Jesús a entrar en nuestra casa y quedarse con nosotros, como los discípulos de Emaús. Pero antes limpiemos nuestro corazón del pecado. Acudamos a ese hermoso sacramento de misericordia que Dios ha dado a la Iglesia: la penitencia. Arrepentidos, lavemos nuestras almas en la sangre preciosa del Cordero de Dios.
- ¿Qué me propone el Diablo? "Se tú mismo sin Dios; erígete tú en el absoluto".
- ¿Qué me propone Jesús? "Vive con Dios y desde Dios; no te sirvas de Dios, solo Dios es el Señor. Vive así y serás tú mismo".
- ¿Qué ha traído Jesús realmente, si no ha traido la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído?
- La respuesta es muy sencilla: a Dios. Ha traído a Dios.
- ¿Qué le pido a Dios? "No me dejes caer en la tentación de prescindir de tí, de usarte en beneficio propio".
Alberto Benito
Dabar Domingo 9 de marzo de 2014