En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra, Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: "Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude". El Señor le respondió: "Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará".
Palabra del Señor.
Marta y María: El trabajo y la oración
En el evangelio de hoy se nos presentan dos hermanas: Marta y María. Ambas aman al Señor, ambas lo acogen en su casa pero hay una diferencia: María no solo lo recibe sino que se coloca a los pies de Jesús como su discípulo para escucharlo.
El hombre que quiera seguir a Jesús no solo ha de acogerlo en su casa - su alma - sino que ha de saber ponerse a los pies del Señor para escuchar su Palabra. En la tradición cristiana la escucha de la Palabra de Dios es importante porque la fe es fruto de dicha escucha. En una sociedad donde pocos saben leer y hay pocos libros, el conocimiento se transmite a viva voz. Por lo tanto la escucha de la Palabra era realmente importante y necesaria. María escogió la mejor parte porque ha abierto sus sentidos a Dios, escucha a Dios y deja que la Palabra penetre en su corazón.
El corazón del discípulo será la buena tierra donde la Palabra dará sus frutos. Si la palabra no entra por nuestro oído, sino la escuchamos, ésta no podrá dar frutos de vida eterna en nosotros. Es por esto que en las Celebraciones Eucarísticas la Palabra de Dios es considerada una primera mesa.
Para los católicos, la Palabra de Dios es el primer alimento que recibimos domingo tras domingo. Se nos proclama la Palabra de Dios para que ella de frutos en el corazón de cada uno de nosotros. El problema es que nos pasa un poco como Marta: tenemos tantas preocupaciones y distracciones que no escuchamos la Palabra de Dios. Hay que empezar a frenarnos, detenernos en nuestro corre y corre para así escuchar la Palabra de Dios y dejarla reposar en nuestro corazón.
Te pregunto...
Como María: ¿Sacas tiempo para ponerte a los pies de Jesús a escuchar la Palabra? ¿Te sientes discípulo?
Como Marta: ¿Las preocupaciones y trabajos, el corre y corre, te impiden la escucha y la acogida de la Palabra? P. Ángel Ortiz