Vicario Parroquia San Miguel Arcángel
“Dejaron sus redes y de inmediato le siguieron”, dice el evangelio según san Marcos. Durante estos domingos la Iglesia nos presenta la llamada de los primeros discípulos de Jesús. Jesús los hace parte de su misión y les cambia el rumbo de su vida. El Señor les propone la aventura de la santidad, del amor y del perdón. Sin embargo, en la llamada que el Señor les hace a estos discípulos hay algo fundamental: la conversión. Para seguir a Jesús siempre hay algo o alguien que debemos dejar. De lo contrario nos sucederá como al joven rico del evangelio que se fue triste después de escuchar de labios del Señor que si quería ser perfecto que vendiera sus riquezas y se la diera a los pobres.
El Señor nos pide la conversión porque por medio de ellas llamará a los hombres al arrepentimiento. Esto lo contemplamos en la primera lectura cuando el profeta Jonás atraviesa la ciudad de Nínive anunciándole la conversión. No solo le anuncia la conversión sino también las consecuencias de ignorar el mensaje de la salvación. La consecuencia del pecado siempre es la muerte, la tristeza y la angustia. El pecado nos esclaviza a la concupiscencia, al egoísmo malsano y al Maligno. Por eso el mensaje del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo es liberador. Es el grito de Dios al corazón del hombre que lo llama por su nombre y le devuelve la dignidad de hijo amado. Cristo, asumió nuestra realidad humana, y como Jonás se introdujo en el mundo para anunciar la salvación: “no he venido por los justos sino por los pecadores”.
La Iglesia es heraldo del Evangelio. Por medio de sus pastores y miembros anuncia la salvación, pero también lo que debe dejar atrás el ser humano para seguir a Cristo. Los habitantes de Nínive hicieron ayuno, mortificaciones y oraciones para preparar el corazón y recibir la gracia del Señor. El ayuno, la oración y la penitencia son las armas que tiene el cristiano para combatir y negarse al pecado. Debe existir un deseo genuino de conversión y se lo manifestamos a Dios cuando realizamos estas prácticas.
Los apóstoles tuvieron que dejar atrás sus redes, sus seguridades y sustento, en el fondo, sus riquezas para seguir a Cristo. Ellos dejaron sus metas por la gran meta que es el Reino de los cielos. Abandonaron las redes del mundo por las redes de la Palabra viva de Dios. Hoy el Señor nos llama también a dejar atrás todo aquello que nos impide acercarnos a él. Si los discípulos le hubiesen dicho a Jesús, “te seguiré, pero mañana tengo que pescar de 9 a 3”, de seguro no cumplirían con la misión que le tendría encomendada. No se trata ahora de dejar nuestros quehaceres cotidianos por realizar algún acto de piedad ni estar 24/7 en la Iglesia. Todo lo contrario, si el Señor te ha llamado al matrimonio vive en todo momento como esposo u esposa cristianos; si eres sacerdote, sé sacerdote en todo momento; si eres religioso o religiosa o laico comprometido vive como tal. El Señor nos llama a vivir con espíritu cristiano nuestra vocación. Cuando vivimos con esa intensidad nuestra vida entonces se cumplirán las palabras del Señor: “los haré pescadores de hombres”.