Parroquia San Miguel Arcángel de Cabo Rojo
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para la remisión de los pecados. Para que todo el que crea en él se salve y tenga vida eterna” (Jn 3, 16), dice el Señor. Toda la historia de la salvación puede resumirse en este pasaje de la Escritura. Dios siempre se ha acercado al hombre con deseos de amarle y compartir con él su gloria. Por ese deseo e iluminados por la fe y el amor, vamos también conociendo el interior de Dios. Dios se va revelando, va mostrando quién es realmente, por el Hijo y el Espíritu. Lo cierto es que mientras más nos acercamos a su misterio, más fe necesitamos. Si se dijera que todo se esclarece no habría problema, pero en realidad la cosa se pone cada vez más compleja. Tan compleja que el misterio más grande y que define al cristianismo, es confesar que Dios es Uno y Trino; tres Personas; un solo Dios. Sin embargo, pasamos por alto que lo más grande y lo que hace a Dios ser Dios es el Amor. Por eso lo esencial es el Amor, porque “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8).
Todo es más simple cuando nos sumergimos en la dinámica del amor trinitario de Dios. Según San Juan ¿Qué hace a Dios ser tres Personas y a la misma vez ser un solo Dios? El Amor. El Amor es lo que hace a Dios ser único. En efecto, el amor es una donación como lo expone san Pablo en la Segunda carta a los Corintios: “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros” (2 Cor 13, 13).
La historia de la Salvación nos muestra que Dios es Amor. Dios se dona como Padre, el Padre misericordioso que escuchamos en la confesión de Moisés: “Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34, 8); es el Hijo que se da voluntariamente para la salvación de la humanidad y gloria del Padre “esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes” (Lc 22, 19); es el Espíritu que se da a los hombres para santificarlos y hacerlos gratos a los ojos de Dios, “el Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5). Las tres personas, aunque pueden distinguirse por su obrar coinciden en una única voluntad que nace del amor. Por eso el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; tres Personas: un solo Dios.
El amor es la respuesta a todo el misterio de la Santísima Trinidad. ¿Qué es el amor sino una donación? Si el ser de Dios es el Amor no puede quedarse encerrado en sí mismo, sino que debe donarse. Por eso la vida trinitaria se hace presente desde el bautismo. Somos bautizados en el nombre “del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 20, 19). Somos consagrados a la Trinidad para donarnos a los demás, como Él se entregó por nosotros. Por eso el mandamiento principal del cristiano es amarnos unos a los otros como Dios nos ha amado y permanecer en su amor.
Fuimos consagrados para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Aunque en la sociedad de hoy el amor es una palabra muy viciada e incluso egoísta el misterio de la Santísima Trinidad nos da una enseñanza clara del verdadero amor. Amar es entregarse, olvidándose de sí buscando siempre lo que al otro pueda hacer feliz. Amar es un donarse como el Padre, es un entregarse como el Hijo y un moverse como el Espíritu. Amar conlleva siempre un dolor y un sufrimiento pues casi siempre la respuesta no es la que esperamos. Por eso amamos porque Dios nos ha amado primero. El cristiano ama porque Dios le ama y quiere amar a Dios a través del prójimo. Por eso el camino para llegar a Dios es el otro, la relación con los demás.
En el fondo es el amor Trinitario el que purifica nuestras relaciones y brinda una armonía saludable. Pidamos a Dios, Uno y Trino, que purifique nuestro amor hasta hacernos semejantes a Él y verlo tal cual es. Que María Santísima, templo de la Santísima Trinidad, interceda por nosotros para profundizar cada vez más en el misterio del amor de Dios. Por último, pidamos a Dios aceptar este misterio con humildad diciendo, “no entiendo, pero te creo, porque sé en quién he puesto mi fe”. Concluyamos diciendo “gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en el Principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen”.