Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
Jesús nos dice en el Evangelio de Juan: "Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Toda rama que no da fruto en mí la corta. Y todo sarmiento que da fruto lo limpia para que dé más fruto" (Jn 15, 1-2).
A nosotros nos gustan las uvas, ya sea la fruta, en jugo o en vino. Sin embargo, no es parte de nuestra cultura el sembrarlas. Para el pueblo judío del tiempo de Jesús tener una vid o un viñedo era algo muy familiar. Estas plantas necesitan ser cuidadas para que puedan dar fruto: podarlas a su tiempo, abono, etc.
Jesús se nos presenta como la vid que es la planta, el tronco del cual después de la poda brotan ramas nuevas (los sarmientos) donde van a salir las uvas. Si esos sarmientos no están pegados a la vid no pueden producir fruto. Jesús es esa vid y nosotros somos los sarmientos. Tenemos que estar unidos a Jesús para recibir el alimento (como la rama recibe la sabia del tronco) para crecer y dar fruto. Nosotros como cristianos tenemos que alimentar nuestra vida espiritual con la gracia divina que es el alimento del alma. Eso nos ayuda a ser fieles y a poder gozar de la misma vida divina.
La clave para vivir unidos a Jesús nos la da Él mismo: "Permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes" (Jn 15, 4). ¿Qué debemos hacer para estar más unidos a Jesús? Hay que conocerlo más a través de su Palabra, conocer su mensaje (los evangelios), meditar y conocer las Sagradas Escrituras. Mediante la formación de nuestra vida espiritual vamos nutriéndonos de la vid que es Jesús y como sus sarmientos daremos fruto. Esto hay que llevarlo a la vida personal en lo espiritual (con oración y meditación o reflexión); también cuando acudimos al Templo para formar comunidad (viviendo la confesión sacramental y sobre todo en la Eucaristía Dominical).
Te exhorto a mirar cómo está tu relación con Jesús, a crecer y estar bien unido (a) a la vid para ser un buen sarmiento que de fruto para la gloria de la Iglesia en unidad y fidelidad.