Autor P. Harry López
A través de la historia el hombre ha deseado ver a Dios. A este deseo de Dios, que está inscrito en la propia naturaleza del hombre, se le conoce como potencia obediencial. Todo hombre, por ser hombre, tiene necesidad de Dios. El problema a la hora de esta búsqueda personal es que nuestra naturaleza, al estar herida por el pecado, tiende al error; por lo que muchas veces la búsqueda de Dios lleva al hombre a endiosar - poner en el lugar de Dios - a las criaturas o fuerzas naturales. Básicamente por esta razón Yahveh prohíbe al pueblo de Israel el hacerse imágenes de Dios : para evitar el error de creer que la cosa es Dios o que el hombre puede tener algún dominio sobre Dios.
Entonces, ¿dónde encontramos a Dios? Las lecturas de hoy nos lo dejan ver:
"Al llegar Elías al cerro de Dios, al Horeb, pasó la noche en una cueva. Y el Señor le dirigió la palabra: "sal afuera a esperar al Señor, que va a pasar". Vino primero un huracán tan violento que hendía los cerros y quebraba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el huracán. Después hubo un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Después brilló un rayo, pero el Señor no estaba en el rayo. Y después del rayo se sintió un murmullo de una suave brisa. Elías al oírlo se tapo la cara con su manto, salió de la cueva y paró a su entrada" (1 Reyes 19, 9a, 11-13a).
El profeta Elías en su huida de Jesabel merece la gracia de ver a Dios y descubrir su presencia. El Dios Todopoderoso, el hacedor de las cosas, el Rey de Reyes, no muestra su grandeza con estruendo como los poderosos del mundo. Dios no está ahí. Dios está en la brisa suave. Aunque para ser más fieles al texto original, no es brisa suave sino silencio sonoro. Una gran contradicción: el silencio que habla, porque Dios habla en el silencio.
Si queremos encontrarnos con Dios, si queremos ver su rostro, si queremos escuchar su voz, hay que hacer silencio para oír a Dios que pasa. Hoy, como siempre, Dios sigue pasando por la vida del hombre. El problema de hoy es que tenemos mucho ruido que ahoga la voz de Dios. ¿Quieres encontrar a Dios? No corras, detente. ¿Quieres escuchar a Dios? No hables, escucha. Has silencio y escucharas al que habla en el silencio.