Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
Jesús, mientras estuvo con nosotros en la tierra, siempre fue solidario con que el sufría o pasaba necesidad: el enfermo, el desnudo y con el hambriento. Él paso la vida haciendo el bien y velando por las necesidades de las personas. Hoy, el papa Francisco nos pide ir a las periferias y tener caridad con el hermano que pasa necesidad y sufre.
En el evangelio de Mateo, capítulo 14 versículos 13 al 21, se nos presenta la primera multiplicación de los panes. Este es un milagro que posee gran valor teológico y nos hace pensar en algunos textos del Antiguo Testamento: los panes del profeta Eliseo, los panes consagrados que comió David, el banquete mesiánico de Isaías y la ofrenda del sacerdote Melquisedec (quién es el único en el Antiguo Testamento que le presentó al Señor como ofrenda pan y vino). El relato de Mateo también nos recuerda el esquema de la institución de la Eucaristía: Jesús, mirando al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, se los dio a los discípulos. Él mandó a sus discípulos "denles ustedes de comer". En el versículo 20 se nos dice "todos comieron hasta saciarse".
Jesús está pendiente de nuestras necesidades espirituales pero también de las físicas y materiales. Para Jesús, en su solidaridad, no existen desigualdades: todos estamos llamados al banquete de la fraternidad universal. En la Eucaristía quedó figurado este milagro de la multiplicación de los panes y peces. ¡Jesús, danos hambre de ese Pan! ¡Que siempre tengamos hambre de ti y que la alegría de tenerte en el Pan de Vida la comuniquemos a los demás hasta que entremos al banquete celestial!