Autor: P. Harry López Vázquez
Desde el momento en que Adán y Eva pecan, Dios comienza la historia de la salvación de género humano. Para ello elige un pueblo -Israel- que será el lugar desde dónde Él guiará e iluminará a los hombres para que le conozcan y le sigan. Israel es el pueblo liberado por Dios de sus opresores -Egipto-, al que Dios se le revela dándole su nombre: Yahveh. Es el pueblo de la promesa -tierra nueva y cielos nuevos-; es el pueblo que recibe las profecías mesiánicas, en definitiva: es el pueblo de Dios -su heredad-.
Dentro de este contexto es que hay que entender el pasaje del evangelio de hoy:
"Jesús se apartó hacia la región fronteriza con Tiro y Sidón. Pues bien, una mujer cananea que había salido de esos territorios lo fue a ver y se puso a gritar: 'Señor, hijo de David, ten compasión de mí: mi hija es atormentada por un demonio'. Pero Jesús no le contestó ni una palabra. Entonces sus discípulos se acercaron y le dijeron: 'Despáchala, pues no deja de gritar detrás de nosotros'. Jesús contestó: 'No fui enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel'. Pero la mujer se acercó a Jesús y, arrodillándose ante él, le dijo: 'Señor, socórreme'. Jesús le contestó: 'No se debe echar a los perros el pan de los hijos'. 'Es verdad, Señor', contestó la mujer, 'pero los perritos comen las migas que caen de la mesa de sus patrones'. Entonces Jesús le contestó: 'Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla tu deseo'. Y en ese momento quedó sana su hija" (Mt 15, 21-28).
Podría parecer que Jesús rechaza a esta mujer cananea o, peor aún, que la insulta al llamarla perra; pero no es así: Jesús solo deja ver con claridad cuál es su misión y trata de limitar su acción salvadora, en ese momento, al pueblo al que el Padre lo ha enviado. Perro era un término común entre los judíos de la época para referirse a los pueblos no judíos. Ciertamente era la soberbia de saberse elegidos por Dios la que los llevaba al desprecio de los demás.
Dicho lo anterior, lo más hermoso del pasaje es la fe de la mujer: no hay nada que la detenga para llegar hasta Jesús. Ella es consciente que en Él encontrará la solución para los males de su hija y, ante esta situación, busca a Jesús; no la detiene nada ni nadie. Por otro lado, también se ve la grandeza de Jesús, que conoce los corazones y le da una lección a sus discípulos: él no obra por presiones humanas sino por la fe y el amor que hay en el hombre. Fue la fe de esta mujer la que propició el milagro, no el que otros oyeran sus gritos y clamores. Jesús es libre: hace lo que tiene que hacer, siempre siguiendo la voluntad del Padre.
Hay que estar bien conectados con el Padre, por medio de la oración, para no dudar a la hora de obrar el bien. Es necesario que el cristiano se una a Dios y conozca la misión que Dios le ha encomendado en la vida para así poder obrar con libertad y actitud. En nuestros días tenemos un gran ejemplo en nuestro papa Francisco: hombre de Dios, que se deja guiar por Él y no teme a nada ni a nadie solo al pecado.
"Invito a todos a dar testimonio del gozo de ser hijos de Dios, de la libertad que da vivir en Cristo que es la verdadera libertad". Papa Francisco