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1.- Cada cristiano debe ser un profeta. Cada cristiano debe ser un eco de la voz de Dios. Pero no es fácil ser profeta, en ningún tiempo lo ha sido. La situación de “cristiandad” se ha acabado en la mayoría de los lugares del mundo. El catolicismo oficial y masivo ha pasado a la historia. Es mejor que sea así, para que la vivencia de nuestra fe sea más pura. No debemos caer en un pesimismo injustificable. La primera lectura y el evangelio son una lección clara sobre el profetismo. Cuando el culto resultaba imposible en aquella situación de diáspora, lejos del templo y en medio de un mundo pagano, el sacerdote Ezequiel es investido de una mayor responsabilidad: predicar la palabra de Dios a un pueblo de dura cerviz que no quiere escucharla. A Ezequiel el Señor no le enviaba engañado, sino que le advirtió claramente sobre la posibilidad de que los oyentes no fueran precisamente un "público agradecido", ese público que deseamos siempre tener de nuestra parte.
2.- Necesitamos alimentarnos de la Palabra de Dios. La experiencia de la presencia de Dios fue para Ezequiel tan fuerte que cae en tierra, pero el espíritu lo levanta y lo mantiene en pie. El hombre recupera su verticalidad con la fuerza de Dios que lo lanza a la acción. Ezequiel, cuyo nombre significa "Dios es fuerte", va a necesitar toda esa fortaleza divina para cumplir su difícil misión. Pero antes necesita recibir el mensaje, digerirlo, asimilar todas las palabras que Dios quiere decir a su pueblo: Dios le ofrece un libro en el que están escritas, y Ezequiel lo come. Si nos alimentáramos nosotros de la palabra de Dios no nos harían tragar los "maestros" tan fácilmente sus "rollos", no seríamos víctimas de la indoctrinación y de la propaganda, de las ideologías... y tendríamos algo nuevo que decir aunque no quisieran escucharnos. En cualquier caso, el mundo sabría que hay hombres que no se doblegan y que aún hay profetas.
3.- Fuerza de la Cruz en la debilidad. Pablo no especifica en la Segunda Carta a los Corintios en qué consiste la espina que tiene clavada. Los Padres de la Iglesia pensaron en tentaciones contra la castidad, otros lo interpretaron como persecuciones u obstáculos graves de sus adversarios, otros lo refirieron a alguna enfermedad. Esta última es la interpretación más aceptada en la actualidad. Para el creyente todo suceso o situación se convierte en interpelación para la fe. Para Pablo es una invitación a la abnegación de sí mismo y a no confiar en las propias fuerzas. Como cristiano, el apóstol entiende toda su vida como participación en el Misterio Pascual de Cristo y es así que en la debilidad de la existencia humana se manifiesta la fuerza de la cruz y de la resurrección de Cristo.
4.- Rechazo de la Palabra de Dios y de Jesús. Va a su tierra y aprovecha la ocasión para hablar en "su" sinagoga. En ella están los hombres religiosos de su pueblo, los hombres que van allí porque quieren saber, porque quieren relacionarse con Dios, porque son practicantes. Cristo habla con un estilo propio y definido que los sorprende y que les molesta. Nada sabemos acerca de lo que Cristo dijo, porque quizá el evangelista quiere que el protagonista de la escena no sea el mensaje, sino el mensajero. Los paisanos de Cristo lo rechazan de plano. Aquel hombre corriente y vulgar, cuyo padre y cuya madre forman parte del común denominador de los mortales del pueblo, él con su carpintería y ella con sus idas a la fuente y sus labores domésticas, ¿cómo puede intentar imponerse a la audiencia?, ¿de dónde le viene la sabiduría?, ¿de dónde ha sacado ese modo directo y agresivo de interpretar las Escrituras?, ¿con qué autoridad les interroga desde sus palabras, creándoles una inquietud que en otras ocasiones, cuando hablan los peritos de la ley y los sacerdotes de siempre, no han experimentado?
5.- Solo la fe hace posible el milagro. El evangelista dice con toda expresividad que Jesús "no pudo hacer allí ningún milagro". La escena de la sinagoga de Nazaret no es un caso que pasó y no se repite. Es un caso que se está dando constantemente entre nosotros, entre los que nos sentamos en las reuniones "religiosas" y rechazamos rotundamente la persona, cuando no nos place y no cumple los "cánones" de quienes consideramos perfectos y consagrados. El milagro no fue posible en Nazaret. El milagro se encuentra principalmente en la interpretación de un hecho como acción salvadora de Dios. Sin la fe de los testigos de una curación no puede haber milagro. En este caso, los actos de Jesús no fueron "leídos" desde una óptica de fe, y el milagro no fue posible. Todos los defectos que Cristo encontró en los hombres religiosos de su época y que los evangelistas recogieron cuidadosamente para "enseñanza de la posteridad", los hemos copiado fidelidad. Solo la fe hace posible el milagro.