Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo". Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel". Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: "Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo". Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
La palabra epifanía significa manifestación. En plena navidad, en la que celebramos el nacimiento del Dios con nosotros, cae esta solemnidad de la Epifanía del Niño Jesús como nuestro hermano y Salvador de todos los pueblos. Es la manifestación de Dios a todos los hombres y a todas las naciones de la tierra. Esta fiesta nos muestra que el Mesías vino no solo para el pueblo judío sino que esa salvación que nos trae es para todos en el mundo en que vivimos.
Conocemos también esta fiesta como la de los Santos Reyes Magos. En el evangelio de Mateo (2, 1-12) se nos da el relato de la llegada y adoración de estos sabios, magos o reyes, que llegaron de tierras lejanas (de oriente) a adorar al Rey de Reyes. Le ofrecieron unos regalos que no son comunes para un niño recién nacido: oro, incienso, mirra. A ninguna persona se le ocurriría traerle estos regalos a un bebé.
Los Santos Reyes fueron guiados por una estrella. Esa luz providencial o preternatural los guió hasta llegar a ese Niño de Belén que desde su nacimiento es rey. Ellos, desde el oriente, vinieron a adorarle y le ofrecieron el oro, por ser rey y sacerdote eterno; el incienso, porque es Dios verdadero que vino a nosotros y en su momento vuelve al Padre; la mirra, por ser hombre mortal pero como Dios nos da la eternidad y nos hace inmortales como Él. Estos tres regalos nos simbolizan quién es ese niño y su misión en la tierra. Para los Santos Padres de la Iglesia estos regalos representan la caridad cristiana (el oro), la oración (el incienso), la mortificación (la mirra), que se convierten en los elementos fundamentales y constantes del mensaje evangélico de este Niño de Belén que nos predicará en su momento.
Para nosotros, esta fiesta de la Epifanía o de los Santos Reyes Magos tiene su encanto y magia. Nos lleva a compartir, a regalar y recordar la inocencia de cortar yerba para los camellos, acostarnos temprano y el decir que nos hemos portado bien para que los Santos Reyes en la noche nos traigan los regalos que hemos pedido. El gran regalo que nos trae esta fiesta es a Dios con nosotros. ¡Vivamos estos días llenos de alegría, paz y amor porque Dios ha estado grande con nosotros al regalarnos a su propio Hijo!
¡Feliz Día de los Santos Reyes!