Parroquia San Miguel Arcángel, Cabo Rojo
Dice un refrán popular “obras son amores y no buenas razones”. Si aplicamos esta frase a la Revelación que Dios nos ha hecho en su Hijo Jesucristo, podremos apreciar mejor la obra de la redención. Dios no tiene razones para salvarnos, ni para liberarnos de nuestras ataduras. Tenía mil y una razón más para abandonarnos a nuestra suerte. Sin embargo, su obra de amor no iba basada en las razones, sino en el amor que nos ha tenido. Por eso envío a su Hijo unigénito para la salvación del género humano. Esto denota una de las cualidades más hermosas de Dios después de la misericordia y el perdón: la compasión. Dios se ha compadecido de nuestras miserias y pecados; de nuestra carencia espiritual y mental; de nuestros problemas materiales y sociales. Dios por la encarnación del Verbo se ha compadecido del ser humano y le ha dado la oportunidad de una vida nueva.
Jesús mostró compasión con los más necesitados. La compasión de Cristo es un mensaje al mundo de hoy: Dios no se queda pasivo ante las necesidades humanas. En el evangelio contemplamos a una muchedumbre que se quedó hasta tarde con Jesús porque sintió compasión de aquella multitud y a pesar de su cansancio se puso a servirle con los discípulos. Por medio de la compasión el Señor se hace cercano a las necesidades de los hombres. Tan cercano que no solo los curó, sino que también les dio de comer. Las palabras de Jesús no eran como la de los fariseos que decían mucho y hacían poco. Cuando Cristo anunciaba el Evangelio del Reino lo ponía por obra. Con este acto compasivo Dios nos muestra que él no se queda como un espectador en nuestras necesidades, sino que busca hacerse parte de ellas.
Jesús enseña a los discípulos a compadecerse de las necesidades de los demás. En el Evangelio contemplamos a unos discípulos inquietos por la noche y la multitud que tenían delante. Tanto así que le dicen a Jesús que los “despache” porque se hace tarde y puedan comprar comida en las ciudades. Sin embargo, Jesús los sorprende “denles ustedes de comer”. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Por medio de ella el Señor sigue realizando su obra. Jesús nos pide hacernos parte de las necesidades de los demás, que tengamos un corazón compasivo con aquellos que son excluidos. El papa Francisco hablaba de esta capacidad compasiva del cristiano. No somos ciertamente una ONG, o una organización sin fines de lucro. Somos los hijos e hijas de Dios que respondemos al llamado del Señor. Compartimos el amor de Dios, damos de lo poco que tenemos porque el Señor lo ha dado todo por nosotros. El mismo Señor nos lo pide, “dad por gracia lo que por gracia han recibido” (Mt 10, 8).
Para llevar a cabo un acto de compasión, no es necesario una buena razón, sino el impulso del Espíritu en nuestro corazón. Si buscamos razones, en el fondo perseguimos intereses. El cristiano no busca otro interés sino el de la salvación. Pidamos al Señor un corazón compasivo que pueda ver las necesidades de aquellos que nos rodean.