Como ya se acercaba el tiempo en que debía salir del mundo, Jesús emprendió resueltamente el camino a Jerusalén. Había mandado mensajeros delante de él, los cuales, caminando, entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento. Pero los samaritanos no lo quisieron recibir, porque iba a Jerusalén. Al ver esto, los discípulos Santiago y Juan le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los consuma?" Pero Jesús los reprendió, y pasaron a otra aldea. Cuando iban de camino, alguien le dijo: "Te seguiré a dondequiera que vayas". Jesús le respondió: "Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde descansar la cabeza". A otro le dijo: "Sígueme". Éste le contestó: "Permíteme ir primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le dijo: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú anda a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme que me despida de los míos". Jesús entonces le contestó: "Todo el que pone la mano al arado y mira para atrás, no sirve para el
Reino de Dios".
Palabra del Señor.
Ser discípulos de Jesús no es simplemente el tener un conocimiento de sus enseñanzas y adherirse a ellas. El cristianismo no es una filosofía de vida, una forma de entender la vida. El seguir a Jesús conlleva un conocimiento de su enseñanza pero además es una aceptación de la persona de Cristo y un deseo de vivir según Él vivió. El cristianismo es una forma de vida.
El conocer a Jesús, su Palabra, su Evangelio, debe mover al hombre a pensar de una manera distinta que a su vez se traduce en una forma de vida distinta. Como se diría en el Nuevo Testamento: vivir en el mundo sin ser del mundo. El cristiano tiene que vivir imitando a Cristo: primero en su Amor al Padre y segundo en su obediencia plena al Padre - mi alimento es hacer la voluntad del Padre. Ciertamente esta exigencia del evangelio es lo que hace difícil el seguimiento de Cristo pues requiere que el hombre viva de forma concreta y específica: viviendo el amor a los hermanos, sobre todo en las obras de misericordia.
El hombre cuando decide seguir a Cristo (poner las manos sobre el arado) no puede añorar las cosas que hacía en el pasado (mirar atrás). El cristiano ha de poner sus ojos en Dios y avanzar hacia Él, siendo consciente que ha de encontrar piedras en el camino que le harán difícil el avanzar pero que esto no le debe detener en el deseo de seguir a Cristo y ser fiel a su Palabra.
Habla, Señor, que tu siervo escucha; tú tienes palabras de vida eterna. (1S 3, 9; Jn 6, 68)