Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo
“Ignorar las Escrituras es ignorar a Jesucristo”, decía san Jerónimo. En este tercer domingo de Pascua el Señor se les presenta a los discípulos para consolarlos con su Palabra. No solo eso, sino que también les abre el entendimiento para que comprendieran las Escrituras a la luz de su vida. En efecto, la historia de la salvación no tendría sentido si no se mira tras la vida del Resucitado. Es Cristo quien le da sentido y unidad a toda la Sagrada Escritura. Precisamente les dice a los apóstoles unas palabras claves: “que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí, tenía que cumplirse” (Lc 24, 44). Jesús les da a sus discípulos la clave del cómo deben leer las Escrituras y lo que viene a traer al Nuevo Testamento que es la conversión y el perdón de los pecados.
Cuando las Escrituras no se ven a la luz de la vida de Cristo se fragmentan. Muchos han caído en el error de interpretar las Escrituras a su forma de pensar. Incluso, han utilizado las Escrituras para justificar su punto de vista. San Pablo era tajante en este aspecto con la comunidad de los Corintios. Él les decía que “la letra mata; el espíritu da vida” (2 Cor. 3, 6). Para preservar ese espíritu de salvación Jesucristo estableció un colegio apostólico que hoy se hace visible en la sucesión apostólica en comunión con el Santo Padre. En efecto, el Señor ha dado autoridad a los obispos en comunión con el Papa de interpretar las Sagradas Escrituras a la luz de su misterio Pascual. Por eso el Santo Padre goza de la gracia de la inefabilidad papal. Esto consiste en que no puede equivocarse en cuestión de fe y moral por la asistencia del Espíritu Santo. Por tanto, el que cree en la Iglesia puede tener la seguridad que recibe la enseñanza y la promesa de parte de Dios.
La Escritura siempre nos lleva a la verdad cuando la leemos a la luz de Cristo. Muchos judíos se convirtieron al cristianismo porque leyeron la historia de salvación a la luz de la vida del Señor. Hoy nosotros debemos retomar este amor por las Escrituras y leerlas a la luz de la vida de Jesucristo resucitado. ¿Cómo las leemos a la luz del resucitado? Ante todo, con la predicación de Cristo. Jesús anuncio un Reino de salvación, de amor y belleza. Pero ese Reino tiene un precio. Ese precio Cristo nos lo ha pagado por su entrega en la cruz. También nosotros tenemos que tomar la cruz y dejar atrás el pecado. Las Escrituras a la luz de Cristo Resucitado nos sacan de la comodidad de nuestra vida y nos lanzan a la misión. Las Escrituras a la luz de la vida de Jesús nos hacen comprometernos con nuestra salvación. Ese compromiso se refuerza con los sacramentos, la ración, el apostolado y lectura de la Sagrada Escritura.
Cuando leemos las Escrituras nos encontramos con Jesucristo. Por medio de las Sagradas letras nos encontramos con nuestro consuelo y con nuestra paz. Nos muestra como a los discípulos sus manos y sus pies; su victoria sobre la muerte y el pecado. Las Escrituras nos narran el amor de Dios por cada uno de nosotros. Ese amor extremo que se manifiesta en la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Cada vez que leemos la Palabra nos identificamos con ella. Es como si Dios nos hablara al corazón y nos dijera que nos entiende. Pero eso solo es posible cuando nos acercamos a la Palabra con un corazón sincero; con un deseo genuino de seguir al Señor y conocerle. De lo contrario tendremos delante palabras lindas que no tienen mucho que decirnos.
La Sagrada Escritura nos invita a nosotros a mirar nuestra vida a la luz de la vida de Cristo. Estamos llamados a identificarnos con el Señor. El apóstol san Pablo decía a la comunidad de los Colosenses que él unía su vida a la de Cristo (cfr. Col. 1, 24). Cuando hacemos eso recibimos el consuelo del Señor y nuestra vida toma un nuevo giro. La esperanza se renueva a la luz de Cristo muerto y Resucitado. Jesús quiere mostrarnos su victoria sobre la muerte como lo hizo con los discípulos al presentar sus manos y sus pies. Ese es el signo de que Dios esta por encima de todo; que no entrega la vida de sus fieles a la perdición, sino que esta vivo para interceder por cada uno de nosotros ante el Padre. Que Santa María interceda por nosotros para entender nuestra vida a la luz de Jesucristo.