Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
¡Si todos los cristianos comprendieran la grandeza y la importancia de que Jesús está vivo y real en la Eucaristía, nunca faltarían a misa!
La fiesta del Corpus Christi fue establecida en el año 1264 por el Papa Urbano IV, para resaltar la importancia de la santa misa los domingos y la presencia real de Cristo en su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Se celebra el jueves después de la solemnidad de la Santísima Trinidad; en Puerto Rico, por razones pastorales, se traslada a domingo.
¡Es un amor grande el de Jesús!, ha querido quedarse presente en este mundo, con nosotros, hasta el final de los tiempos. En las especies de pan y vino, ambas necesarias para celebrar la Eucaristía (la misa), una vez el sacerdote repite las palabras que nos enseñó Jesús en la última cena (que son hoy las palabras de la consagración), ese poco de pan y vino se convierten, por el milagro de la transustanciación, en el cuerpo y la sangre de Cristo.
Esta fiesta resalta el culto que nosotros debemos dar a Jesús Eucaristía. Se le adora en el Sagrario, en las exposiciones del Santísimo y cuando lo sacamos a la calle con la procesión del Corpus, para dar testimonio de nuestra fe en él, darlo a conocer y bendecir al pueblo con Jesús Eucaristía. Hay lugares en el mundo que esta procesión es preciosa, por la devoción y el "folklore" de la gente (sus tradiciones o costumbres) para adorar a Jesús. Una de las más famosas es la que sale de la Catedral Primada de Toledo, con su hermosa custodia hecha con oro de América.
Hoy es la fiesta de Jesús Eucaristía: manifestemos nuestro amor a Él, démoslo a conocer, a adorarlo y preparémonos para recibirlo todos los domingos en la santa misa. En la Misa o Eucaristía, tenemos la antesala del cielo o del banquete eucarístico de Cristo. ¡Acerquémonos con el alma limpia en gracia para vivir lo que Jesús nos enseñó en su Evangelio.
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo". Los judíos discutían entre sí; "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: "En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que comieron y después murieron. El que coma este pan vivirá para siempre". (Jn 6, 51-58)