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1.- Jesús nos da el pan de vida. Celebramos la fiesta de Corpus Christi. El relato evangélico de hoy tiene un significado profundamente eucarístico. Después de alimentarse del "pan de la Palabra", la multitud se alimenta del "pan de la Eucaristía". El hambre de verdad y plenitud sólo puede saciarla Dios. Él nos da el pan de vida eterna. La Eucaristía más que una obligación es una necesidad. Aquí venimos a saciar nuestra hambre, a celebrar nuestra fe, a saciarnos de los favores de Dios. Seríamos necios si no aprovecháramos este alimento que nos regala. Vivamos con intensidad cada gesto, cada palabra de la Eucaristía con actitudes sinceras de agradecimiento, alabanza, perdón, petición de ayuda y ofrecimiento de nuestra vida. ¿Hay algo más maravilloso en nuestro mundo?
2.- Un texto cargado de simbolismo. El milagro de la multiplicación de los panes está en los cuatro evangelistas. El número de cinco panes y dos peces (5 + 2 = 7) significa la plenitud del don de Dios. Y las «doce canastas» de sobras están significando la superabundancia de los dones de Dios. El número 5.000 representa simbólicamente una gran muchedumbre. Los apóstoles, acomodando a las gentes, repartiendo el pan y recogiendo las sobras, hacen referencia a la Iglesia, dispensadora del pan de los pobres y del pan de la Palabra y la Eucaristía. Jesús une la palabra y el pan. La Iglesia, si quiere ser fiel a Cristo, ha de unir a la palabra el pan de la caridad. Si mi prójimo dice: «tengo hambre», es un hecho físico para el hermano y moral para mí. Basta que pongamos nuestros cinco panes y dos peces. Y estos cinco panes y dos peces pueden ser quizá mis muchas o pocas virtudes, mis logros, triunfos pero también mis caídas y fracasos. En definitiva basta que nos abramos completamente a Jesús y le demos todo lo que tengamos sea poco o mucho, de esto Él se encarga.
2.- El gran milagro es el del “compartir” los dones que Dios nos ha dado. Los pastores de la Iglesia hemos de dar ese pan y ayudar a compartirlo. Debemos ayudar a que llegue a todos el pan que acaba con el hambre del cuerpo, y el pan de la palabra y la Eucaristía, que sacia el hambre más existencial del hombre. La lacra del hambre es consecuencia de nuestro pecado, pues Dios ha puesto los bienes del mundo al servicio de todos, no de unos pocos. Nosotros podemos saciar el hambre, Jesús nos lo pide: "Dadles vosotros de comer". En este milagro de la multiplicación de los panes se ven como diseñadas las tareas pastorales de la Iglesia: predicar la palabra, repartir el pan eucarístico y servir el pan a los pobres.
3.- Compromiso de amor con los necesitados. La Eucaristía, sacramento de amor y de unidad, nos mueve a entregarnos como Jesús en favor de los que sufren o no tienen lo necesario para vivir una vida digna. “Hacer de nuestra vida una entrega creíble en todo momento a los `heridos por la vida´”, es el lema del Día de Caridad que han presentado los obispos españoles: “es reconfortante saber que el amor de Dios, nuestro Creador, no nos deja: camina y trabaja junto a nosotros dándonos su luz y su fuerza para encontrar nuevos caminos que aviven el gozo de la esperanza. En la solemnidad del Corpus Christi, día de la Caridad, el Señor nos llama a descubrirle y a encontrarnos con su imagen en todos los hombres y mujeres, sirviéndole en cada uno de ellos, de modo especial, y con inmensa misericordia y compasión, en los más pobres, frágiles y necesitados Hoy, día de la Caridad, la Iglesia nos recuerda que la Eucaristía sin caridad se convierte en culto vacío. El Cuerpo de Cristo nos urge a acompañar a los pobres y construirles andamios de esperanza en un futuro mejor, como Dios quiere. No olvidemos que Jesús mismo nos ha dicho en una página solemne del Evangelio, que lo que hagamos o dejemos de hacer con los necesitados, a Él mismo se lo hacemos”.