Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo
“Si quieres conocer a alguien no le preguntes lo que piensa sino lo que ama” (san Agustín). Porque muy bien dice el Señor, “allí dónde este tu corazón allí estará tu tesoro” (Mt. 6, 21). Es nuestro corazón donde habitan nuestras buenas y malas intenciones. Allí habitan nuestros intereses, anhelos y proyectos más íntimos. Toda nuestra vida gira en torno aquello que amamos.
Nuestro corazón en muchas ocasiones puede vivir perdido por el pecado que habita en él. Por tal razón el Señor ha querido escribir su Ley, no solo en piedra sino en nuestros corazones. La primera lectura presenta los mandamientos de Dios como la guía para encaminar nuestras intenciones. Sin los mandamientos el hombre anda perdido en los desordenes de sus deseos. Sin embargo, debemos cuidarnos de no vivir en las apariencias del “cumplimiento”. Es una lucha espiritual constante que llevamos en el interior. El vivir los mandamientos por cumplir es una apariencia.
El pecado de la vanidad se reviste con los ropajes de los mandamientos. Podemos correr el riesgo de hacer cosas por buscar una buena fama u opinión. Era precisamente lo que Cristo señalaba a los fariseos en múltiples ocasiones. En el evangelio escuchamos ese reclamo de Jesús: “dejáis al lado los mandamientos de Dios por las tradiciones de los hombres” (Mc. 7, 8). Esto sucede en múltiples ocasiones en nuestra vida parroquial, de manera especial en la catequesis y con los sacramentos. Una vez reciben nuestros niños el sacramento de la confirmación, la primera comunión (tal vez la última) o el sacramento del matrimonio los fieles se desvinculan de la vida parroquial. Muchas veces se acercan a los sacramentos por una tradición, pero no por estar más cerca del Señor.
Vivir la fe implica un cambio de vida radical. Es un luchar constantemente por hacer la voluntad de Dios. Luchamos en nuestra vida de fe, no para que el mundo nos vea, sino para que Dios nos vea. Así tendremos una autentica vida cristiana que nos acerca más al amor de Dios. Para ello el Señor nos ha dado el Espíritu Santo para comprometernos con los mandamientos y luchar por nuestra santidad. Ya lo decía el apóstol Santiago a la comunidad de Jerusalén: “aceptad dócilmente la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos” (Sant. 1, 22). Solo el Espíritu de Dios nos capacita para vivir la letra de los mandamientos. De lo contrario grandes cargas tendremos encima.
No vivamos nuestra fe simplemente porque hay que vivirla. Vivámosla con convencimiento y confianza en el Señor. Dejemos que Dios se acerque por sus mandamientos que son luz en nuestra vida humana y espiritual para hacer su voluntad. Que María Santísima la mujer del fiat, del sí sin medida, nos auxilie a hacer la voluntad del Señor.