Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo
“Effetá, que significa ábrete. Y a momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad” (Mc 7, 34). El mundo de hoy esta saturado por el ruido del pecado. Este murmullo lo contemplamos de manera clara en los medios de comunicación y la propaganda que las ideologías han impulsado. El susurro de estos medios nos ha dejado sordos a la escucha de la voz de la razón y ha atrofiado nuestras palabras para hablar sobre las injusticias que vivimos en nuestros días. El producto de este constante bombardeo es una sociedad manipulable de conciencias vulnerables. La consecuencia de ello es un mundo sin capacidad de escucha a la Palabra de Dios.
El pecado atrofia el corazón y lo sumerge en el miedo. Es precisamente lo que el profeta Isaías denuncia en la primera lectura. El pueblo de Israel por estar sumergido en el pecado se volvió ciego, sordo y mudo a la palabra de Dios. Aquel pueblo se dejo atrofiar por los dioses paganos y su propaganda. Tanto así que el mismo pueblo en tiempos del profeta Samuel pedían ser “iguales a los otros pueblos” (cfr. 1 Sam 8, 5). El Señor nos promete la libertad, pero nosotros, seducidos por el pecado, preferimos la ironía de la esclavitud. Como el pueblo de Israel también nosotros hemos llegado a preferir los pensamientos y dioses mundanos. Queremos que la Iglesia se ajuste al mundo hasta el punto de volverse mundana. Esto ha traído un endurecimiento del corazón que no nos permite escuchar la voz de Dios ni anunciar su Palabra.
Los medios de comunicación seculares han venido a tapar los oídos a las personas; han vendido un mundo de fantasía e ideologías que atentan contra la dignidad humana. La parcialización de los medios seculares también intenta acallar la voz del Señor. Cada vez que un obispo levanta su voz contra la ideología de género, contra alguna injusticia contra la familia o contra la persona humana los medios se encargan de acallar o atenuar el problema. Fichan a la Iglesia de retrograda y pasada de moda. Con ese sello presentan a la Iglesia al mundo de hoy para desvirtuar el mensaje del Evangelio y cultivan el prejuicio en los jóvenes.
¿Cómo quitaremos este sello que se le ha impuesto a la Iglesia? Ante todo, fortaleciendo nuestro corazón. Ya le decía el profeta Isaías a los israelitas “decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temías” (Is 35, 4). Ante los bombardeos de los medios seculares el Señor nos fortalece el corazón y abre nuestros sentidos a su Palabra. Somos fortalecidos por los sacramentos, la Sagrada Escritura, la oración y el testimonio de una vida auténticamente cristiana. Por eso Jesús ante aquel sordomudo abre sus sentidos a la obra de Dios, no solo para que escuche su Palabra, sino también para que de testimonio de ella. Ya lo decía el Señor a sus discípulos “cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deben decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes” (Mt 10, 19-20). Pidamos al Señor la gracia de abrir nuestros sentidos a su Palabra. Que nos ayude a enmudecer el ruido del Pecado con la acción de su gracia.