Yo soy el Buen Pastor, dice el Señor; conozco mis ovejas y las mías me conocen.
Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
Una de las imágenes más hermosas que nos da el Antiguo Testamento y el Evangelio es la imagen del pastor. El pastor cuida a las ovejas: las lleva a comer, las protege de sus depredadores y vela a las descuidadas y distraídas, a las más débiles o enfermas.
La oveja es un animal manso, tierno e inofensivo que, mientras ve las verdes praderas y come, no se da cuenta del peligro de los acantilados o de que cae la noche; pierde el rebaño con facilidad. El pastor las conoce. Ellas lo conocen, escuchan su voz y lo siguen. Él vela por ellas, las cuida y si es necesario arriesga su propia vida por protegerlas.
Este cuarto domingo de la Pascua resalta la imagen del buen pastor que el evangelista Juan pone en boca de Jesús hablando de sí mismo. Aunque lo que proclamamos hoy es el evangelio según San Juan (10, 1-10), esto está inspirado en el Profeta Ezequiel capítulo 34, donde Dios habla como el Pastor que cuida a su pueblo y le pide cuentas a los dirigentes (pastores) que solo han cuidado de ellos mismos y no del pueblo (sus ovejas) como corresponde por su misión.
Jesús es ese pastor bueno que en la Pascua ha dado su vida por sus ovejas. Nosotros somos su rebaño. Su ideal es que haya un solo pastor. Una gran preocupación de Jesús fue ver a su pueblo como ovejas sin pastor. Él sufrió y lloró por eso.
En este día del Buen Pastor, como cristianos, debemos orar por nuestros pastores: el Papa, los Obispos, sacerdotes y diáconos. Oremos al Señor que dé la perseverancia a nuestros seminaristas (futuros pastores). Pidamos al Buen Pastor y a María, como Madre de las vocaciones, que iluminen los corazones de los que sienten la vocación a la vida sacerdotal o religiosa para que respondan con generosidad a su llamado y podamos tener buenos y santos pastores y religiosas al servicio de la Iglesia (que es el rebaño de Jesús) asistiendo a todas las ovejas, en especial las más necesitadas: los pobres, los enfermos, presos, viudas, huérfanos y los que experimentan en sus almas y cuerpos la enfermedad del pecado.