Vicario Parroquia San Miguel Arcángel - Cabo Rojo
“En esto esta el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó y nos envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 3, 18). Este domingo VI de Pascua se nos presenta lo fundamental de la vocación cristiana: el amor. La manifestación más plena del amor de Dios ha sido su Hijo Jesucristo. No solo eso, sino que también nos enseña cómo amar, como entregarnos y como agradar a Dios. ¿Cómo dar esos frutos? Permaneciendo con su Hijo Jesucristo. Solo estando con él amaremos verdaderamente. ¿Qué hace falta? Que lo elijamos a él como él nos eligió a nosotros.
La elección de Dios es universal. Por medio del bautismo Dios nos ha lavado del pecado original y nos ha dado el acceso a una vida nueva. El apóstol san Pedro anuncia esta elección a los cristianos venidos del paganismo: “esta claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea”. El Evangelio no es para una elite moral en la sociedad sino para todo ser humano que desea y anhela un encuentro verdadero con el Señor. Una vez se tiene ese encuentro nos hacemos testigos del amor de Dios; experimentamos su misericordia por medio de su Hijo y somos invitados a seguirle.
La fe debe llevarnos a responder con el amor. Debemos pedir siempre que el fruto de nuestro encuentro con Dios sea la caridad. Ya decía el apóstol san Pablo, “si no tengo amor nada soy” (1 Cor. 13, 1). La caridad es el paño de lágrimas que Dios ha dejado en nuestras manos para aliviar el dolor humano. Basta una palabra de aliento, una mano amiga, un auxilio para cambiarle el día a alguien. Así como Jesús nos ha lavado las lágrimas nosotros debemos imitarle. El mismo Señor se lo decía a los discípulos: “ámense unos a otros como yo os he amado”. He aquí lo esencial del cristianismo, amar como Cristo ama; querer lo que Cristo quiere. Ante todo, cumpliendo los mandamientos. Es allí donde brota y nace nuestra opción fundamental por Cristo.
El mandamiento que tenemos como cristianos es el amarnos unos a los otros como Jesús nos ha amado. En una ocasión nos narra Eusebio de Cesarea que a los discípulos de Juan les estaba raro que le hablara siempre sobre el amor a Dios y al prójimo. Tanto así que uno de ellos le preguntó al apóstol si Jesús no había hablado de otra cosa. El discípulo amado contestó que hablaba mucho del amor porque fue lo que Jesús les enseñó. ¡Jesús formó a los apóstoles para amarse los unos a los otros! ¡Jesús les enseñó a dar la vida los unos por los otros! Hoy Jesús también nos quiere enseñar a amar y dar la vida amando. Pero para eso debemos elegir al Señor y rechazar el pecado en nuestras vidas. Dejar atrás el amor al mundo por el amor de Dios. Ya lo decía san Agustín, “te amas a ti mismo hasta el desprecio de Dios o amas a Dios hasta el desprecio de ti mismo”.