Por: P. Ángel Ortiz Vélez
El hombre de hoy vive sordo y mudo para escuchar y hablar de Dios. Nos cuesta escuchar la voz de Dios: vivimos con muchos ruidos. No nos gusta el silencio y no dejamos que nuestros oídos se abran para escuchar la Palabra y la voz de Dios. Ese encuentro con Él en el silencio nos cuesta. Nos hace falta abrir nuestros oídos para que entre la Palabra Divina y también escuchar la voz de Dios que se manifiesta en la soledad y en el silencio. Resulta más difícil abrirnos a la acción de Dios en nuestra vida y a la relación con Él si no abrimos los oídos y no escuchamos el "Effeta" o ábrete que nos está diciendo Jesús todos los días.
Llenarnos de Dios nos resulta fuerte porque cerramos nuestros sentidos y no dejamos que Dios entre y actúe en nuestra vida. Para hablar de Dios y comunicar su Palabra a los demás tenemos que dejar que esa Palabra caiga en nosotros como la lluvia que empapa la tierra. Así, entonces podemos comunicar el mensaje de Dios y sobre todo la Buena Nueva del Evangelio. Jesús nos dice hoy "Effeta", en otras palabras: ábrete para que yo pueda entrar en ti.
El hombre de hoy está bien adelantado en el campo de las comunicaciones y de la informática. Está bien metido en el campo cibernético y da la impresión que la comunicación es muy buena, todo bien rápido y al instante, pero no hay comunicación efectiva y personal con Dios y con las demás personas o hermanos. Estamos cerrados, sordos y mudos en nuestra relación con Dios y no se diga en nuestra relación con el prójimo. Hoy día nos falta abrirnos a Jesús para poder llenarnos de Dios, poder comunicarlo a los demás, vivirlo en el amor, cuidado y respeto del que está a nuestro lado en casa (familia), en el trabajo, en la iglesia y en nuestro diario vivir aún cuando no le conozcamos. ¡Podemos ser un instrumento de Dios para ellos!
Abre tus oídos y suelta la lengua para hablar de Dios; deja que Dios sea quien actúe en ti.