www.betania.es
En este tercer domingo de Adviento, Domingo Gaudete, Domingo de la Alegría, aparece con fuerza la figura de Juan el Bautista, el precursor. Jesús nos habla hoy del Bautista: “no ha nacido de mujer uno más grande que Juan”. Es el mensajero enviado por Dios para preparar su camino. En Juan Bautista se cumplen las promesas hechas desde antiguo por los profetas.
1. La esperanza de Israel: Dios viene en persona a salvarnos. Después del pecado original, como escuchábamos el pasado domingo, solemnidad de la Inmaculada, el mundo quedó sometido bajo la esclavitud del pecado. De este modo, el ser humano, por el pecado original, rompió la armonía consigo mismo, con el otro y con Dios. La tierra entera, toda la creación, quedó malograda. Pero Dios no deja que este sea el final de la historia. Ya desde antiguo, Dios había prometido a Israel un Mesías. Los profetas recordaron continuamente esta promesa de Dios. Así lo hemos escuchado, por ejemplo, en la primera lectura, del libreo del profeta Isaías: “Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará”. Este anuncio de la venida de Dios en persona está acompañado de signos: se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo de abrirán, saltará el cojo como un ciervo y la lengua del mudo cantará. En definitiva, desaparecerá toda tristeza y vendrá la alegría y la felicidad. ¿No es eso precisamente lo que tanto echamos en falta en nuestro mundo? Cuando miramos a nuestro alrededor, tantas veces nos cansamos de ver penurias, tristezas, sufrimientos y violencia. Por ello, la esperanza de Israel en la llegada de un Mesías ha de ser también la nuestra. Necesitamos la alegría y el regocijo, necesitamos que los débiles se fortalezcan, necesitamos que desaparezcan las injusticias y los sufrimientos. Por ello, el anuncio del profeta Isaías es tan actual hoy para nosotros: Dios viene en persona a salvarnos.
2. En Cristo se cumplen las promesas hechas a Israel: Id a decir a Juan lo que estáis viendo y oyendo. No son vanas las esperanzas de un Salvador que ha de venir. Pues nosotros, los cristianos, creemos que ese Mesías ha venido ya en Jesucristo. En Él, el Dios hecho hombre cuyo nacimiento celebraremos bien pronto, Dios ha cumplido su promesa y ha colmado nuestra esperanza. En el Evangelio escuchamos cómo Juan Bautista, el precursor, manda desde la cárcel a dos de sus discípulos para preguntarle a Jesús si es él el Mesías que ha de venir. En Juan Bautista vemos representadas las esperanzas de Israel y también nuestras esperanzas. La respuesta de Jesús a aquellos dos discípulos enviados por Juan es clara: contad a Juan lo que estás viendo y oyendo. Y es que la salvación que Jesús nos trae va acompañada de aquellos signos que Isaías había anunciado. Jesús devuelve la vista a los ciegos, cura a los inválidos, limpia a los leprosos, resucita a los muertos y anuncia el Evangelio a los pobres. Los milagros de Jesús que nos narra el Evangelio son los signos que acompañan la acción salvadora de Cristo. Podemos creer en Él porque hace lo que hasta entonces no había hecho nadie: curar enfermos y resucitar muertos. El certificado de autenticidad de la obra salvadora de Jesucristo son sus signos.
3. La esperanza del cristiano: Tened paciencia, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. Por eso, los cristianos tenemos la esperanza puesta en Cristo, el Salvador, el que ya vino hace dos mil años en Belén, Dios que vino en persona, pero que también ha de volver de nuevo para juzgar a los vivos y a los muertos. Así lo estamos recordando en este tiempo de Adviento. No sólo recordamos la primera venida de Cristo, también esperamos su segunda venida. Mientras tanto, no debemos desfallecer en la esperanza. El apóstol Santiago, en la segunda lectura, nos llama a mantenernos firmes en la esperanza, a tener paciencia. Es muy ilustrativo el ejemplo que nos pone el apóstol del labrador, que espera paciente el fruto de la tierra, muestras recibe la lluvia. En este tiempo de Adviento, pidámosle al Señor que acreciente nuestra esperanza. Ante este mundo en que vivimos, lleno de tristezas y de sufrimientos, esperamos con paciencia y con confianza al Señor que viene a traernos la alegría y el gozo de la salvación.
Este tercer domingo de Adviento es un domingo que nos llena de alegría, es el domingo Gaudete. Es la espera gozosa del Adviento. El Señor viene en persona, y con su llegada vendrá la alegría y el regocijo. Vivamos con paciencia, como nos ha dicho hoy Santiago, la espera del Mesías en este tiempo, pues Él, con su llegada, renovará nuestras fuerzas. Con María, madre de la esperanza y causa de nuestra alegría, seguimos avanzando por el camino del Adviento.