Autor: P. Ángel Ortiz Vélez
Dios es vida y vida en abundancia. Él creó al hombre para la vida, para la inmortalidad. Aunque el hombre pase por la realidad de la muerte, la vida no termina ahí. Con la muerte pasamos de esta vida a la vida con Dios, que es la plenitud y la abundancia. "Cristo Jesús, nuestro Salvador, destruyó la muerte e hizo resplandecer la vida por medio del Evangelio". Tenemos que dejarnos tocar por Jesús y confiar en Él que es el Señor de vivos y no de muertos. El quiere que gocemos de la abundancia de su vida.
La semana pasada hablamos de confiar en la presencia de Jesús aunque estemos en medio de la tormenta. Hoy vemos a Jesús tocando la vida de dos mujeres: la hija de Jairo (jefe de la sinagoga) y la mujer que llevaba doce años sufriendo una hemorragia (Mc 5, 21-43). Jairo fue a donde Jesús a pedir por su hija que estaba en peligro de muerte. Mientras estaba con Él le dicen que la niña había muerto. Jesús en ese momento le dijo: "No tengas miedo, solamente ten fe". En la casa le dijo a los que lloraban: "La niña no ha muerto solo duerme". Jesús se acercó, tomó su mano y le dijo: "Niña, a ti te lo digo, levántate", y la niña se levantó. En caso de la mujer adulta es ella la que se acerca a Jesús para que la sane. Su fe era tan grande que con solo tocar el borde del manto de Jesús quedó sana.
Jesús tocó la vida de estas dos mujeres para que recobraran la vida y la salud. Él nos acompaña en la vida aún en la enfermedad y la muerte. No quiere que nos perdamos sino que gocemos de su salvación y de su misma vida. Tengamos nuestra fe puesta en Jesús. Él no quiere la muerte ni la condenación para sus hijos sino que de acuerdo a sus enseñanzas en el Evangelio tengamos la vida que Él solo puede comunicar. Esta vida resplandece por la gracia y por el mandato del amor de Jesús.
Deja que Jesús toque tu vida y no tengas miedo de tocar el manto de Jesús para que Él te sane y te guie en esta vida para gozar la vida plena que sólo Dios le puede dar a quienes van en busca de Él.